Me gusta cuando me das la razón
Pablo Casado tiene razón. En su posicionamiento contra los indultos está completamente equivocado. Los indultos son legales, están dentro de la Constitución y respetan la ... separación de poderes. Y además, favorecen la convivencia en Cataluña y la unidad de España. Creo que nunca tenían que haber pisado una cárcel los líderes independentistas. Pero esta es otra historia.
En lo que tiene razón el líder popular es en reñirnos por el peso que hemos dado a las posiciones de empresarios y obispos las últimas semanas porque coincidían con las nuestras. Es verdad que los empresarios y los miembros de la sociedad civil que arroparon al jefe del Ejecutivo, Pedro Sánchez, en el Liceo de Barcelona no representan a nadie. Y es verdad que los obispos catalanes que se han posicionado a favor del indulto tampoco tienen entre sus funciones representar políticamente a ningún ciudadano.
El problema no es solo la falta de representatividad que tienen actualmente las organizaciones empresariales y la jerarquía eclesiástica. Su penetración en la sociedad y su capacidad de crear capital social está bajo mínimos. Sin ir más lejos, en Euskadi, la Iglesia es la segunda institución en la que menos confían los vascos después de la Monarquía. Y las asociaciones empresariales también están en la cola de la confianza ciudadana por detrás incluso de los partidos políticos.
Ignacio Sánchez-Cuenca publicó hace tiempo un libro sobre la desfachatez intelectual en el que denunciaba la falta de pudor y de datos con la que intervenían escritores y literatos en el debate político intentando sentar cátedra. Defendía que tener el don de escribir bien no aportaba más criterio para que sus posiciones políticas se convirtieran en faro de autoridad en el debate político. Lo mismo se puede decir de empresarios u obispos cuando se salen de su ámbito de actuación.
Desde la izquierda y la trinchera progresista se está comprando, porque les dan la razón en esta ocasión, la presencia pública de actores que no deberían intervenir en el debate político. Los que han aplaudido a la clase empresarial y a la jerarquía eclesiática por mojarse con los indultos, que no se quejen cuando se pronuncien en otros temas políticos contra sus posiciones políticas, que suele ser lo más habitual.
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