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«De pronto una tarde de lunes me sorprendo contemplando 'La vida secreta de los koalas'»
Diario de una jubilada

«De pronto una tarde de lunes me sorprendo contemplando 'La vida secreta de los koalas'»

Arantza Furundarena escribe una serie en EL CORREO sobre su nueva vida una vez alcanzada la jubilación

Arantza Furundarena

Jueves, 13 de marzo 2025, 00:21

Diario de una jubilada

Cada 15 días, los jueves, Arantza Furundarena nos relatará con humor su particular manera de llevar la jubilación, una etapa muy distinta a lo que ella imaginaba.

Una mujer descubre que ha dejado atrás la infancia y ha entrado en la adolescencia el día de su primera menstruación. Una mujer, ésta en concreto, descubrió que había dejado atrás la madurez juvenil y había entrado de lleno en la vetusta edad de la jubilación el día en que se sorprendió a sí misma tirada en el sofá, un lunes después de comer, contemplando anonadada 'La vida secreta de los koalas'. A ver, que la vida secreta de un koala puede resultar fascinante… Pero ¿qué tenía que ver aquello conmigo? Apenas un par de meses atrás, un lunes como ese y a esa misma hora, yo habría estado devanándome los sesos para parir un artículo o engendrar una entrevista. Ahora, sin embargo, mi pereza mental y mi desgana empezaban a competir con la de estos animalillos peludos capaces de dormir 18 horas seguidas y de permanecer muchos más colgados de una rama. Y vaga, vale, pero colgada… Eso ni lo he sido y (como diría aquel) ni lo volveré a ser.

«¿Sabes por qué no me jubilo yo? -me confesó por esas fechas un colega con el que compartí mi preocupante flojera-. No me jubilo porque una vez tuve una baja muy larga y casi acabo convertido en todo un experto en el comportamiento del guepardo en la sabana». Le entendí perfectamente. Porque es que hay que jubilarse para comprender que de los múltiples vicios que pueden engendrar la ociosidad vespertina, entre los más perniciosos y retorcidos también figura (por pasmoso que resulte) el de convertirse en un adicto empedernido a los documentales de animales de La 2. Y, claro, el día menos pensado acabas por encontrar irresistible a la gacela Thompson, igual que Gene Wilder, en la famosa película de Woody Allen, vivía perdidamente enamorado y amancebado con una oveja.

¿Se puede caer más bajo? Se puede. Tengan en cuenta que en el deporte nacional de la pérdida de tiempo se encuentran ustedes ante una atleta consumada. Una plusmarquista mundial, me atrevería a decir. El día que lo hagan olímpico, voy a morder la medalla de oro con más gula que Nadal.

Estoy calentando en la banda

Así que en cuanto me vi con muchas horas libres por delante, sin ningún viaje inminente y con un ataque de pereza mental considerable, en lugar de ponerme a estudiar alemán, como hace una amiga con bastante más juicio que yo, a profundizar en los entresijos de la novela rusa o a reflexionar, como habría hecho el gran Oteiza, sobre la 'Variante ovoide de la desocupación de la esfera', me planté frente al televisor con una mezcla de curiosidad y mala conciencia (porque yo soy una indolente que encima se siente culpable) a ver la primera telenovela de mi vida.

Miento. La segunda. Porque cuando viví en Barcelona me enganché a 'Betty la fea', la auténtica, la colombiana. Y al terminar juré que nunca más… Hasta que di con 'La Promesa'. La pillé ya empezada, buen argumento para haber abandonado el empeño de seguir una trama de la que no sabía de la misa la media. Y, sin embargo, en la novela rusa no, pero en semejante insustancialidad me sumergiré hasta el gaznate.

Recuperé todos los capítulos emitidos, me puse al día… Y, ay amigos, pregúntenme lo que quieran, porque a estas alturas y después de más de 500 episodios, soy una auténtica erudita en la materia. Sé más de Jana Expósito y de los marqueses de Luján que ellos mismos. De hecho, estoy calentando en la banda por si algún secundario se pone enfermo. Me siento perfectamente capaz de sustituirlo. Aunque, entre nosotros, confieso que últimamente mi principal pasatiempo es reírme de las tremendas incoherencias que cometen los guionistas con tal de estirar el chicle.

En mi defensa, y por si algún ingenuo todavía piensa que tengo algo de intelectual, suelo decir que la sigo viendo por Eva Martín, excelente actriz que defiende con gran solvencia el doble y difícil papel de marquesa y asesina en serie. Pero lo cierto es que la verdadera razón de mi insistencia (la veo en el móvil si estoy de viaje y hasta de extranjis si estoy en el extranjero) es que se ha convertido en una especie de dulce láudano amodorrante que consigue hacerme olvidar, al menos por una hora, la cruda realidad que nos rodea. El día que le pongan fin (si es que eso llega a ocurrir) voy a pasar un mono que ni el de un yonqui.

En fin. Leo en Google que la primera regla en la vida de una mujer se llama menarquia y se produce normalmente entre los 10 y 15 años, cuando todas las partes del sistema reproductivo han madurado y funcionan conjuntamente... No sé cómo podríamos denominar la primera regla no escrita en la vida de una mujer jubilada, esa que se produce normalmente entre los 60 y los 65 años, cuando todas las partes del sistema reproductivo han caducado y lejos de funcionar conjuntamente va cada una a su bola… El día en que, de arrepentido, sin nada mejor que hacer, te plantas en el sofá dispuesta a tragarte 'La vida secreta de los koalas' o, aún peor, 'La Promesa'. Quizás deberíamos llamarla 'menoparquia'. Y reírnos mucho de ella.

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