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Una excursión para disfrutar del primer día que se puede salir de Euskadi

Faros, bosques, castilllos... para darse una vuelta por Cantabria, La Rioja, el Valle de Mena y Navarra

Viernes, 7 de mayo 2021

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  1. Santoña (Cantabria)

    Luz sobre la bahía

CHUCHI PLA

Unos presos lo edificaron y otros lo renovaron. El faro del Caballo es el destino de una ruta circular que garantiza unas vistas excepcionales sobre el Cantábrico. Aguarda escondido entre rocas, como un secreto inconfesable o el amante cuidado con celo. Sobre la costa recortada, encima de aguas turquesas que rompen monótonas su espuma contra la piedra. El Faro del Caballo es la peca que salió un buen día a los acantilados del monte Buciero. Esa mota traviesa que adorna el rostro de la bahía de Santoña con su peculiaridad. Setecientos escalones dan acceso a este símbolo de luz. Setecientos para bajar primero y otros tantos que subir después.

  1. Cabezón de la Sal (Cantabria)

    En el jardín de los gigantes

JAVIER ROSENDO

Hay que dejar atrás Cabezón de la Sal y encaminarse por la carretera dirección a Comillas con el ánimo de los pioneros de finales del siglo XIX. Entre la magnanimidad del Cantábrico y los rugosos Picos de Europa, el Monte Cabezón cobija un ejército de secuoyas de primera generación que el Nuevo Mundo remitió como secreto de vida. En tan solo 2,5 hectáreas, el tamaño de tres campos de fútbol, la naturaleza se muestra virgen, inhóspita y seductora y permite saciar el afán aventurero que todos llevamos dentro. Haría falta un volumen considerable para describir toda la belleza y el simbolismo esotérico que encierra esta auténtica maravilla natural.

  1. Oña, Merindades (Burgos)

    Senderos para caminar

Los benedictinos que allá por el siglo XI fundaron el monasterio de San Salvador en Oña eligieron un terreno muy cerquita del desfiladero del río Oca y bajo las sierras que forman parte hoy del Parque Natural de Montes Obarenes-San Zadornil.En este parque natural hay 23 senderos perfectamente señalizados para adentrarse en la naturaleza y tener unas vistas preciosas desde distintas perspectivas, y solo en el entorno de Oña hay cinco. Son de distinta dificultad, pero si uno no quiere andar subiendo y bajando demasiado, y se plantea más bien dar un paseo tranquilo a la orilla del río y tener de todas maneras la sensación de estar en plena naturaleza, puede optar por recorrer los casi cuatro kilómetros que, desde el monasterio, van acompañando al Oca en su búsqueda del Ebro.

  1. Valdenoceda (Burgos)

    Paseos con sosiego

TURISMO DE BURGOS

Senderos entre bosques y aldeas, templos románicos y mucha calma en la comarca burgalesa limítrofe con Euskadi. Un entorno que aúna un poco de naturaleza, con una ruta a pie de unos pocos kilómetros por un desfiladero, y la visita a una de las iglesias más bonitas de las Merindades: la de San Pedro de Tejada, que encima se ubica en un paraje natural que también tiene lo suyo. Arroyos, encinas, acebos, robles y hayas y aves rapaces, que si el día es bueno, se ven unas cuantas.

  1. Cellorigo (La Rioja)

    Un mirador privilegiado

GIL DE MURO

Para subirse al púlpito de La Rioja no hace falta ser creyente ni estar dispuesto a pronunciar un sermón ante los feligreses.Aquí basta con creer en las buenas vistas y tenerle cierto cariño a la Historia y el legado de sus piedras para encaramarse y disfrutar. El llamado púlpito de La Rioja es uno natural, amplio y despejado, con vistas sobre el valle que atraviesan los ríos Tirón y Oja. Quizá los urbanistas puedan explicarnos por qué razón a alguien se le ocurrió un día poner un pueblo ahí, pero la visión de Cellorigo deja estupefacto al viajero. Parece un gallo que alzara su cresta con insolencia. A la entrada del pueblo hay un cartel de piedra, sujeto por dos pilares de hormigón. Está sucio de líquenes y algo herrumbroso, pero todavía se puede leer. Pone: «La Diputación Foral de Álava al conde alavés D. Vela Jiménez, en el mil ciento aniversario de la batalla de Cellorigo 883-1983». En aquellos tiempos, este pueblo fue escenario de frecuentes contiendas entre cristianos y musulmanes. Todavía se le llama «el castillo» al sitio en el que probablemente se ubicó una fortaleza musulmana, al otro lado de Peña Luenga («la Lengua» para los lugareños).

  1. San Vicente de la Sonsierra (La Rioja)

    Recinto Amurallado

San Vicente de la Sonsierra es conocida por su disciplina, al menos por la que rige a sus 'picaos' cada Semana Santa. Contritos, durante la procesión se golpean con una madeja de algodón. El camino de dos kilómetros por el que transcurre esta agonía espiritual voluntaria recorre el pueblo riojano hasta el castillo, edificio imponente reconocible desde mucho antes de llegar a la localidad. Para disfrutarlo por cuenta propia se ha creado una ruta QR para el móvil con textos leídos en castellano e inglés.

  1. Urbasa (Navarra)

    El hayedo encantado

Basajaun, Mari, Sugaar, los gentiles y otros muchos seres poblaban o pueblan estas enormes extensiones arbóreas en las que es fácil imaginar las historias que durante generaciones se han repetido en las cocinas de los caseríos de los pueblos de La Barranca o en el valle de Ameskoa. El hayedo, situado entre los kilómetros 31 y 32 de la carretera entre Olazagutia y Estella, es un tesoro visitado durante todo el año por curiosos cargados de sus equipos fotográficos que se acercan con la única intención de recoger unas instantáneas de sus protagonistas, las hayas.

  1. Lekunberri (Navarra)

    Un tesoro en la naturaleza

Cara y cruz forman la moneda de un tesoro escondido entre naturaleza, el 'buen sitio nuevo', como anuncia su propio nombre, ése que por culpa de su situación fronteriza fue arrasado y reconstruido varias veces a lo largo de los siglos. Partida por una cicatriz de carretera, su rostro muestra a un lado la cara más moderna, preñada de chalets y adosados donde existir parece deber sencillo; al otro, un casco antiguo que merece tranquilidad de espíritu y vista atenta. Para encontrar cada resquicio. Doblar esquinas. Asomar la nariz. Curiosear el diseño de fachadas, su semblante pétreo.

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