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Arantza Furundarena
Jueves, 10 de abril 2025, 00:07
México es un país sísmico y huracanado. De una intensidad abrumadora. Una tierra capaz de lo mejor y de lo peor, llena de contrastes y ... de gente a la que le encanta hacer ruido. Cierto es que, como sostiene el catedrático Jesús G. Maestro en su magnífico artículo 'El ruido no te hará feliz', la afición a meter bulla es ya tendencia global. Pero en el Caribe mexicano, donde ahora me encuentro, yo diría que la cosa se acentúa. Aquí uno contrata a un mariachi para que le ronde toda la noche y el de la casa de al lado todavía tiene que estar agradecido de que le brinden una jarana sin pagar un peso. Aquí la fiesta es prioritaria. Y aunque resulte molesta, protestar es de mal gusto.
En semejante contexto no es de extrañar que en esta tierra los gallos campen por sus respetos. Abundan los de pelea. Pero el gallo que a mis vecinos les quita el sueño no es de pelea. Este las mata cantando. Aniquila al contrincante a base de minar su moral con un penetrante y continuo quiquiriquí, sin despeinarse la cresta. Es un pasivo agresivo de tomo y lomo. Alguien lo dejó un buen día en un terreno abandonado pero cercado. Imposible sacarlo sin incurrir en allanamiento de morada. Así que ahí anda el tío a sus anchas, altanero, muy seguro de sí mismo... Yo creo que, como dicen aquí, «este se cree hecho a mano».
Por sus dimensiones de pavo de Navidad y su portentoso timbre le hemos apodado 'Pavorotti'. Y él hace honor a su nombre entonando el 'Nessun Dorma' justo en el momento en que el humano acaba de coger el sueño. Eso sí, por el día se echa a la bartola el muy pendenciero. Tiene que reponer fuerzas para seguir dando la matraca con alevosa nocturnidad. Porque eso de que el gallo canta al alba es una leyenda urbana. Algunos la anuncian con tres y cuatro horas de adelanto. Por eso quizás el ave de los relojes de pared es el cuco y no el gallo. El gallo está en las veletas. Él es de natural veleidoso. Da la hora cuando le sale del pico.
A mí los gallos de Cozumel nunca me han molestado. Es más, hasta me parece que otorgan cierto ambiente rural a la isla. Pero, claro, es que ninguno me canta al oído, como les ocurre ahora a mis vecinos. Así que como el dueño no aparece ni da noticias, están maquinando eliminarlo. Sí, quitarlo del medio. Como a Jana en 'La Promesa', solo que aquí sin traicionar la esencia de la trama ni caer en el ridículo… Puestos a fantasear, estremece descubrir el imaginativo criminal que todos llevamos dentro. Les he oído hablar de secuestrarlo y enviarlo a la otra punta de la isla, de retorcerle el pescuezo, de emborracharlo de día para que de noche duerma la mona, de darle maíz envenenado, raviolis rellenos de matarratas… Esto último creo que ya lo han probado, pero 'Pavorotti' está cada día más orondo. Y es que lo que no mata engorda.
A mi derecha, tengo a otros vecinos sin plumas ni cresta que también dan la matraca. Ya digo que es tendencia. Y estos sí, me cantan al oído. Pertenecen a una asociación tipo Alcohólicos Anónimos, redimidos de la bebida y las drogas, que no digo yo que no sea muy loable. Lo que no alcanzo a entender es la necesidad de organizar rituales con arrítmicos tambores y desafinados himnos para celebrar su abstinencia. ¡Pero si hasta tocan (o creen tocar) la flauta! Puro surrealismo mexicano.
A estos también ha habido alguna noche especialmente jaranera en la que, igual que mis vecinos con 'Pavorotti', he pensado eliminarlos… Como a Jana en La Promesa, pero no precisamente de un tiro. Si así de ruidosos son de abstemios no quiero ni imaginar cómo habrán sido de beodos. Y sin embargo he fantaseado con la idea de corromperlos uno a uno para que vuelvan a darse a la bebida y la asociación se disuelva. De momento he optado por una opción más civilizada. Hace unos días fui a presentarme para saludarlos, felicitarlos por su magna obra y de paso rogarles que moderen su entusiasmo. Me han pedido disculpas y hasta la fecha están muy tranquilos.
Por cierto, mientras escribo estas líneas suena a lo lejos un quiquiriquí vespertino de 'Pavorotti'. Creo que está calentando la voz para el concierto de esta noche. Pletórico y en plena forma. Pueden dormir (ustedes sí) tranquilos. Ningún animal ha resultado lastimado durante la redacción de este artículo.
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