
Cuando la rata es mejor que tú
«A veces comportarse como un animal no es tan malo»
JON URIARTE
Sábado, 20 de julio 2019, 01:40
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JON URIARTE
Sábado, 20 de julio 2019, 01:40
Tenía dos opciones. Abrir la caja A y conseguir el gran premio o abrir la caja B, liberar a quien estaba dentro, abrir después la ... A y compartir el premio. Eligió la segunda opción. Y eso que el premio era lo que más le gustaba en este mundo. Una onza de chocolate. Un gesto muy humano, dirán. Pues no. la protagonista era una rata. En realidad una de muchas. Porque repitieron muchas veces el experimento. Y el resultado no varió. El asqueroso, temido y odiado roedor mostraba ciertos principios. ¿O es eso intangible que algunos llaman «moral»? Es un interesante debate que les traemos aquí gracias a dos filósofas que han analizado diversos estudios de prestigiosos científicos sobre comportamientos de animales que jamás imaginamos. De esta forma descubrieron, o confirmaron, que no somos mejores que las ratas.
La alemana Judith Benz-Schwarzburg y la española Susana Monsó, se encargaron de analizar y comparar experimentos como este en un proyecto singular. Lo llevaron a cabo en el Instituto de Investigación Messerli de la Universidad de Veterinaria de Viena y ahora conocemos sus conclusiones. O parte de ellas, porque tiene pinta de que seguirán ahondando en este tema. Todo comenzó al darse cuenta de que los científicos, expertos en lo suyo pero no en otros campos, llamaban moral, ética o justicia a ciertas actitudes de animales que debían tomar una decisión que hasta para una persona resultaría compleja. Y casi siempre cometían el mismo error. Intentar «humanizar» al animal.
Al verlo bajo el prisma y parámetros de los seres humanos no iban más allá de lo que nuestra mente interpretaría al ver a personas actuando en su lugar. Así que buscaron y clasificaron experimentos como el de las ratas. O como el de una perra llamada Guinness. De carácter sociable y con gran capacidad educacional, aprendía todo con gran rapidez. Por ejemplo, sabia dar la pata. Lo hacía al ser animada a ello, sin esperar nada a cambio. Hasta que apareció Todor. Un macho que también daba la pata. Solo que, en su caso, cada vez que lo hacía, recibía una galleta. Guinness miraba de reojo y seguía dando la pata, pese a que a ella nunca le premiaban. Hasta que pasado un rato se hartó. «Buena sí, tonta no», debió pensar. Aquí los científicos hablaron de justicia. Judith y Susana lo analizaron más a fondo, en base a sus estudios filosóficos, y concluyeron que tenía que ver con aspectos más complejos que la justicia humana. Porque Guinness no se enfadaba, como haría una persona. Simplemente dejaba de dar la pata.
En realidad, cada vez que analizaban uno de estos estudios científicos sobre el comportamiento animal llegaban a la conclusión de que los otros animales, a diferencia de nosotros los humanos, entendían la generosidad como algo necesario para la supervivencia del grupo. Y, de alguna forma irracional e instintiva, la de toda su especie. Sucede entre los elefantes, los simios o las ballenas. Los lobos, por ejemplo, poseen una estructura que les permite no solo aunar fuerzas y habilidades en la caza. También en otros momentos como manada. Ya ver que hasta la palabra manada la ha estropeado el hombre. Por cierto, como dato, los elefantes se rigen por una especie de matriarcado. Y no les va mal. Pero estos son animales que vemos como cercanos. Y nos agrada que tengan actitudes que consideramos positivas.
Ahora pensemos en seres menos agradables. Como las cucarachas. Ojo con su forma de actuar y su concepto de grupo y familia. Investiguen y se sorprenderán. Como les pasó a los científicos con la rata arriba mencionada. Pocos seres provocan tanto asco y miedo que una de ellas. El cine ha humanizado a los roedores, hasta convertirles en seres simpáticos, cocineros de postín o incluso flamantes héroes. Pero, por lo general, era un ratón. Rara vez una rata gris de alcantarilla. Hasta el propio término «rata» es despectivo y señala actitudes indignas como la avaricia o el egoísmo. Curioso, por tanto, que en los experimentos muestren todo lo contrario. Y es aún más llamativo si pensamos en qué haría un ser humano ante la misma prueba. Hay datos. Son desalentadores.
Por eso, una de las conclusiones de estas dos filósofas es que ser egoísta es estúpido. Lo inteligente, lo mejor para uno mismo, es el bien de la comunidad. Convendría recordarlo hoy. Hace 50 años el hombre pisaba la Luna. Fue un gran logro. Pero olvidamos muy pronto que no somos nada en la inmensidad del espacio. Y que la Tierra no es más que una diminuta canica azul. Está bien mirar hacia fuera. Pero no estaría de más echar un vistazo por dentro. Para comprobar que, por muchos asteroides y planetas que pisemos, de momento no somos mejores que las ratas.
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