Borrar
Urgente La Bonoloto del jueves deja miles de euros en Bermeo: comprobar resultados del 10 de julio

'Split Fiction': Manual de juego para dos corazones

Crítica ·

La aventura de Josef Fares sigue conquistando en Nintendo Switch 2

Miércoles, 2 de julio 2025, 09:50

Recuerdo el temblor de la mesa de formica, una vibración mínima apenas perceptible, pero que se transformaba en seísmo cuando mi hermano y yo nos aferrábamos a los mandos de una Super Nintendo, turnándonos vidas en algún juego imposible, disimulando la frustración con carcajadas que a veces eran solo excusas para no gritar de rabia. Esa memoria, que podría pertenecer a cualquier otro, regresa —quizá embellecida por el polvo de los años— cada vez que un videojuego se atreve a invocar la experiencia de jugar juntos. Y, sin embargo, hace tiempo que la industria del ocio digital se obstina en convencerme de que la única aventura auténtica es la que se vive en soledad, bajo la luz azul de una pantalla personal, en la caverna privada del yo. Por eso, cuando Split Fiction ha caído en mis manos, no he podido evitar sentir que alguien, al otro lado, me lanza una cuerda. Una invitación a recordar que, antes de ser individuos, fuimos dúo, coro, manada.

Hazelight y Josef Fares: ¿últimos románticos del cooperativo o hábiles artesanos de la nostalgia? La pregunta flota en el ambiente desde A Way Out e It Takes Two, pero aquí, en Switch 2, Split Fiction se presenta no como el último baluarte de un género, sino como un recordatorio elegante —y un poco insolente— de que la experiencia compartida sigue teniendo algo de milagro doméstico, de ritual secreto. Es curioso: mientras la industria multiplica los mundos abiertos, las experiencias hiperrealistas y las narrativas ramificadas que prometen un «tú eres el héroe», Fares sigue empeñado en la vieja alquimia del nosotros, ese territorio donde las victorias y los fracasos son materia dúctil, maleable, siempre a punto de ser negociada.

La premisa de Split Fiction podría haber salido de un laboratorio en el que Borges y las hermanas Wachowski compartieran mesa, café y un puñado de chistes malos sobre literatura fantástica. Dos jóvenes escritoras, Mio y Zoe, quedan atrapadas —por culpa de una máquina que hace tangibles las ficciones— en un carrusel de mundos extraídos de sus propias novelas. Fantasía y ciencia ficción, dragones y androides, todo entremezclado en una centrifugadora de géneros y referencias, como si la consola misma se atreviera a preguntarnos dónde termina la imaginación y empieza el simulacro. Pero lo interesante no es el pretexto argumental —tan divertido como funcional—, sino cómo la propia lógica del videojuego se pliega sobre sí misma, explorando la literatura como una máquina de encarnación, un mecanismo de producción de realidades alternativas donde cada regla, cada física interna, es un recordatorio de que jugamos para descubrir qué pasa cuando dejamos de ser uno solo.

El viaje de Mio y Zoe —dos personalidades que colisionan, se contradicen y, pese a todo, aprenden a coordinarse— es menos la historia de una amistad que el retrato de una negociación perpetua. Split Fiction no premia al jugador hábil, sino al dúo paciente. En este sentido, se podría decir que la obra de Hazelight es más una coreografía que una competición, más una balada a cuatro manos que un solo virtuoso. Las plataformas, los puzles, las huidas frenéticas y las pausas cómplices: todo está construido para recordarnos que la sincronía es frágil y la torpeza, a menudo, inevitable. El verdadero reto no es dominar el espacio virtual, sino aprender a soportar el error del otro, a encontrar belleza en el fracaso compartido. Hay una pequeña épica en el acto de esperar a que el otro entienda el mecanismo de un puzzle, en la paciencia de no tomar la iniciativa, en la renuncia al ego.

Y entonces, de repente, el juego te invita a transformarte en un cerdo que exhala arcoíris o en un perrito caliente obligado a cocinarse a sí mismo. Uno podría pensar que se trata de simple humor absurdo —el slapstick de toda la vida, el guiño autorreferencial al videojuego como espacio de lo imposible—, pero lo cierto es que en Split Fiction el chiste es menos una válvula de escape que un escudo ante el vértigo. En medio de la acumulación de referencias y la constante variación de situaciones, la risa compartida es una herramienta de supervivencia. Se puede citar aquí a los Monty Python o a los Marx, pero también a esa sabiduría antigua que entiende la carcajada como el único antídoto ante el abismo: si vamos a perdernos en la fantasía, mejor hacerlo riendo juntos.

Jugar Split Fiction en Switch 2 añade una capa física, casi sensual, a la experiencia. Hay algo casi obsceno en transportar este parque de atracciones cooperativo en el bolsillo, sacarlo en una cafetería, entregarle un Joy-Con a un desconocido o compartir el viaje en el sofá, con la tele escupiendo color y movimiento sobre un panel OLED. Técnicamente, la versión para la consola de Nintendo hace concesiones: 30 fotogramas por segundo, NPCs menos elaborados, algún respawn más próximo de lo deseable y una batería que se agota antes de que el tiempo deje de ser un concepto relevante. Pero en lugar de percibirlo como una mutilación, no puedo evitar verlo como un recordatorio: todo artefacto lúdico es un cuerpo finito, y la portabilidad impone su propia lógica. ¿No hay, acaso, una forma de belleza en ese sacrificio? La experiencia portátil es más íntima, casi clandestina; la grandeza visual del modo televisión es puro espectáculo, pero la verdadera magia ocurre cuando el juego cabe entre las manos, en el temblor de los pulgares, en la complicidad de las miradas. Split Fiction en Switch 2 no es una obra mutilada, sino destilada: el jugo esencial de la cooperación, reducido hasta lo indispensable.

Y bajo la superficie, Split Fiction revela una capa política que no se anuncia, pero que late en cada minijuego, en cada pausa para el respiro, en cada discusión silenciosa sobre quién toma la iniciativa. En un tiempo donde la personalización y el algoritmo prometen mundos a medida, aquí hay un recordatorio sutil de que toda experiencia es mejor cuando se roza la incomodidad, cuando el encuentro con el otro es posibilidad y no amenaza. La cooperación, en el juego y fuera de él, se convierte en un ensayo sobre la empatía, la renuncia al control absoluto, la aceptación de la vulnerabilidad. Uno podría jugar Split Fiction como quien lee un cuento infantil, y, sin embargo, descubrir, casi sin querer, que está ensayando para la vida adulta.

Por supuesto, Split Fiction no es perfecto. Hay momentos en los que la linealidad pesa, en los que la escasa interactividad de ciertos escenarios revela los límites de la propuesta. La ausencia de extras respecto a otras versiones puede dejar con la sensación de estar ante una traslación funcional, sin añadidos ni sorpresas. Pero sería un error caer en el recuento de virtudes y defectos como quien hace balance de una cuenta corriente. Split Fiction es más interesante por lo que insinúa que por lo que muestra, más relevante por lo que provoca que por lo que ofrece.

Quizá lo más valioso de Split Fiction —y de la versión para Switch 2 en particular— sea su capacidad para devolvernos, por unas horas, a ese lugar donde la ficción es un juego de espejos, y la cooperación, una forma de resistencia ante la soledad programada. Cuando la consola se apaga y la pantalla enmudece, queda el temblor de la mesa, la risa compartida, la memoria de un error convertido en broma privada. No sé si Josef Fares es el último romántico de la cooperación, o solo un nostálgico bien informado. Pero sé que, mientras haya alguien al otro lado dispuesto a recoger el mando, la ficción nunca será del todo nuestra, y, por tanto, nunca será del todo mentira.

Así que vuelvo la mirada al inicio, a ese eco de voces compartidas, y me pregunto: ¿con quién querré jugar la próxima vez? Tal vez esa sea, después de todo, la pregunta que todos los videojuegos deberían hacernos. Split Fiction no cambia el mundo, pero nos recuerda —como los mejores cuentos— que hay un lugar donde dos corazones pueden bailar, tropezar y, en el proceso, inventar juntos el sentido de lo imposible.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elcorreo 'Split Fiction': Manual de juego para dos corazones

'Split Fiction': Manual de juego para dos corazones