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Moisés Bayano posa en su casa de San Sebastián, con la foto de su padre en primer plano. Iñigo Arizmendi

«Que quien mató a mi padre pueda ser edil es una barbaridad»

40 aniversario ·

Moisés Bayano cuenta por primera vez el asesinato de su progenitor, José Antonio, un hostelero vitoriano asesinado por ETA en 1983

Domingo, 3 de diciembre 2023, 00:44

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Moisés cumplía aquel día 18 años. Vivía con su abuela materna, como siempre desde que tiene memoria, en la localidad navarra de Bera. A los seis años había perdido a su padre en un accidente de tráfico. Fue ella misma quien le contó en aquel cumpleaños una historia increíble. Tanto, que decidió hacerlo con un gesto. «Ya eres mayor de edad. Es hora de que sepas esto», le soltó, sin previo aviso, acercándole un recorte de periódico amarillento. «ETA asesina a balazos a un hostelero vitoriano», titulaba el diario aquel domingo de noviembre de 1983. Tenía 43 años y se llamaba José Antonio Bayano. Era su padre.

«¿Qué es esto? ¿Pero qué es esto?», fue lo primero que balbuceó Moisés en el comienzo de una bronca gigantesca con su abuela «porque me había mentido». Fue un golpe muy duro. «Me fui a la habitación a llorar y entendí muchas cosas». Recuerda todavía con detalle lo que le contaron el día del atentado pese a su corta edad. «Que mi padre había tenido un accidente de tráfico y que estaba muy grave en el hospital. Yo quería ir a verle pero no me dejaron». Poco después le dijeron que había muerto y le llevaron al entierro en Alarba, muy cerca de Calatayud. «Fui al funeral con mi abuela y mi madre. Me recuerdo dejando unas flores en la tumba. Y que a la vuelta no paraba de llover todo el camino».

José Antonio Bayano tenía dos locales nocturnos muy conocidos en Vitoria, desde una sala de fiestas «donde llegó a tocar Julio Iglesias» a un club con barras americanas. Aquella madrugada del 26 de noviembre de 1982, venía de cerrar el Liberty, que estaba en la N-1, y se disponía a hacer lo mismo en el Barbacoa, a tres kilómetros de la capital alavesa. Dos etarras le esperaban en la parte trasera y le acribillaron con cinco disparos antes de que bajara de su vehículo. La Policía encontró cuatro de los casquillos de calibre nueve milímetros Parabellum.

Por este atentado

Se condenó a 29 años al etarra Agustín Muiños, 'Tinin', que fue de número 6 por Bildu en Legutiano

La banda se atribuyó el crimen en un comunicado en 'Egin' donde mezcló algunos de sus pretextos habituales: le acusó de ser confidente de la Policía y miembro de Fuerza Nueva. La familia no tenía constancia de amenazas previas, pero las crónicas de la época detallan que un local hostelero que Bayano tuvo con anterioridad, El Rincón, fue atacado en 1980 después de que una organización juvenil de la izquierda abertzale lo señalara como un lugar «donde van a divertirse policías y gente de Fuerza Nueva».

Nacido en la localidad aragonesa de Alarba, José Antonio Bayano era un hombre hecho a sí mismo. «Vino con una mano delante y otra detrás. Todo lo que consiguió lo hizo él mismo. Era muy cabezón. Si quería algo, se empeñaba hasta lograrlo», describe. Los recuerdos que guarda con él su hijo son de días en que se escapaba a mediodía del colegio y su padre le llevaba a comer a la cofradía de pescadores de Hondarribia.

Moisés y su padre, José Antonio, montados en su coche. Álbum familiar

A cuentagotas

«No he querido profundizar en esta historia hasta el domingo pasado», reconoce Moisés con sinceridad. «No sabía hasta ese día quién le había matado. Se presentó a concejal por EH Bildu en Legutiano. Es una barbaridad que pueda ser edil», critica. «¿A los de Seguridad les piden no tener antecedentes y este podría ser hasta diputado? No lo entiendo», añade su hijo. El miembro de ETA Agustín Muiños Díaz, 'Tinin', fue condenado en 1985 a 29 años de prisión por el asesinato de Bayano y ocupó, en las últimas elecciones municipales, el número 6 de la plancha de Bildu. Tras la polémica destapada por Covite, renunció junto a otros seis exetarras con delitos de sangre. «Cinco balas, ¿eh? No le valía una», se duele. «Ni olvido ni perdono», zanja.

En la cuadrilla de Moisés son más de una veintena y sólo cuatro conocían, hasta hace muy poco, su historia. «La he contado con cuentagotas. A mi mejor amigo. A otro que es ertzaina. Hace poco grabé un vídeo y lo mandé al grupo de la cuadrilla y así se lo conté al resto», detalla. ¿Por qué ahora? «Por digerirlo yo mismo». Nunca había contado su historia en un medio de comunicación.

Secreto familiar

A Moisés le contaron, hasta que tuvo 18 años, que su padre había muerto en un accidente de tráfico

Moisés tiene un hijo de 10 años y no ha dudado en hacer las cosas como le hubiera gustado que las hicieran con él. «Mi hijo sabe lo que le pasó a su abuelo, claro. Entenderá lo que pueda por su edad, pero no se lo he ocultado. Un día le llevaré a ver la tumba», cuenta.

Como sucede con todas las víctimas de los 80, la familia estuvo muy sola y lo pasó mal en los primeros años. Los locales decayeron y se traspasaron o cerraron. «Luego llegó alguna indemnización por el asesinato. Yo suelo decir que mi padre me ha seguido ayudando hasta después de muerto porque he podido hacer algunas cosas gracias a él», valora.

Afincado en el barrio de Gros en San Sebastián, Moisés ha hecho su vida «al margen de la política, viendo más las personas que las ideas políticas que tienen». En su cuarto tiene pintado un árbol de la vida -una representación gráfica de la familia y los mejores amigos- donde su padre ocupa un lugar principal. Sabe bien que, desde hoy, definitivamente, su historia dejará de ser un secreto.

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