Vinculan algunas enfermedades gastrointestinales con el riesgo de sufrir alzhéimer y párkinson
Un macroestudio con medio millón de personas confirma que la alteración de la microbiota intestinal predispone a sufrir estas patologías
En 2015, la revista 'Nature', la más prestigiosa en el mundo de la ciencia, publicó un artículo titulado 'Brain, meet gut', algo así como 'El ... cerebro se encuentra con el intestino'. En él abordaba una relación que por intrigante atraía cada vez más la atención de los científicos. ¿Podían alterar los millones de bacterias y microorganismos que pueblan nuestras tripas el funcionamiento del cerebro? Para intentar responder a esta pregunta, el Instituto de Salud Mental de Estados Unidos (NIMH, por sus siglas en inglés) había financiado hasta siete investigaciones con un millón de dólares cada una sobre lo que denominaron el 'eje microbioma-intestino-cerebro'. A estos se le unirían más proyectos en la propia primera potencia mundial y de la Unión Europea. «Los investigadores están comenzando a descubrir un sistema vasto y variado en el que los microbios intestinales influyen en el cerebro a través de hormonas, moléculas inmunes y los metabolitos especializados que producen», resumía el autor de aquel trabajo.
Diez años después, otra investigación, esta vez publicada en la revista 'Science Advances', ha analizado la relación entre 155 enfermedades gastrointestinales con el alzhéimer y el párkinson, y han llegado a la conclusión de que 14 de ellas se vinculan con mayor riesgo de padecer la primera y siete, la segunda. «Es un trabajo muy valioso, especialmente porque analizan una población enorme de más de 500.000 personas», explica a este periódico Alfredo Rodríguez-Antigüedad, jefe de Neurología del Hospital de Cruces y especialista en el IMQ. «Ratifica la intensidad de una relación conocida desde hace una década. No hemos llegado a la meta pero abre una vía prometedora», añade el especialista. «Los hallazgos indican que la presencia de estas comorbilidades -en referencia a las enfermedades gastrointestinales- predispone por sí misma, independientemente del riesgo genético y que los perfiles proteómicos, a padecer estas enfermedades neurodegenerativas», apunta Javier Ruiz Martínez, neurólogo en el Hospital Universitario Donostia e investigador en el Instituto de Investigación Sanitaria Biogipuzkoa.
Para el caso del alzhéimer, la demencia más extendida del mundo, se mencionan la amiloidosis -acumulación de la proteína amiloide en los órganos-, la gastritis o la esofagitis - inflamaciones del revestimiento del estómago y del esófago respectivamente-. En el del Párkinson, hacen alusión a la diabetes mellitus o la dispepsia -malestar estomacal-. El equipo internacional que ha elaborado el trabajo ha analizado los datos clínicos y genómicos del Biobanco del Reino Unido junto a otras fuentes recopilados durante 15 años.
Un 'segundo cerebro en el intestino'
«El cerebro y el intestino se hablan», subraya el doctor Rodríguez-Antigüedad. Y lo hacen de muy diversas formas. La más conocida y estudiada es el nervio vago, que conecta el tronco cerebral con casi todos los órganos del organismo. Otras son una serie de hormonas y proteínas que se generan en el aparato digestivo, pasan a la sangre y llegan al órgano más complejo del cuerpo humano. A ello se le suman también células inmunitarias que modulan el comportamiento cerebral.
Fue el especialista alemán Heiko Braak quien propuso que el párkinson se origina en el sistema nervioso entérico y desde este llegaría al cerebro, como subiendo una escalera. Conocido también como el «segundo cerebro» del organismo por el gran número de neuronas con las que cuenta, el sistema nervioso entérico es el encargado de controlar el sistema digestivo. Lo que ocurre en esta enfermedad es que una proteína llamada alfa sinucleína se altera «y se vuelve insoluble, lo que impide su retirada. Además, tiene un efecto imantador, es decir, si entra en contacto con una alfa sinucleína sana, la altera», afirma el especialista de Cruces. Esta acumulación en el cerebro provocaría los conocidos síntomas de esta patología. Esta teoría vendría apoyada por dos hechos: uno, «que uno de los primeros síntomas del párkinson es el estreñimiento», destaca Ruiz. Y el otro, que se ha comprobado que los pacientes sometidos a una vagotomía -corte de una parte del nervio vago- por sufrir úlceras podrían tener menos riesgo de sufrir está enfermedad neurodegenerativa.
La relación con el alzhéimer no es tan clara. Se sabe que quienes padecen esta demencia presentan alteraciones en la microbiota intestinal, con menos bacterias beneficiosas que las personas sanas. Uno de los efectos perjudiciales de este desequilibrio es la inflamación, tanto a nivel intestinal como cerebral. La inflamación es la respuesta del sistema inmune a una agresión, pero cuando se prolonga en exceso, daña las neuronas, empeora las placas amiloides y los ovillos de tau –dos proteínas que se acumulan en el cerebro y que caracterizan esta enfermedad– y acelera la demencia.
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