La carta de un bilbaíno cautivo en Argel
En 1675 Pedro Arguiarro, preso «tantos años entre infieles», escribió al Ayuntamiento de la villa para pedir una limosna con la que comprar su libertad
Una de las facetas menos conocidas de la relación de los vascos con la esclavitud es la historia de los vascos que fueron esclavizados tras ser capturados en combates navales, ataques corsarios a barcos o incursiones en tierra de piratas procedentes sobre todo de puertos del norte de África. El destino de estas personas dependía de los recursos que tuviesen sus familias, allegados o conocidos para pagar su rescate, o de que el mismo pudiera ser recaudado por órdenes religiosas dedicadas a liberar cristianos cautivos en manos de musulmanes, como la Orden Trinitaria o la Orden de la Merced.
Cuando no tenían familiares ni contactos a los que acudir, estos cautivos escribían cartas a alguna autoridad pidiendo ayuda a la desesperada para no acabar vendidos en un mercado de esclavos o a los remos de una galera turca. Eso fue lo que hizo el bilbaíno Pedro Arguiarro y Mendieta, que escribió desde su presidio en Argel al Ayuntamiento de Bilbao en 1675 pidiendo socorro para comprar su libertad.
La misiva, que recogió Labayru en los apéndices del tomo V su 'Historia General del Señorío de Bizcaya' (1901), es muy breve y lamentablemente su remitente no da detalles de cómo fue capturado ni de su persona, más allá de su condición de bilbaíno. Los datos que aporta acerca de su cautiverio son también mínimos.
«Muy magnífico y Ilustrísimo Señor Cavildo», comienza la carta, en la que se dirige a la villa de Bilbao como a una madre. «A los pies de V. S. se postra un hijo de esa Ilustre Villa cautibo en la ciudad de Arjel suplicando su anparo conpelido de los muchos trabajos que padesse entre infieles, como a señora y madre pido me faboresca pues siempre ha sido V. S. único rremedio de todos sus hijos, espero y estoy muy cierto, V. S. se conpadeserá de mis muchos trabajos y tantos años de cautiberio con aserme una limosna, pues, en esta ciudad no hay otro vassallo de V. S. y es muy propio de la madre obrar de Caridad con sus Hijos, a la presencia de V. S. llegan los clamores de este su más afecto hijo, suplicándola con el rrendimiento debido me mire con ojos de piedad, que los blasones con que hobra V. S. son muchos, y el aserme a mí esta merced es corta la mina para el mucho bronse con que se perpetúan los muchos elojios de V. S.», concluye, para despedirse diciendo «Dios nuestro señor guarde a V. S. y me dejo personalmente a sus pies y la haga eternamente dichoso, Arjel y Mayo veinte de mil y seiscientos setenta y cinco años. Besso los pies de V. S. su humilde esclavo Pedro Arguiarro y Mendieta».
Del contenido del texto se puede deducir que este cautivo no tenía familia ni conocidos a los que acudir para lograr su rescate y que por ello llevaba unos cuantos años apresado en Argel, una situación que vivieron no pocos vizcaínos durante los siglos XVI y XVII. El mismo Labayru, sin ir más lejos, recogió varios ejemplos.
70 ducados por siete mozos
Así, en 1616 el Señorío aportó 70 ducados para rescatar «siete mozos bizcaínos cautivos en Berbería, de la escuadra del capitán Orozco, que años atrás fueron hechos prisioneros». En 1684 los trinitarios, la primera institución de la Iglesia dedicada a la liberación de presos mediante medios pacíficos, presentaron un listado de los vizcaínos a los que habían conseguido liberar, en el que figuraban Pedro de Echabarría, natural de Durango, y Gaspar Martínez, de Mungia (ambos en 1649); el bilbaíno Francisco Martínez de Gamarra (1654); los encartados Santiago de Zubiaur, Antonio Quiñones, Francisco Blanco y Francisco García (1662), y José de Guesala, natural del valle de Arratia (1664). Diez años más tarde, los mismos religiosos liberaron a Francisco de Aguirre, natural de Bilbao, y a José de Ocerin Jáuregui, de Elorrio. Juan de Avellaneda, de Portugalete, y Francisco de Landa, de Balmaseda, rescatados en 1682, cierran la lista. Todos ellos fueron liberados en Argel, Tetuán y Mequínez gracias a las limosnas que para ese fin recaudaron los trinitarios, labor para la que esta orden recibió una autorización formal en Bizkaia en 1684.
La jornada de Túnez
En la expedición efectuada por Carlos I en verano de 1535 que recuperó la influencia de la Monarquía Hispánica sobre Túnez fueron liberados miles de esclavos cristianos, entre ellos varios vizcaínos que habían sido tripulantes de las galeras al mando del mundaqués Rodrigo de Portuondo y que fueron capturados en la batalla de Formentera (1529).
Añade Labayru que el redentorista mercedario R. P. Fr. Miguel de Mayers «certificó al Señorío que en 1686 sólo había encontrado y rescatado en Argel al bizcaíno Gregorio de Galarza, natural de Zornoza, de treinta y dos años, y cuatro y medio de cautiverio, al cual redimió de su esclavitud con doscientos pesos de limosnas remitidas de Indias, ocupando el número 133 de los rescatados». También encontró en Argel a una mujer llamada Polonia de Goicoechea, natural de Bilbao, de veinte años de edad y que llevaba ocho meses cautiva. Para rescatarla, el religioso mercedario «empleó cincuenta pesos que le dieron los Cartujos del Paular y doscientos cincuenta de limosnas recibidas de La Habana».
¿Pero qué fue de Pedro Arguiarro y Mendieta? El 23 de junio, un mes después de que enviara su carta, se autorizó á D. Domingo de Mendieta y Lecue, uno de los fieles del Concejo, para que recogiese limosnas en favor del cautivo –con el que compartía un apellido y quizá algún parentesco–. Pero no ha quedado constancia de que al final fuera rescatado.
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