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Los más de 1.400 millones de católicos que hay en el mundo están estos días pendientes de lo que decidan 133 personas, los cardenales ... menores de 80 años y, por tanto con derecho al voto, que han confirmado su participación en el cónclave que, partir del miércoles, elegirá al sucesor del Papa Francisco, fallecido el 21 de abril a los 88 años de edad. La tarea que tienen por delante no es para nada fácil. Deberán votar al nuevo obispo de Roma bajo la sacudida que han supuesto los más de 12 años de pontificado de Jorge Mario Bergoglio, un período de cambios y apuesta por una Iglesia de puertas abiertas que no ha gustado a todos. De hecho, los purpurados se encerrarán en la Capilla Sixtina divididos entre aquellos que consideran que debe encontrarse un candidato que continúe con el legado del Papa argentino y los que, por el contrario, piensan que ha llegado la hora de un aspirante que baje el ritmo de las reformas y se preocupe más por las cuestiones doctrinales y menos por las aperturas pastorales. Para aumentar aún más la dificultad, será el cónclave más numeroso y heterogéneo que se recuerda: los 133 votantes provienen de 70 países diferentes y apenas se conocen entre ellos. De hecho, en las congregaciones generales los purpurados llevan colgada una tarjeta de identificación donde está escrito su nombre y país de origen. Francisco impulsó una gran internacionalización del Colegio Cardenalicio al dar entrada a representantes de Iglesias minoritarias y periféricas, pero brindó pocas oportunidades para que los purpurados estrecharan lazos y fueran preparando el terreno de cara al momento en el que tuvieran que buscarle un sucesor.
Ese objetivo ha sido el primordial de las nueve congregaciones generales celebradas durante las últimas dos semanas, los encuentros de cardenales previos al cónclave y que vienen convocándose en el Vaticano desde el día después del fallecimiento de Bergoglio. En estas reuniones participan tanto los purpurados electores como los que tienen más de 80 años y quedan excluidos para las votaciones en la Capilla Sixtina. Ese hecho propicia que sean los más veteranos quienes, a menudo, maniobren entre bambalinas para impulsar a uno u otro candidato. No le faltan 'kingmakers', como se conoce a esos cardenales, a uno de los grandes favoritos para convertirse en el Papa número 267 de la historia de la Iglesia católica. Se trata del cardenal italiano Pietro Parolin, de 70 años, quien ha ejercido durante el pontificado de Bergoglio el cargo de secretario de Estado, el 'número dos' de la jerarquía vaticana. Diplomático de carrera, con experiencia como nuncio apostólico (embajador de la Santa Sede) en Caracas y muy conocido entre sus hermanos del Colegio Cardenalicio por su multitud de viajes internacionales, Parolin podría aglutinar los votos de quienes consideran que tras el terremoto que ha supuesto Bergoglio, hace falta ahora un tiempo para decantar los cambios y rebajar la tensión entre las diversas almas que componen el catolicismo. También contaría con el apoyo del sector más conservador, en el que no despunta ningún candidato con tirón. «Tengo la impresión de que tendremos un hombre de consenso. Francisco ha sacudido mucho a la Iglesia y ahora la institución necesita paz», señalaba en una entrevista con el diario 'La Repubblica' el cardenal Jean-Paul Vesco, arzobispo de Argel, uno de los purpurados que más claro ha dejado que, a su juicio, no es el momento de un 'Francisco II'.
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Según algunas estimaciones que circulan estos días en círculos eclesiásticos, Parolin podría conseguir entre 40 y 50 votos en la primera votación, habitualmente de toma de contacto y que tendrá lugar en la tarde del miércoles, después de que por la mañana se celebre la misa 'pro eligendo pontífice'. Si se confirmase esa cifra, podría resultar definitiva para que en los escrutinios del día siguiente (dos por la mañana y otros dos por la tarde, siempre que sean necesarios) se produzca el llamado 'efecto avalancha' al aglutinar las papeletas de otros purpurados que se sumen cuando despunte un 'caballo ganador'. La candidatura de Parolin, en cualquier caso, podría verse frenada por el escándalo financiero motivado por la compra de un edificio en Londres con fondos de la Secretaría de Estado, así como por el acercamiento entre la Santa Sede y China, impulsado por él y muy criticado en algunos círculos de la Iglesia asiática.
Si de todas maneras confirmase un paquete de votos consistente, Parolin podría bloquear a otros aspirantes e imponer un tercer nombre en caso de que en esas primeras votaciones nadie alcance los dos tercios necesarios para que haya fumata blanca. Al ser 133 los cardenales que se encerrarán en la Capilla Sixtina, el quórum está fijado en 89 papeletas. Más allá de las preferencias por uno u otro candidato, en lo que se ponen de acuerdo la mayor parte de los purpurados es en que el segundo o tercer día de votaciones, como muy tarde, es probable que haya un nuevo Papa. «El cónclave durará pocos días», afirma el alemán Reinhard Marx. «Se entrará a la Capilla Sixtina con las ideas claras», confirma el salvadoreño Gregorio Rosa Chávez. Todos quieren evitar un cónclave largo, que daría la imagen de un Colegio Cardenalicio dividido e incapaz de encontrar un candidato de consenso.
Aunque Parolin ha sido la 'mano derecha' de Francisco, los purpurados más 'bergoglianos' no terminan de fiarse de él al temer que frene la agenda reformista y se olvide de conceptos como la sinodalidad, la iniciativa del Pontífice argentino para acabar con el clericalismo de manera que las decisiones se tomen tras consultar a todos los bautizados e implicando a los laicos en las responsabilidades. «Hay quien no ha entendido a Francisco, sobre todo entre los europeos», asegura el cardenal peruano Pedro Barreto, presidente de la Conferencia Eclesial de la Amazonia. El problema para el sector del Colegio Cardenalicio que quiere continuar con el camino iniciado por Francisco es que no termina de aglutinarse alrededor de un candidato. Uno de ellos podría ser el filipino Luis Antonio Tagle, de 67 años, a quien Francisco puso al frente del Dicasterio para la Evangelización. El problema para Tagle, además de su edad, relativamente joven para ser Papa, es que se ganó las críticas de algunos pastores de América Latina por su forma de dirigir el 'ministerio' vaticano encargado de las tierras de misión, así como por los problemas destapados durante su gestión en Cáritas Internationalis.
Los lunares de Tagle pueden provocar que el bloque de cardenales 'bergoglianos' se fijen en otros nombres que susciten más consenso, como el del maltés Mario Grech, de 68 años, muy conocido debido a que organizó los últimos Sínodos de los Obispos. Hombre con mostrada vocación al diálogo, no resulta fácil encuadrarlo entre los conservadores o los aperturistas, lo que puede ser un punto a su favor. En caso de que ninguno de los aspirantes citados despunte, los purpurados podrían fijarse en algún 'outsider' con el que desatascar las votaciones en la Capilla Sixtina. En ese escenario ganarían enteros figuras como la del agustino Robert Francis Prevost, de 69 años, prefecto del dicasterio para los Obispos, estadounidense de nacimiento pero con experiencia episcopal en Perú. O la de dos salesianos españoles. Uno de ellos es Ángel Fernandez Artime, de 64 años, y que aúna la experiencia al frente de su congregación con su último período en el 'ministerio' vaticano encargado de la vida religiosa. El otro es Cristóbal López, arzobispo de Rabat de 72 años y que estuvo durante años de servicio en América Latina. Un nombre que también ha salido a relucir tanto en las congregaciones generales como en los encuentros informales de estos días es el del francés Jean-Marc Aveline, arzobispo de Marsella, de 66 años, conocido por su vocación al diálogo en el ámbito mediterráneo pero al que le puede pesar su falta de soltura con la lengua italiana.
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