
Jentilbaratza, un castillo sin gentiles
Ataun (Gipuzkoa) ·
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Ataun (Gipuzkoa) ·
Se cuenta que en las montañas en derredor de Ataun vivieron los gentiles hasta la llegada del cristianismo, cuando nació Kixmi. Según las leyendas antiguas ... moraban en la cima de Jentilbaratza, un peñasco vertiginoso erguido en la montaña de Intzartzu, en uno de los costados del singular domo de Ataun, que sin serlo parece el cono de un volcán gigantesco.
De Ataun era el etnógrafo y arqueólogo Joxe Miguel de Barandiaran y allí le contaron, cuando buscaba restos antiguos en Jentilbaratza, que en aquel lugar tan enriscado habían vivido y ya estaban enterrados los gentiles. Barandiaran se interesó siempre por toda clase de relatos mitológicos y de su tierra de Ataun oyó contar que desde aquella atalaya bajaban al valle del río Agauntza lo mismo Mikelatz que Atarrabi, los hijos de la diosa Mari, uno malo, bueno el otro.
Excavando en 1916 bajo los viejos muros que había en Jentilbaratza, Barandiaran no encontró gentiles pero sí restos de comida, cuchillos, puntas de flecha y monedas de cobre medievales. Normal, porque lo que hubo unos cientos de años antes de aquello en Jentilbaratza era un castillo. Le decían el castillo de Ataun y lo mandó derribar en 1378 su propio dueño, Carlos III el Noble, porque no podía sostenerlo, impidiendo así que se lo apropiaran sus enemigos castellanos.
Una de las primeras citas documentales del castillo de Jentilbaratza la podemos encontrar en el tratado 'De Rebus Hispaniae', del cronista Ximénez de Rada, donde lo menciona como castillo de Athavit cuando en 1200 Gipuzkoa pasa de ser propiedad del reino de Navarra al gobierno de la Corona castellana. Pocos años trascurrieron y Jentilbaratza quedó de nuevo en manos de los navarros para vigilar y defender el paso estratégico (Ataun significa puerta o paso) de la calzada de Berraona que desde Ataun cruza la montaña hasta la Sakana navarra.
Allí estaba entonces la llamada «frontera de los malhechores», porque entre un reino y otro se lanzaban escaramuzas robando ganado, asaltando viajeros y apropiándose de lo que fuera con tal de hacer daño al vecino. Y para sus tropelías los castillos de frontera como Ataun o Ausa eran el mejor punto de partida. El historiador Antton Arrieta nos cuenta en 'Euskal Herriko 101 gaztelu' una de aquellas hazañas en la que los navarros se habían llevado nada menos que 26 cerdos hasta el castillo de Ataun para zampárselos allá arriba. Poco creíble sabiendo que subir hasta el castillo es cosa difícil, hay que trepar de modo arriesgado para sobreponerse a los precipicios. Y menos creíble aún si se piensa lo difícil que resultaría poner en orden semejante piara de gorrinos donde a lo sumo cabía una guarnición de una decena de soldados. Porque quien se atreva a escalar entre las encinas que agarran sus raíces al encrespado roquedo de Jentilbaratza verá que donde ahora se sostienen apenas unos muros poca cosa cabe; incluso los moradores de la época debieron tener algún refugio en el collado inferior a falta otro sitio donde estirar por la noche su pellejo.
Nada de los gentiles queda en Jentilbaratza más que los relatos mitológicos. Pero mirar desde allí la abrupta geografía del valle de Agauntza y las estribaciones de Aralar no tiene precio.
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