«Que la izquierda diga que no hay problemas con la inmigración da munición a la extrema derecha»
Lamenta que la izquierda no aborde ciertos debates porque «vendrán otros, adoptarán su discurso y lo impondrán»
David Guadilla
Domingo, 7 de septiembre 2025, 00:09
Zakariae Cheddadi tiene 30 años. Nació en Marruecos y cuando tenía ocho años llegó con sus padres a España. Aquí se ha formado. Estudió Sociología ... en la UPV/EHU y se sacó el doctorado. Una trayectoria que, como él mismo reconoce, no es habitual, al menos por ahora. Partidario de impulsar un «islam europeo», más liberal, pide a las instituciones que no dejen la política migratoria al albur de los acontecimientos, que tomen decisiones. Denuncia las posiciones «implacables», las que «criminalizan» a todos los musulmanes, pero también alerta sobre las «impecables», las que no ven ningún problema y caen en un cierto «buenismo» porque dan alas a la extrema derecha. Cheddadi, quien subraya que ha sufrido «actitudes racistas que no se pueden imaginar», pide a los inmigrantes un esfuerzo para integrarse.
- ¿Hay islamofobia en España?
- Sí, aunque de momento de baja intensidad. Hay un discurso que identifica a los musulmanes y al islam como un problema para la organización social. Y si no se toman decisiones políticas puede haber un problema en el futuro.
- ¿Qué decisiones?
- Hace falta un trabajo de integración social, en el que por parte de la sociedad autóctona haya un compromiso para integrar a esas personas; y por parte de los que llegan con otros orígenes y culturas tiene que haber una responsabilidad para que contribuyan al sostenimiento de la sociedad.
- ¿Qué deberían hacer las instituciones?
- En España es difícil porque es un Estado aconfesional, pero se debería debatir, tutorizar, aunque igual suene un poco fuerte, qué tipo de islam se quiere construir en este país.
- ¿A qué se refiere?
- Es un debate general en Europa. Siempre se ha hablado de crear un islam europeo que sea capaz de emanciparse de las prácticas de culto que hay en los países de procedencia de los emigrantes: de Pakistán en el Reino Unido, de Marruecos en España. Pero no es sencillo.
- La realidad es que sucesos como los de Torre Pacheco o Jumilla evidencian que hay un caldo de cultivo proclive a que se encienda la mecha.
- Claro, la política migratoria o de integración no se puede dejar que vaya sin más, que las cosas fluyan como hasta ahora sin tomar decisiones. Porque eso permite que haya partidos que lo conviertan en un problema político.
- La mayoría de las encuestas señalan que Vox gana apoyos.
- Vox está siendo bastante inteligente y aprovecha que PSOE y PP no tienen una política migratoria clara. Más allá de la idea de que la inmigración tiene que estar orientada al mercado laboral. Ya, ¿pero qué hacemos con la convivencia?
- En esa visión de la inmigración como fuente de trabajadores se apuesta por la inmigración regular, por el talento...
- Creo que son discursos un poco surrealistas. Tenemos una inmigración vinculada con la hostelería, con los servicios domésticos... Es la que nos toca, y no creo que sea muy fácil dirigir qué tipo de inmigración queremos.
- Hay quien al analizar la presencia de musulmanes en España habla ya de «guerra cultural».
- Claramente. Lo que tengo claro es que se tiene que renovar el discurso político. Tanto por parte de la derecha como de la izquierda. Para hallar soluciones, flaco favor hacen tanto las posiciones implacables como las impecables.
«Posturas impecables»
- ¿A qué se refiere con lo de «posiciones impecables»?
- Pues a las que tienen el PSOE, Podemos, Sumar... Decir que aquí no hay ningún problema, que todo es instrumentalización... Eso no ayuda a nadie, tampoco a las personas que llegan de fuera. La mayoría de los inmigrantes vienen a trabajar y no les interesa para nada los problemas. Pero, como entre los autóctonos, algunos son buenos y otros son malos. Y cuanto más demos la espalda o no veamos los problemas que surgen con la parte mala de la inmigración, será peor.
- ¿Se peca a veces de un cierto buenismo?
- Es que ahora mismo la política migratoria se debate entre los que piensan que todos los inmigrantes de origen musulmán son malísimos y los que creen que no pasa nada. Y es verdad que para contrarrestar el mensaje de la extrema derecha hay ciertos colectivos que sí entran en el buenismo, en posicionarse en el multiculturalismo, en la diversidad cultural, étnica, en todo lo maravilloso que puede llegar a ser ese mundo, que muchas veces es más utópico que una realidad. Y cuando hacemos eso, dejamos de lado lo que sucede en las calles, en la vida cotidiana. Obligas a la gente a comprar un discurso u otro. Y es más factible que la gente compre el de la extrema derecha, el de vamos a parar esto.
- ¿Se está equivocando la izquierda a la hora de hacer el análisis de la sociedad?
- La izquierda debería preguntarse por qué criminaliza ciertos debates. Vox los instrumentaliza y criminaliza, pero eso no quita que no haya debates que se tengan que dar: el del velo o el del papel de la mujer... Si tú abandonas ciertos debates vendrán otros, adoptarán su discurso y lo impondrán. Y cuando lo hagan, será con sus reglas. La posición de que no hay ningun problema, de que solamente hay unos islamófobos que quieren atacar nuestras libertades religiosas, no es certera y no es positiva para los inmigrantes.
- Ha mencionado la cuestión del velo y el papel de la mujer.
- Es que con lo del velo sucede lo mismo que con la inmigración, el debate esta muy polarizado. Hay quien dice que es un problema y otros un elemento de emancipación de las mujeres musulmanas en la sociedad occidental. Pero ninguna de las dos opiniones explica bien lo que sucede en la vida cotidiana. Creo que la mayoría de quienes lo llevan lo hace por cuestiones religiosas, pero no caigamos en los prejuicios, porque la religión es un elemento de superidentidad que engloba muchas cosas. No podemos criminalizar a las mujeres que llevan velo pensando que lo hacen porque su pareja o sus hermanos les obligan a hacerlo. Hay muchas que lo llevan como un símbolo de identidad, para diferenciarse de las europeas. Es un tema complejo. Lo que hay que garantizar es que las que lo llevan lo hacen porque quieren hacerlo.
- ¿Prohibiría el burka y otro tipo de prendas similares?
- Lo prohibiría. Creo que es un menoscabo integral de los derechos de la mujer. No es positivo ni siquiera para la propia integración social, pero tampoco creo que sea un problema aquí ahora mismo.
«Desamparo social»
- Se alude al miedo de parte de la sociedad, a gente que ve cómo sus barrios de toda la vida cambian ante la llegada de personas con otras culturas, religiones...
- Sí, pero hay que ser humildes y reconocer que eso no tiene que ser islamofobia o racismo. Cualquier persona prefiere vivir con algo que le es familiar, culturalmente conocido. Que la gente tenga una cierta preocupación al ver que la sociedad está cambiando es normal. El problema es cuando vamos de superiores y queremos etiquetar siempre esos recelos como algo negativo, porque eso provoca un desamparo social en esas personas que ven que las cosas están cambiando. Las instituciones tienen que darles un respaldo, aunque sea moral, porque, si no, es munición para la extrema derecha.
- A eso se añade la vinculación que se hace entre inmigración o delincuencia, apuntando a colectivos muy determinados.
- Sí, a los menores no acompañados. La percepción social cuenta y es muy importante. España es uno de los países más seguros del mundo, pero la sensación entre la gente es otra. Hay que hacer pedagogía política. Ese discurso de que los menores roban, se llevan las ayudas ha calado. La mayoría de esos jóvenes vienen a trabajar, a ganarse la vida, pero la gente en la calle observa también ciertos comportamientos que no se alinean con lo que dice la izquierda, sino con lo que dice la extrema derecha. Si los políticos no combaten lo que no funciona, todo se convierte en generalización y en una percepción social negativa.
- ¿Se está haciendo correctamente la integración de esos menores?
- Es un tema complicado. Se ha creado un discurso en el que nadie quiere a esos menores, y eso tampoco ayuda a su integración. Eso hace que vayan con el freno de mano a la hora de relacionarse con la gente de aquí, lo hacen solo con los de sus países y eso se convierte en un círculo vicioso.
- ¿Y cómo se rompe?
- Abordándolo desde todos los frentes. Con políticas más punitivas para los reincidentes, con políticas de acogida... La media de los jóvenes que viene ronda los 15-16 años. Y con solo un par de años no puedes trabajar un itinerario de integración tan grande como el que necesita una persona que acaba de llegar aquí sin nada, sin una red social. Y aunque las diputaciones siguen colaborando hasta que tienen 21 años, eso no es suficiente. Hay que tener en cuenta que un porcentaje es gente que viene maleada de sus países, que ha vivido en la calle, en una situación de alta precariedad.
- Hablaba antes de los deberes que también tienen que hacer los inmigrantes.
- Por lo menos cumplir las leyes, que, por otra parte, es lo que hace la mayoría. Hay un reto pendiente por parte de un sector minoritario de los inmigrantes, que es seguir avanzando en ese reto de la integración, cultural, social... Creo que cuanto más te centres en tu grupo de origen haces un flaco favor a la percepción social que se construye por parte de la sociedad y la opinión pública. Si no te relacionas o no colaboras, das alas a que crezcan los prejuicios, porque si la gente no tiene con quien comparar, se va al móvil, a las redes sociales, y ahí el discurso está envenenado.
- ¿Cuál es el mayor desafío al abordar la cuestión migratoria?
- Los inmigrantes de segunda generación, ese es el mayor desafío que hay. Es gente de origen musulmán, cuyos orígenes están en otros países pero que se han socializado aquí. Tienen mayores dificultades a la hora de construir su identidad porque no encuentran aceptación por parte de la sociedad occidental, pero tampoco comprensión en los países de sus padres porque para ellos es una cultura foránea.
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