Cuando la palabra 'bilbo' daba nombre a la mejor espada
Hasta Shakespeare dio fe de que a fines del siglo XVI y a comienzos del XVII las armas bilbaínas eran afamadas, de prestigio y bien conocidas
En el siglo XVI en Bilbao se fabricaban espadas de excelente calidad. Eran tan conocidas que el nombre 'bilbo' había pasado al inglés. «A good ... bilbo», «un buen Bilbao», alcanzaba la supremacía en lo que a espadas se refiere. En 1600, cuando Shakespeare escribió 'Las alegres comadres de Windsor', 'bilbo' designaba en inglés a las espadas que se fabricaban en Bilbao, lo mismo que pronto 'sherry' designaría al vino de Jerez y que Shakespeare llamaba ya 'sherris sack'. En Inglaterra las espadas de Bilbao –los bilbos– tenían fama de buen temple y gran elasticidad, y de cumplir la prueba de fuego para una buena espada, que consistía en que pudiesen doblarse en círculo sobre sí misma: un buen Bilbao.
En la misma obra, Shakespeare alude a Bilbao en otro sentido: «I combat challenge of this latten bilbo», en la traducción clásica «reto a combate a este estoque de hojalata», que nos valdría mejor como «espada de latón», «bilbo de latón»: bilbo adquiría un sentido sustantivo.
Durante el siglo XVI –pero las cosas venían de la centuria anterior– Bilbao fue una villa conocida por su producción de espadas, cuya calidad se comparaba con las de Toledo. Hubo decenas de espaderos bilbaínos, cuyos nombres y señales conocemos. Entre otros, en la villa tenían este oficio Domingo de Azcoitia, Juan de Olagorta, Martín Ochoa de Achuri, Martín de Ugarte, Pedro de Zamudio, Antón de Ereño, Juan de Bolumburu, Juan de Achuri, Juan de Jáuregui… Las más características eran las espadas de punta aguda y hoja muy flexible, coincidiendo con el retrato de Shakespeare, si bien posiblemente adaptaban las espadas a la demanda, como sugieren otras menciones a la espada bilbaína.
A veces aparecen en la literatura española. «Tentemos la de Bilbao» aconseja, cuando los suyos van a entrar en una pendencia, un personaje de 'La Fénix de Salamanca', una comedia de enredo obra de Antonio Mira de Amescua publicada en 1653: ni hacía falta decir espada, bastaba «la de Bilbao». El modelo de espada que regalaron al escudero Marcos debía ser diferente al que iba a Inglaterra, pues la cualidad que le atribuye es la pesadez: «Mi padre […] me dio lo que pudo, y una espada de Bilbao, que pesaba más que yo, que en todo el camino no me sirvió sino de estorbo» ('Relaciones de la vida del escudero Marcos de Obregón', Vicente de Espinel, 1618).
Bilbao en 'Hamlet'
Las cosas estaban claras: cuando menos a fines del siglo XVI y a comienzos del XVII las espadas bilbaínas eran afamadas, de prestigio, bien conocidas. Los ingleses las importaron durante algún tiempo, las apreciaban por su calidad y el lugar de procedencia servía para designar el producto. Un bilbo era una espada de Bilbao. 'La de Bilbao' en español, si la trama sugería armas.
Desde la Baja Edad Media y durante el XVI el País Vasco exportaba productos de hierro. De ahí que el nombre de la villa se internacionalizase, en la acepción del producto que vendía.
El nombre 'Bilbao' generó en inglés otra palabra o la misma con distinta acepción. Confirma hasta qué punto se identificó al hierro elaborado con el que salía de la villa. También en este concepto la utilizó Shakespeare. 'Hamlet' –Acto V, escena 2ª- habla con su amigo Horacio y le dice que una lucha interior le impide conciliar el sueño. Que se sentía peor que los amotinados «in the bilboes», en los bilbos o en los bilbaos.
«I lay / Worse than the mutines in the bilboes». «En tal situaciòn me juzgaba más infeliz que el delincuente en cepos».
Aquel instrumento de tortura llamado 'bilboe'
'Bilboe' significaba aquí grillete o cepo de hierro, que se usaba como instrumento de castigo. Según el diccionario inglés consistía en una larga barra de hierro con dos agujeros o cepos en sus extremos para aprisionar los tobillos de los prisioneros y un cerrojo para sujetarlo al suelo. Inicialmente servía para castigar a marineros y soldados, un correctivo que conllevaba la humillación social. Stevens lo explicó bien: «La palabra se deriva de Bilbao, un lugar en España donde los instrumentos de acero fueron fabricados con perfección suprema». Eso explica el sentido de la expresión de Hamlet y que además asociase al 'bilboe' con no dormir. Como se ataba a los prisioneros muy juntos, el movimiento de uno molestaba al vecino, lo que impedía conciliar el sueño. Los 'bilboes', un instrumento de tortura más sofisticado que lo que su aparente sencillez sugiere, se pueden ver aún en la Torre de Londres.
Como el bilbo-espada, está documentado a fines del XVI. Fue de uso habitual en el XVII e incluso en el XVIII, relacionado con el castigo a marinos y esclavos. El bilboe-cepo se utilizó en la Armada británica, pasó a las colonias norteamericanas y surge con frecuencia en los diarios del capitán Cook. Thomas Thiostlewood, entre 1770 y 1786 un propietario de esclavos en Jamaica, particularmente infame, usaba con frecuencia los 'bilboes'. Sobreabunda en sus notas: «Friday, 23rd Novembre 1770: p. m. sent my Jimmy in bilboes». Y otros días: «Put Sally in the bilboes», «She was put in the bilboes».
Ambos, bilbo//bilboe, la espada y el cepo, se documentan a fines del XVI. Hacia 1600 los escribió Shakespeare. Después, comenzó ya el reflujo de las exportaciones vascas hacia Inglaterra. Las guerras en Flandes, la actividad de piratas en las costas, los enfrentamientos con Inglaterra (en el desastre de la Armada Invencible se hundió buena parte de la flota vasca) restringieron notablemente el tráfico del hierro. El número de ferrerías vascas que se contabilizaban en 1550 – unas 300 – no volvería a repetirse nunca. Se contraía drásticamente la demanda y disminuyó la producción ferrona. Además, otros hierros de calidad y más rentables, como los de Suecia, llegaban a hacer la competencia al hierro vasco en los mercados europeos. Hacia 1600, cuando Shakespeare mencionaba los bilbos y los bilboes, no existía ya la presencia exhaustiva que justificase estas denominaciones inglesas. Unas décadas antes sí, y fue cuando seguramente nacieron los nombres.
La palabra quedó en el idioma inglés, sobre todo la que quería decir grilletes. En Gran Bretaña y las colonias 'bilboe' quedó asociado a tortura y castigo. La que se refería a espada fue cayendo en desuso, como lo hacía esta arma. Aun así, la encontramos en la literatura: surge a veces el recuerdo del pasado ferrón y artesano de la villa. La literatura emplea también el 'bilboe' en el sentido ignominioso. Alguna vez como metáfora irónica, como cuando Wiliam Congreve (1670-1729) en 'Love for love' se refiere así al matrimonio, «Ahora, un hombre casado parece que tiene sus pies en 'bilboes'», o sea en grilletes.
Señal de distinción
Estuvo también la otra acepción, la espada luminosa de Bilbao, que también quedó para la literatura. La encontramos en Walter Scott (1771-1832), cuando en el 'Canto del último trovador', publicado en 1805, descubre la magnificencia del noble Howard. Su traje era rico, espléndido, y de su cinturón colgaba la espada de Bilbao, «cuyo peso más de una vez habían probado los guerreros de la frontera». La espada bilbaína volvía al mundo literario como señal de distinción, si bien había perdido la impronta de espada dúctil y, aunque le quedaba el prestigio, se había hecho más pesada.
La espada de Bilbao reaparece en la ópera 'Falstaff' de Verdi a finales del siglo XIX, basada en la obra de Shakespeare ya citada. «¡Tengo los huesos quebrados/ por ser transportado encorvado/como una buena espada/ de Bilbao, en el espacio/ de un canastillo!», exclama el protagonista. En términos literarios, sobrevivía la fama de la espada de Bilbao. Las espadas bilbaínas del siglo XVI fueron sin duda magníficas -en el Inventario de Bienes y joyas de Carlos V figura una referencia a «cinco hojas de espadas blancas hechas en Bilbao, que se tasan a 850 maravedíes, a precio de cinco reales cada una», un buen precio.
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