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José Luis Pérez Mogena, junto a su esposa y sus dos hijos, durante una celebración. Fotografías del álbum familiar

«Sólo se habla de Carrero pero aquel día asesinaron también a mi padre»

50 aniversario ·

Cuando ETA acabó con la vida del delfín de Franco, mató también al escolta Juan Antonio Bueno y al conductor del vehículo, José Luis Pérez, cuyo hijo cuenta su historia

Sábado, 16 de diciembre 2023, 00:28

José Luis Pérez Grados tenía 7 años el 20 de diciembre de 1973. «Empezaban las vacaciones de Navidad. Era el último día de clase y yo tenía una función. Cuando terminó, me extrañó mucho que no vinieran a recogerme mi madre ni mi padre». A la puerta del colegio madrileño donde estudiaba se presentó un tío materno y al pequeño José Luis le entró un mal pálpito. Entre los familiares que se arremolinaban a aquella hora esperando la salida de los niños, no se hablaba de otra cosa. ETA había matado aquella mañana al presidente del Gobierno, el almirante Luis Carrero Blanco.

El conductor, con su hija de la mano, llegando a casa del parque móvil.
Imagen - El conductor, con su hija de la mano, llegando a casa del parque móvil.

«La muerte de Carrero Blanco. El asesinato de Carrero. Siempre se cuenta así», reconoce José Luis, hijo de José Luis Pérez Mogena, el conductor del coche del almirante. Murió junto a él en uno de los atentados más recordados de ETA, al igual que el escolta Juan Antonio Bueno. El próximo miércoles se cumplen 50 años. La fuerte explosión de una bomba en un túnel excavado bajo la calzada hizo saltar el coche donde viajaban los tres por encima de los edificios cercanos y dejó también algunos heridos entre los vecinos y viandantes. Si algún atentado de ETA marcó la historia de España, fue este. Y el magnicidio, también, dejó el mismo reguero de familias rotas y de víctimas, quizá, especialmente olvidadas. José Luis Pérez Mogena y Juan Antonio Bueno.

«Mi padre tenía 42 años. Era funcionario y trabajaba adscrito a Presidencia del Gobierno». Había logrado la plaza en el parque móvil de los ministerios ocho años antes y llevaba tres al volante del coche del presidente del Gobierno. «Era el conductor habitual de Carrero. Unos días antes habían estado en San Sebastián», recuerda su hijo. «En mi casa no había miedo. No se creía que ETA pudiera hacer algo así», apunta. Ese es uno de los argumentos, la desorganización y falta de preparación de la banda en se momento, que ha cimentado las numerosas teorías conspirativas sobre el magnicidio. «Mi impresión es que aquello fue algo más que un simple atentado de una banda terrorista. Creo que hubo algo más», admite Pérez Grados. «Se hace difícil pensar que pudieran hacerlo solos. Creo que hubo algo detrás de ETA. No sé quién y me da igual. Se ha hablado del propio régimen, que no estaba contento con Carrero, o del Gobierno americano». A él le llama la atención que «en una zona acomodada y con tantos porteros nadie se diera cuenta de que estaban cavando un túnel y metiendo explosivos».

«Una familia feliz»

La cercanía del lugar del atentado con la embajada americana, donde el secretario de Estado americano, Henry Kissinger, estuvo de visita pocos días antes, alentó la teoría de la implicación o la aquiescencia de la CIA. Nunca llegó a comprobarse que ETA tuviera ayuda externa. Lo único sobre lo que no hay dudas es la autoría material, que correspondió al 'comando Txikia' de la banda, que lo reivindicó y cuyos integrantes se ocultaron durante un mes en Madrid. El atentado quedó inmortalizado en la célebre película 'Operación Ogro', el nombre que los etarras dieron a los preparativos.

Sea como fuere, para las familias de las tres víctimas mortales, todo cambió en cuestión de segundos. «Mi padre era una persona normal, que se ocupaba de su trabajo y su familia. Yo tenía 7 años y mi hermana apenas 4. Era un buen marido y un buen padre. Amigo de sus amigos. Éramos una familia feliz». Y, entonces, la explosión. «Mi tío, con los ojos llenos de lágrimas, fue quien me dijo que mi padre había muerto», confiesa. Su madre se hundió. «Le afectó muchísimo. Estuvo mucho tiempo fuera de combate. Se hundió profundamente, se aisló y ya sólo se preocupó de cuidarnos a nosotros», recuerda.

Pérez Mogena era funcionario y llevaba 8 años como conductor del parque móvil, los últimos con el almirante. Tras su muerte, su viuda «se hundió muchísimo»

Sin su padre, la situación económica de la familia no era fácil. La pensión de viudedad que le correspondió a su madre era muy exigua. Dos años después del atentado, el Estado les concedió la gestión de una Administración de Lotería en Madrid, donde su hijo sigue trabajando en la actualidad.

«El terrorismo se ha llevado a muchísima gente y la inmensa mayoría son desconocidos. Mi padre y el escolta lo son pero también tantos guardias civiles, militares, civiles y niños», se duele. Por eso hace un hueco para EL CORREO en la locura del trabajo de un lotero a semana y media del sorteo de Navidad. Y cuenta la historia de su padre y de la brutal «onda expansiva» que golpeó a su familia. «Hace falta que se conozcan estas cosas».

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«Sólo se habla de Carrero pero aquel día asesinaron también a mi padre»