Zúrich, la ciudad que rompe tópicos
Sus habitantes aseguran que es la urbe más 'mediterránea' de Suiza por su inclinación al arte, originalidad y ese echarse a la calle con el buen tiempo del que se es testigo cuando decides conocerla
Iratxe López
Miércoles, 26 de julio 2023
Olvida todo lo que crees sobre Zúrich, las ideas preconcebidas no sirven en la ciudad más grande de Suiza. Probablemente asocies su nombre con un ... destino financiero dominado por bancos, multinacionales y aseguradoras, con altos edificios grises acristalados que ocultan negocios secretos y dinero. Pero esos cristales opacos para quienes observan desde fuera reflejan la cara de una urbe despierta, funcionan como espejo de un mundo que bulle con pulso firme. Nada que ver con el cadáver de diversión que imaginabas, lejos del aburrimiento que hacía bostezar sin conocerla.
Agua y montañas abrazan sus calles, rodean su cuerpo como amantes dedicados. Dos ríos y un lago, con los Alpes al fondo, acarician sus curvas, estilizan su figura, imposible engordar entre tanto achuchón. Da gusto caminar por avenidas libres de gentío, sus habitantes no se acercan ni al medio millón y el turismo evita avalanchas. Ni siquiera en la zona vieja hace falta pelear por el espacio, huir de conversaciones amplificadas, hacer colas que crispan los nervios.
El buen nivel de vida expulsa a unos cuantos pretendientes dispuestos a la conquista, la selección natural también funciona con la economía, aunque siempre hay opciones para gastar menos y la Zúrich Card ayuda. Pasear sigue siendo gratis, igual que admirar joyas arquitectónicas. Imbuirse de ambiente está de rebajas, basta emular a los vecinos que despliegan pareos sobre los parques, que traen del hogar sillas y mesas plegables e instalan la barbacoa. Desde esa posición privilegiada, sentados en el petril tras descorchar una botella, aguardan la caída del sol sobre el lago, el momento en que la luz se difumina y el paisaje queda reducido a un juego de luces y sombras.
La ciudad no es lo que esperas. Donde unos piensan edificios modernos y capitalismo, añadimos zonas industriales reconvertidas y sostenibilidad, la mágica y creativa Zúrich West. Donde otros asfaltan pavimento, plantamos césped cercano al agua, rutas senderistas. Donde algunos añoran mar, nosotros aplaudimos colchonetas de agua por el río, dejarse llevar por la corriente, aventajados nadadores capaces de enfrentarla, piscinas naturales para disfrutar del verano. Donde hay quienes solo intuyen cerebros matemáticos, enfrentamos arte en las fachadas, en las calles, en los 50 museos y 100 galerías disponibles (magnífico el Kunsthaus, encantará el montaje de luces y música Turicum Pixelwald). Creadores del dadaísmo. Edificios de espectacular diseño como el Pavillon Le Corbusier. Casas en las que los balcones se mueven a lo largo del día como girasoles, buscando el sol. Rutas artísticas en bicicleta eléctrica (https://www.zuerich.com/en/visit/tours-excursions/e-bike-public-art-tour).
DATOS PRÁCTICOS
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Información www.zuerich.com/en
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Documento de viaje DNI
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Seguro médico Válida la Tarjeta Sanitaria Europea
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Huso horario El mismo de España.
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Moneda Franco suizo (CHF).
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Vuelos Swiss Air.
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Zúrich Card Los 53 euros que cuesta la tarjeta por 72 h. compensan (hay de 24 h. por 27). Solo con los viajes ilimitados y algún museo, la amortizas. Puedes subir al autobús, tranvía, funicular, teleférico, barco y tren (también desde el aeropuerto). Y ofrece descuentos en tiendas y restaurantes. (https://www.zuerich.com/en/zurichcard).
Todavía hay quien, al imaginar Zúrich, solo apunta nombres como UBS o Credit Suisse Group. Sin embargo, rescatamos los de muchos habitantes ilustres: Albert Einstein, Tristan Tzara, James Joyce, Richard Wagner, incluso Lenin, que vivió en una casa de la calle Spiegelgasse sobre la que, por cierto, ahora ondea una bandera ucraniana. La supuesta frialdad de los suizos desaparece endulzada por su trato y por mucho, mucho, chocolate. El viajero regresará a casa consciente de su antiguo error y de una premisa esencial en la vida, no juzgar antes de conocer.
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LO QUE NO ESPERAS
Arte en la comisaría
Asomas la nariz con precaución mientras entran y salen miembros del cuerpo de policía. ¿En serio puedo entrar?, es la pregunta que surge en tu mente. La respuesta, «sí», de 9:00 a 11:00 y de 14:00 a 16:00 horas, salvo domingos. Nada de fotografías, claro, te encuentras en la sede de la Guardia Regional de la Policía Municipal, la Amtshaus I («Blüemlihalle»). Increíble el espectáculo, luminoso, casi fosforescente. A Gustav Gull, antiguo arquitecto municipal, le encargaron reconvertir un orfanato y decidió que el techo abovedado de la bodega fuese el vestíbulo. En 1922 lanzaron un concurso de artistas locales para aportar alegría a aquel espacio lúgubre. Ganó Augusto Giacometti, sus dibujos florales y patrones geométricos, representaciones de talladores y carpinteros (artesanos), astrónomos con magos (científicos) y campesinas, miembros esenciales para construir una sociedad unida.
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LO QUE ESPERAS
Arquitectura especial en la Ciudad Vieja
Recovecos escondidos, casas medievales, edificios levantados por y para los gremios o templos nutren juntos la Old Town. Son signos del pasado en una Ciudad Vieja jamás destruida por las bombas (Suiza se ha mantenido neutral en las contiendas mundiales). Allí se siente el pálpito de la historia. Frente a las torres gemelas del campanario de la iglesia de Grossmünster que, cuenta la leyenda, Carlo Magno decidió levantar en la ubicación de las tumbas cavadas para Félix y Régula, patrones de la ciudad. El reloj de la de Peterskirche, con la esfera más grande de Europa. O los famosos vitrales de Giacometti y Chagall en la iglesia de Fraumünster.
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LO QUE NO ESPERAS
Cabaret Voltaire
«Pinta ciervos la esperanza, nutren las vías sabia y purpurina», el verso podría haberlo escrito un poeta dadaísta en 1916 dentro del Cabaret Voltaire, pero lo hemos creado nosotros en pleno 2023, obedeciendo a sus normas (o a la carencia de ellas). Fue un 5 de febrero de aquel año cuando el local abría al mundo y a este movimiento nacido en la urbe. Opuesto a las convenciones establecidas. Creado para construir destruyendo. Allí expresaron Tristan Tzara y otros su apertura a un arte sin barreras. «El ojo a velocidad reducida / mastica fragmentos de sueño», firmaría, esta vez sí, el autor de origen rumano. En el local puedes tomar algo, conocer la pequeña biblioteca y visitar una exposición. Impera la originalidad, tanta que cada dos o tres meses la cafetería inferior cambia de diseño.
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LO QUE ESPERAS
Paseo en barco por el lago
Abarca 90 kilómetros cuadrados, así que recorrerlo lleva su tiempo. Depende del que tengas, la ruta de navegación puede extenderse desde la hora y media a jornada completa. Parte de Züric Bürkliplatz (See) y cuenta con paradas (si vas a conocer el Lindt Home of Chocolate, una buena opción es tomar la corta y bajar en Kilchberg; después regresa al centro en autobús). La perspectiva desde la cubierta cambia. La orilla dorada alberga las mejores casas pues disfruta más horas de sol, tampoco es que sean baratas las de la orilla de plata. Salpicados por la costa hay hoteles y chalés que provocan envidia, deportistas practicando paddle surf o piragua, espacios donde tomar el sol y bañarse. Piscinas naturales que nacieron, allá por el siglo XIX, para facilitar la higiene de la población y prevenir tifus o cólera, aunque ahora obedezcan al ocio.
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LO QUE NO ESPERAS
Un baño en el río
James Joyce acostumbraba a sentarse a pensar en la confluencia de los ríos Limago y Sihl. Nosotros preferimos hacerlo tumbados sobre la toalla, en espacios preparados para el baño: Unterer Letten y Oberer Letten, por ejemplo. ¿El agua, qué tal? De temperatura, entre fresquita y buena; respecto a la higiene, limpia porque viene del lago. Para llegar, sigue la corriente hacia Zúrich West desde la orilla opuesta al Museo Nacional (atentos a la fusión antiguo-nuevo de este edificio que no convence a todos los habitantes). Las plataformas saldrán a tu encuentro. Y las cabañas donde cambiarse y ducharse, las hamacas en las que descansar, los bares al aire libre que animan la zona. Todo gratis salvo las tabernas, obvio. Una maravilla, así que a este viaje lleva bañador. Instrucciones a la hora de entrar en el agua: río significa corriente, corriente significa que para nadar a la contra, y pretender avanzar, debes estar preparado, porque lo habitual es mover brazos y piernas sin desplazarse un centímetro. ¿Entonces, qué gracia tiene?, mucha. Habrá que descender por unas escaleras y dejarse llevar nadando o flotando hasta otras. ¡Genial! Hay socorristas, así que tranquilidad.
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LO QUE ESPERAS
Maestros del chocolate
A los suizos les encanta el chocolate, se han ganado el segundo puesto en el ranking de mayores consumidores del mundo (9,7 kilos por cabeza al año). Doblan el empacho por habitante de España, donde solo parecemos capaces de engullir 4,5 anuales (puesto 16). Visitar el museo Lindt Home of Chocolate en Kilchberg es obligatorio, por eso y porque, además de aprender la historia sobre la 'bebida de los dioses' (hay audioguías en español), disfrutarás varias degustaciones. Recalcamos lo de varias porque hay visitantes que lo dan todo en el primer encuentro con el manjar. Probarás chocolate líquido a cucharadas, onzas vertidas desde un dispensador mientras tu mano aguarda ansiosa, recolección de cosecha de bombones y, cuando creas que todo ha acabado, detallito azucarado para el adiós. A la fuente de chocolate más grande del mundo, que encuentras al entrar, ni te acerques, abre la boca solo por la sorpresa. Curiosidades aprendidas, los mayas compraban un conejo con 30 gramos de cacao. El chocolate se usaba para calmar males como la diarrea, el sarampión y el dolor del parto. A Hernán Cortés y los habitantes del Viejo Mundo aquel descubrimiento les pareció agrio, repulsivo y de aspecto abominable… de ahí que añadieran azúcar.
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LO QUE NO ESPERAS
Un Picasso mientras bebes el cóctel
Piccaso de Pablo, sí. A tu espalda. Mientras sujetas un Aurora, combinado de ginebra, sake, limón, pepino, bitter y sauco preparado por su inventor, el coctelero Christian Heiss. Te saldrá a 22 francos suizos aunque, cuando sepas qué otros cuadros harán compañía a la copa, los darás por bien empleados. Un Miró, un Chagall, un Matisse... ¡allí mismo, a tu alcance! Estarás sentado en el Café Kronenhalle. En su restaurante, las obras se suceden, de hecho, dicen que el plato principal cuelga siempre de la pared. Abrió en 1924 y se convirtió en hervidero de pintores, escritores y arquitectos. Por allí pasaron Coco Chanel, James Joyce, Richard Strauss, Max Frisch o Friedrich Dürrenmatt, entre otros. Hulda y Gottlieb Zumsteg, sus propietarios, se aseguraron de que todos los artistas tuvieran un plato en la mesa a precio reducido e incluso gratis. Algunos pagaron con sus obras cuando ni siquiera sabían su futuro precio, así que bohemia y dueños engordaron a su modo. El Aurora, por cierto, delicioso.
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LO QUE ESPERAS
Naturaleza a la vuelta de casa
Suiza y montaña hacen pareja, forman parte de uno de esos matrimonios unidos para siempre. Si te gusta andar o quieres conquistar las mejores vistas, Albishorn, Hochwacht, Felsenegg y Üetliberg son los miradores más famosos de la cordillera Albis. Recomendamos una excursión. Comienza desde la estación de tren Zürich HB, para tomar el S10 hasta Üetliberg. Sigue la 'Ruta Planetaria' en la que cada metro recorrido equivale a un millón de kilómetros del sistema solar. Dura entre una y dos horas. En Felsenegg baja en teleférico a Adliswil. Puedes sumar bus para ir el Lindt Home of Chocolate (aquí todos los caminos llevan allí, no a Roma) y regresar al centro en barco. Que prefieres los funiculares, otro balcón con vistas a la ciudad aguarda tras tomar el Polybahn en el casco antiguo para subir a la ETH. Considerada la segunda mejor universidad de Europa (sexta del mundo), allí estudió y dio clase Einstein. Asómate a su hall, por cierto, para admirar la arquitectura.
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LO QUE NO ESPERAS
El Ave Fénix del barrio industrial
El oeste de la ciudad fue antaño un nido de fábricas e industrias que ha mudado de oruga a mariposa. Sorprende la Torre Prime, segundo rascacielos más alto de Suiza (126 m.); la Escuela Superior de Arte en el Toni Areal, su colección gráfica de más de 500.000 objetos posters, diseños, artes aplicadas y gráficas; o el Viaducto del tren construido en 1894, bajo cuyos 36 arcos aguarda Markthalle Im Viadukt, repleto de restaurantes y tiendas. Lo que antes fue una nave de los astilleros es ahora el Teatro de Zúrich. Lo que moría como explanada yerma renace como el Jardín de Frau Gerold, una mezcla de luces de colores, banderines, coches convertidos en maceteros, botas en floreros, contenedores en barras de bar y huerto urbano. Hasta puedes tratar de mantenerte con la tabla sobre la ola en Urban Surf. Un derroche de imaginación en el que ahogar con gusto el reloj de arena para que no pasen los granos. Cita imprescindible la de Zúrich West, sin duda. Acércate a pie o en el tranvía 4 (asistirás a un paseo cultural de museos, esculturas y murales). Ya tarde, si te has dejado raptar por el ambiente, puedes volver a la estación de Zürich HB en dos minutos gracias al tren.
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LO QUE ESPERAS
Civismo y vida ordenada
Solo en un país donde se enseña que cumplir las normas ayuda al bien común podrás pasar la mañana o la tarde jugando al ajedrez gigante en la Plaza de los Tilos (Lindenhofplatz) sin que desaparezcan sus monárquicas piezas. Hasta ella suben muchos en busca del jaque. Compiten en este emplazamiento al que los turistas acuden por la panorámica. Solo en un país donde se anima a los niños a ir al colegio sin compañía de adultos desde los 5 años para que aprendan a ser responsables e independientes (a veces madres y padres les siguen de lejos) o donde los jóvenes tiran a la papelera la basura tras una reunión de amigos, el respeto al mobiliario urbano deja de ser una utopía. Claro que esto sucede en el décimo país más seguro del mundo, según el Índice de Paz Global 2020 del Instituto de Economía y Paz (IEP).
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LO QUE NO ESPERAS
Un rascacielos hecho con contenedores
Contenedores marítimos, de los que usan los barcos. A ellos nos referimos, los típicos que aparecen en las películas de acción cuando dos coches a más de 200 por hora atraviesan las calles sin embestir milagrosamente a nadie y pegan el último volantazo en el puerto, justo antes de precipitarse al agua. Un total de 19 (26 m.) otorgan esbeltez a la Torre Freitag, tienda insignia de los bolsos de esa marca, creados desde 1993 por los hermanos Daniel y Markus Freitag a partir de lonas de camión, cámaras de bicicletas y cinturones de coche reciclados. Nacieron porque uno de ellos, arquitecto de profesión, acostumbraba a desplazarse en bici y no conseguía mantener secos sus trabajos cuando llovía. Ecodiseño puro y duro, el de los bolsos y el del edificio a cuya terraza puedes subir para admirar las vistas.
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LO QUE ESPERAS
Mayoría protestante
Asociamos la reforma protestante a Lutero y Alemania, pero Suiza contribuyó a ella con nombres como Calvino en Ginebra o Ulrich Zwingli en Zúrich. El cisma respecto al catolicismo comenzó a causa de diferencias irreconciliables, aunque estallaría por una barbacoa de salchichas el 9 de marzo de 1522. A grandes rasgos, varios descontentos las cocinaron y comieron en plena Cuaresma. Zwingli pronunciaría dos semanas después un sermón incendiario asegurando que en ninguna página de la Biblia aparece la prohibición; reclamaba libertad. Cinco siglos después, sorprende entrar en las iglesias sin adornos donde lo importante es el púlpito desde el que comunicar la palabra del libro sagrado, el resto de elementos se consideran distracciones. Curioso resulta, sin embargo, que cada barrio ha mantenido una iglesia protestante y una católica para facilitar ambos cultos. Eso sí, la protestante más alta.
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LO QUE NO ESPERAS
Los rinconcitos de cuento se suceden en la ciudad
No nos hemos equivocado de foto, a esto nos referíamos al asegurar que Zúrich no resulta como creías. Encontrarás edificios de oficinas, claro, pero también instantáneas que podrían ilustrar páginas de un relato con héroes estilo Guillermo Tell. Gentes que lucen el aspecto perfecto para sentarse frente a un ordenador y otras que optaron por rastas y hablan de esa ciudad alternativa donde bohemios y artesanos conviven con empleados de banca y seguros. Las cifras advierten que los primeros van ganando terreno (45%). Así que, viaja con la mente abierta, dispuesto a encontrar músicos callejeros frente a ventanales tras los que teclean con puntual constancia oficinistas. Violinistas que regalan acordes junto al lago. Y una mezcla de 170 nacionalidades.
Qué comer
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Rösti: muy típico, se suele servir como acompañante. Elaborado a base de patatas que se fríen y se terminan de cocinar al horno.
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Zürcher Geschnetzelte: ternera con champiñones en salsa de crema.
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Malakoffs: Bolas de queso rebozadas y fritas.
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Raclette: Queso fundido con carne, patatas o embutido.
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Älplermagronen: macarrones con nata y queso, acompañados de compota de manzana.
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Hüppen: galleta enrollada rellena de chocolate normalmente.
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Birchermüesli: copos de avena, leche condensada, almendras y zumo de limón.
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Zuger Kirschtorte: Bizcocho con crema de cereza cubierto de azúcar glass.
Dónde comer
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Zeughauskeller (Bahnhofstrasse 28A), Zunfthaus zur Waag (Münsterhof 8) y Restaurant Zum Kropf (In Gassen 16) son los lugares a los que debes acudir si buscas comida tradicional.
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• Fischerstube Zürihorn (Bellerivestrasse 160). Situado sobre un embarcadero a la orilla del lago, cenar mientras disfrutas del atardecer es un lujo.
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• Nooba Europaallee (Europaallee 12). Si te gusta la comida oriental, lo adorarás. Puedes pedir como plato único un pad thai cuando no andes bien de dinero.
Dónde dormir
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Ruby Mimi Hotel. Moderna opción en el centro, a dos minutos de Zürich HB, cuenta con estancias donde tomar gratis té y café. Si eliges no hacer la habitación, te invitan a una copa en su precioso bar-cafetería. (https://www.ruby-hotels.com/en/hotels-destinations/zurich/ruby-mimi)
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