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Hondarribia (Gipuzkoa)

'Casse-croûte' en la cala de los Frailes

Jueves, 14 de agosto 2025, 20:32

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A los piragüistas de Hendaya les gusta partir de su bien abrigado puerto, cruzar la hermosa bahía de Txingudi, remar por la orilla de la ría del Bidasoa y navegar luego sobre las olas. Navegan un poquito nada más porque ahí, en mar abierto, cuesta más empujar la piragua, siempre rumbo al norte, y en cuanto rebasan el castillo de San Telmo se arriman a las rocas para doblar hacia la ensenada de Asturiaga donde, baño y nadadita mediante, se sientan a comer un «casse-croûte», o lo que nosotros decimos hamaiketako si es de mañana, almuerzan o meriendan.

La playita de Asturiaga se esconde entre rocas puntiagudas, es de piedras redondas y la mayoría de las veces tiene muy poco oleaje. Claro, estando así de resguardada no extraña que vayan a ella a bañarse los piragüistas y tampoco que las embarcaciones romanas la utilizaran como puerto hace dos mil años, menos aún que sea frecuentada como playa nudista por gentes aficionadas al despelote.

Desde que al arrumbar a puerto los pescadores comenzaron a ver en ella, con los pellejos al aire tal cual vinieron al mundo, a tomadores de sol y bañistas, decidieron llamar a aquella calita «Bahía de cochinos». Nada que ver, salvo la apropiación del nombre, con la otra Bahía Cochinos, la Playa Girón donde los yanquis y el FRD (Frente Revolucionario Democrático) intentaron aplacar sin conseguirlo la revolución cubana de Fidel Castro.

El lugar es también conocido como cala de los Frailes. No hay documentación sobre si el resto de edificación que hay en el acceso al lugar pudo ser una pequeña sucursal del convento que los Capuchinos fundaron en Hondarribia en 1663 en el barrio de Amute, pero quizás por ahí le viene ese otro nombre. Asturiaga, Bahía de Cochinos, Cala de los Frailes y también puerto Oiasso, tienen para elegir.

Quizás antes se bañó alguien allí, los romanos no sabremos si lo hacían pero seguro que mercadeaban, aquello se les daba bien, y por eso como se escribió que el puerto de Oiasso andaba por ahí es fácil suponer que la referencia sea a la cala de Asturiaga, un modesto fondeadero en aquel tiempo. Porque ahí los arqueólogos han encontrado cosas que hablan de cultura romana, como restos de embarcaciones y sobre todo los extraordinarios «bronces de Higer», 17 piezas fundidas en bronce, cuatro de ellas representando las cabezas de diosas y dioses que se descubrieron en 1984. Tiene que ser muy emocionante, meterse a bucear en esa cala limpia y tranquila y ver de pronto entre las piedras una estatuilla en miniatura. Pero, aunque pudiera haber más, que nadie sueñe con ese triunfo y se vaya a rebuscar entre las piedras.

Como mucho en Asturiaga se puede ver alguien en pelotas, alguien vestido con neopreno como si fuera un chipirón negro, acaso alguien armado de caña y cesta intentando pescar algún pez. No se verá ahora a los corsarios que anduvieron merodeando y asaltando en estos mares y que motivaron la construcción en 1598 del fuerte de San Telmo -«Ad reprimenda pirataru llatrocinia (para castigar la piratería y el robo)», dice una inscripción en el umbral de su puerta principal- para protegerse de ellos; tampoco a policías camuflados como en el sangriento episodio de 1974 en el que abatieron a tiros a dos etarras que venían del otro lado. De otro que se salvó dijeron que era un confidente infiltrado. ¡Anda que no han sucedido y suceden cosas en los 60 por 43 metros que ocupa una playa bañada por aguas a veces tranquilas!

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