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La primera vez que la Ostreopsis se convirtió en noticia en Euskadi fue en 2021. Entonces, este alga tropical fue detectada en los arenales donostiarras ... y provocó afecciones en 120 bañistas. Los expertos apuntaron que su presencia inesperada en nuestras aguas se debía al cambio climático. Ahora, el grupo de Ecología Fluvial de la UPV/EHU ha analizado la dinámica de esta microalga en la Bahía de la Concha y ha comprobado la convivencia de dos especies, Ostreopsis siamensis y Ostreopsis ovata, confirmando por primera vez la presencia de la segunda, potencialmente tóxica. En todo caso, los investigadores señalan que, aunque algunas especies de estas microalgas pueden resultar tóxicas para las personas, su alta presencia no significa que el baño sea peligroso.
La Ostreopsis «es un alga microscópica que vive en aguas poco profundas. Algunas de sus especies son tóxicas y pueden causar síntomas como tos, fiebre, irritaciones de la piel o incluso problemas respiratorios leves. Aunque su origen es tropical, el calentamiento de los océanos ha convertido a zonas como la costa vasca en hábitats adecuados para su crecimiento», según comunica la UPV/EHU. En el Golfo de Bizkaia se detectó por primera vez en 2007. Entonces su presencia «era esporádica, pero hoy en día es común que estas microalgas florezcan masivamente en nuestro litoral durante el verano». No tienen por qué generar problemas, pero en 2020 se registraron los primeros casos de intoxicación en Lapurdi y en 2021, los ya señalados en San Sebastián. No hubo rastros de su presencia en Bizkaia.
Un equipo del laboratorio de fitoplancton de la UPV/EHU ha realizado un estudio sobre la proliferación de este organismo en la Bahía de la Concha. «Hemos analizado su presencia en dos puntos: en el oeste de Ondarreta y en el este de la Concha. El objetivo era conocer su desarrollo en ambos sitios y detectar los factores responsables de que esta microalga haya crecido tanto en Donostia», explica el investigador Yago Laurenns Balparda.
El estudio ha revelado que la Ostreopsis abunda más en Ondarreta. «Los dos puntos en los que hemos cogido las muestras son bastante similares en cuanto a temperatura, corriente, viento y salinidad. Lo que los distingue es el sustrato: el fondo de Ondarreta está completamente cubierto por rocas de diferentes tamaños donde hay una gran cantidad de macroalgas, que son uno de los lugares favoritos de la Ostreopsis para crecer». En cambio, casi todo el fondo de la Concha «es arena; hay pocas rocas y macroalgas. Por lo tanto, el sustrato no es tan favorable para el desarrollo de la Ostreopsis».
Sobre cómo puede afectar la presencia de este organismo a los bañistas, el biólogo puntualiza que el hecho de que esta microalga abunde en nuestras costas no significa que el baño sea peligroso. «A pesar de que las muestras recogidas en los veranos de 2022 y 2023 indiquen una presencia masiva de la Ostreopsis en la Bahía de la Concha, durante esos años no se registraron casos de intoxicación» en las playas donostiarras. «Conviene seguir haciendo mediciones, para conocer el nivel de concentración de esta alga y tener controlada la situación, pero su abundancia no siempre es razón de alarma. Que haya mucha Ostreopsis no supone que la toxicidad sea alta».
La Ostreopsis está presente en regiones tropicales y templadas de todo el mundo y se han reconocidos trece especies (siamensis, lenticularis, ovata...) que en ocasiones conviven en el mismo hábitat, así, en el Mediterráneo coexisten la Ostreopsis siamensis y la Ostreopsis ovata. Este estudio de la UPV/EHU viene a confirmar precisamente la presencia de la segunda, la ovata, que es tóxica, en la Bahía de la Concha. «Es algo novedoso, dado que hasta ahora solo se habían publicado investigaciones en las que se había detectado la especie inocua siamensis». Laurenns Balparda apunta que «antes se podía suponer o dar por hecho que también había ovata, porque a priori es la única especie tóxica de Ostreopsis en la Península Ibérica. Sin embargo, no se podía confirmar. Nuestro estudio ha sido el primero en probarlo».
Pero todavía hay incógnitas por resolver. No se ha podido determinar en qué proporción está presente cada una de las dos especies, la siamensis y la ovata. «Se parecen mucho y no se pueden diferenciar ni a vista de microscopio. Hemos podido confirmar que muchas de las cepas de las células que hemos aislado de las muestras recogidas en las playas eran ovata gracias a estudios moleculares, pero estos análisis no nos permiten saber cuál de las dos especies abunda más», explica Laurenns Balparda. De ahí la necesidad realizar más investigaciones, «para saber de forma más completa qué otros factores pueden afectar a su crecimiento y toxicidad, y poder implementar alguna tecnología que ayude a determinar qué especie predomina».
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