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África y Asia llevan tiempo siendo los continentes donde más crece la Iglesia católica tanto en número de fieles como en la cantidad de sacerdotes, religiosos, monjas y seminaristas. Durante el pontificado de Francisco también ha aumentado la presencia de representantes de estas comunidades eclesiales en el Colegio Cardenalicio, que resulta hoy mucho más internacional. De los 133 purpurados menores de 80 años y, por tanto, con derecho al voto, que participarán en el cónclave que se inicia este miércoles, hay 23 que provienen de Asia y 18 de África. Mientras que constituiría una sorpresa mayúscula que el próximo obispo de Roma hubiera nacido en el África negra, sí que hay candidatos de peso entre los cardenales asiáticos para suceder a Bergoglio, que consideraba que en ese continente está «el futuro de la Iglesia».
Esa frase se la dijo el fallecido Pontífice a un cardenal que tiene opciones de convertirse en el nuevo Pontífice. Se trata de Luis Antonio Tagle, de 67 años, pro-prefecto del Dicasterio para la Evangelización y cuyo nombre está presente en las listas de 'papables'. Tagle aúna el conocimiento de la Curia romana con la experiencia pastoral, pues fue arzobispo de Manila, donde recibió a Bergoglio durante su viaje a Filipinas en 2015, cuando se dio el mayor baño de multitudes de su pontificado al congregarse seis millones de personas en la misa que presidió. La candidatura de Tagle podría no obstante verse frenada por su edad, relativamente joven para ser Papa, sus problemas de gestión al frente de Cáritas Internationalis y las enemistades que se ha ganado en América Latina por su trabajo en el 'ministerio' vaticano encargado de las tierras de misión.
Proviene también de Filipinas, el país con mayor número de católicos de Asia con más de 80 millones de fieles, otro cardenal que ha llamado la atención durante las congregaciones generales, las reuniones previas al cónclave. Se llama Pablo Virgilio Siongco David, tiene 66 años, y es obispo de Kalookan y presidente del episcopado de su país. Políglota y volcado en los más desfavorecidos, acaparó los titulares de los medios al oponerse a la guerra contra la droga impulsada por el expresidente Rodrigo Duterte debido a las continuas violaciones de los derechos humanos que supuso.
Si el cónclave decide poner su mirada en Asia, otros candidatos a tener en cuenta podrían ser el arzobispo de Colombo (Sri Lanka), Albert Malcolm Ranjith, de 77 años, con experiencia en la Curia romana y de posiciones conservadoras, y el salesiano Charles Maung Bo, de 76 años, arzobispo de Rangún, quien ha ocupado diversos cargos de responsabilidad en la Iglesia asiática y destacó por su trabajo a favor de la reconciliación nacional en su país, Myanmar (antigua Birmania). También está incluido en las estadísticas vaticanas entre los cardenales asiáticos, aunque nació en Italia hace 60 años, Pierbattista Pizzaballa, patriarca latino de Jerusalén y cuya elección como obispo de Roma constituiría un potente mensaje de atención hacia Tierra Santa y Oriente Medio.
La fe en minoría
«Jesucristo fue asiático», responde Gregory Ramon D. Gaston, rector del Pontificio Colegio Filipino de Roma, cuando se le pregunta si ha llegado la hora de un Papa proveniente de ese continente, algo que no sucede desde el siglo VIII. «La mayoría de las grandes religiones han nacido en Asia y por eso sus habitantes están muy ligados a la fe», destaca Gaston. El sacerdote indonesio Kenny Ang, profesor e investigador del departamento de Teología Dogmática de la Pontificia Universidad de la Santa Croce de Roma, sostiene que un Papa asiático aportaría la experiencia de vivir la fe en minoría. «Es algo que ocurre con los católicos de Corea del Sur, Japón, Sri Lanka, Myanmar o en mi país, Indonesia. Pese a las dificultades, ser minoría te ayuda a vivir tu identidad católica y a sentir la universalidad de la Iglesia», dice Ang. Pone como ejemplo lo que ocurre en Indonesia, la nación con el mayor número de musulmanes del mundo pero donde no para de crecer la cifra de católicos. «Somos ya más de ocho millones de feligreses, más que los de Irlanda, Reino Unido o Austria», explica.
La elección de un obispo de Roma asiático probablemente contribuiría a impulsar la difícil relación entre la Santa Sede y China. Aunque no tienen lazos diplomáticos oficiales desde 1951 con la victoria de Mao Zedong, ambos países establecieron en 2018 un acuerdo que permitió desatascar el nombramiento de obispos en territorio chino. El pacto propició que fueran confluyendo las dos comunidades católicas existentes en el país: la llamada Iglesia patriótica, controlada por el régimen de Pekín, y la clandestina, fiel a Roma. «Frente a la habitual defensa china de las consideradas como injerencias extranjeras, el pacto supone un reconocimiento implícito de la acción de la Santa Sede en su territorio como un sujeto internacional», sostiene Agostino Giovagnoli, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad Católica del Sacro Cuore.
Una idea de cómo podría ser el futuro del catolicismo en el gigante asiático se desprende de la experiencia en Filipinas de la diáspora china. «Muchos de ellos son católicos. Regentan centros comerciales donde abren capillas en las que celebran misa sacerdotes chinos. Ofician en inglés, filipino y chino hasta once misas los domingos y siempre están llenas de cientos de fieles. Es algo muy bueno tanto para los clientes como para los empleados de las tiendas», cuenta el rector del Pontificio Colegio Filipino de Roma.
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