Acechan las sombras
Sólo la decrepitud acabó con Franco. El hecho biológico determinó el final de una larga dictadura que hundía sus raíces en la destrucción violenta de ... la legalidad democrática republicana y en un enfermizo culto a la personalidad. Que expirara en la cama no impidió la transición a la democracia, pero sí delimitó sus márgenes. Moldeó unas reglas de juego que excluían, por ejemplo, una consulta popular específica sobre la forma política del Estado; dejando intactos, también, los principales entramados represivos del extinto régimen.
No obstante, se produjo lo esencial: se devolvió la soberanía a quien es su legítimo titular, y las instituciones que de ella se derivaron hicieron posible, no sin dificultades, el reciclaje que permitió homologar a España con su entorno. La adhesión en 1986 a la que entonces era Comunidad Económica Europea culminó formalmente ese proceso.
Medio siglo después de la muerte de Franco la desmemoria expele una añoranza viscosa. La democracia liberal se bate en retirada en medio mundo, erosionada en parte por la incapacidad de quienes la gestionan para resolver los problemas más acuciantes que rebajan las expectativas básicas de la ciudadanía. La zozobra ha parido monstruos a lo largo de la historia, y nuevas camadas campan ya a sus anchas.
Los más sesudos analistas exprimen su talento a la búsqueda de explicaciones. Puede que la respuesta no requiera tanto desvelo: está en la calle, al alcance de cualquiera. Y la realidad no muta pasándola simplemente por el tamiz ideológico de los impasibles, sino transformándola a mejor.
Los nuevos populismos de saldo, más vigorosos a la derecha pero igualmente encabritados a la izquierda, sólo excretan palabrería. Por eso son tan peligrosos, porque nunca solucionan nada y agitan antagonismos cainitas para que el odio ahogue la convivencia. Más aún si, además, abogan por el autoritarismo como sinónimo de orden y de la exclusión como norma de coexistencia.
La dictadura de Franco encarnó la negación brutal de los derechos más elementales de las personas. Arrasó España de la mano de nazis y fascistas, retrasó la modernización del país e imposibilitó su incorporación a la construcción europea hasta bien tarde. Sólo se puede añorar semejante régimen si se fue beneficiario del mismo o se padece alguna patología antidemocrática.
Es bueno el inconformismo como herramienta de cambio a mejor, son virtuosas la autocrítica y la voluntad de enmienda de quienes por acción u omisión no han sabido responder a las demandas de una parte creciente de la ciudadanía. En ese toma y daca cívico debe encauzarse el futuro. Abjurando de raíz de las pesadillas del pasado disfrazadas de futuro promisorio, respetando al que piensa diferente, haciendo que la democracia sea transparente y resolutiva.
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