Olona, el retorno del Jedi
Hace más de treinta años nos aseguraron que las ideologías habían muerto. Fue justo después de la caída del Muro de Berlín. La noción atávica ... de la izquierda y la derecha comenzó a desdibujarse y la política mundial inició un nuevo tránsito no exento de impostura. Fascismo y comunismo eran material de desecho, simples matices de una misma pretensión totalitaria. Habíamos entrado en una senda gloriosa, un mundo más civilizado, ecléctico en lo político y en lo económico, tolerante e integrador en lo social.
A partir de esa hora, a su manera revolucionaria, muchos pensamos que era posible que la historia hubiese detenido al fin su trágico vaivén pendular. Pero hete aquí que, a río revuelto, la noria ha vuelto a ponerse en marcha y los que hoy son, vuelven a ser los que estaban. Porque, así como verdaderos comunistas no ha habido nunca y los que así se definen no pasan de ser simples nostálgicos de un pasado errático, fascistas ha habido siempre y, de un tiempo a esta parte, exhiben con renovado orgullo su ideología retrógrada, ensoberbecidos por el apoyo de nuevas mayorías emergentes cuyo descontento social y económico consiguen patrimonializar con la demagogia populista de siempre.
La única novedad es que sus líderes han cambiado. Ya no visten uniforme militar ni llevan el bigote recortado, ahora son atractivas señoras, elocuentes profesionales, mujeres emancipadas de clase media acomodada, quienes recogen el testigo agitando viejos y nuevos espantajos, como el miedo al inmigrante o al relativismo moral, para surfear una ola de neoconservadurismo que recorre el mundo, con el mismo discurso desafiante, fundamentalista y engañoso que se reivindica como «igualitario» mientras hace una cerrada defensa del hombre blanco, cuya imagen victimiza como gran agraviado de la imposición sectaria de los postulados del feminismo que tienen su reflejo en las políticas públicas de los gobiernos de corte progresista, en los que otras damas, no menos atractivas, elocuentes, liberadas y acomodadas, resucitan otros fantasmas del pasado, como la lucha de clases o la necesidad de abolir los roles masculino y femenino tradicionales.
Marine Le Pen, Giorgia Meloni, Isabel Díaz Ayuso, Cayetana Álvarez de Toledo o Rocío Monasterio pertenecen a ese lobby antifeminista, al que Macarena Olona, 'enmoñada' y de blanco, en plan princesa Leia en su particular 'Retorno del Jedi', acaba de sumar su recién creada fundación, dispuesta a promover una «iniciativa popular por la igualdad» que no estorbe a Abascal, alumbrando un engendro, un nuevo feminismo de ultraderecha que empodera a la mujer que defienda que el poder real sigue siendo «cosa de hombres», y que Olona piensa utilizar para combatir la «ideología de género criminal» que se propaga desde el Ministerio de Igualdad donde reina su archienemiga, Irene Montero. Cóncavo y convexo. Para una todo es machismo, para la otra perversión del 'hembrismo'. Mientras el resto nos dedicamos a dejar vivir y a intentar seguir viviendo.
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