La ONU, según China
Naciones Unidas ofrece a Pekín un foro para legitimarse como superpotencia
Cabe reconocer a esta última Asamblea General de la ONU, la del 80 aniversario, una sustancial mejora de su imagen ante la opinión pública internacional. ... Lejos de aquella percepción de un muermo institucional que parasita en los conflictos, hemos podido apreciar algo tan obvio como que la impotencia tantas veces atribuida a la organización no deviene de su estructura, comprometida con los objetivos fundacionales, sino de los intereses de las principales potencias que marcan su rumbo y operatividad. No es propiamente la ONU la que más falla.
La vivacidad de esta sesión se ha traducido en la abierta manifestación de las diferentes percepciones en cuanto a las tendencias internacionales y los conflictos (como las guerras en Ucrania y Gaza), evidenciando con rotundidad la paradójica quiebra y hasta el relevo en la defensa de un orden internacional basado en reglas. Sorprendentemente, un grupo minoritario de países liderado por el presidente Trump parece haberse desentendido de la ONU mientras acusan a China de querer cambiar el orden internacional.
China concede una importancia estratégica a la ONU, que no es solo retórica, se manifiesta en varios pilares clave de su política exterior. Por ejemplo, en la defensa del multilateralismo, del que se presenta como principal valedor. Y esto importa en un momento de creciente unilateralismo y tensiones geopolíticas. Pekín afirma seguir creyendo en la ONU como piedra angular del sistema internacional, lo que le permite, entre otros, promover un mundo multipolar que excluya un dominio hegemónico (implícitamente, de Estados Unidos). También la defensa del principio de no interferencia; la Carta de la ONU respeta la soberanía nacional, un principio que China invoca constantemente para oponerse a las críticas sobre su política interna.
En los últimos años, ha sumado otros elementos de valor. Por ejemplo, la consideración de la ONU como una plataforma principal para alentar su liderazgo global, un marco especialmente propicio para proyectar su imagen de potencia responsable y constructiva. Al anunciar en esta asamblea que no buscará un nuevo tratamiento especial y diferenciado de la OMC como 'país en desarrollo' o la aceleración del compromiso en la reducción de emisiones netas de gases de efecto invernadero, con los objetivos de la Agenda 2030, se sitúa en un minúsculo núcleo de vanguardia.
Miembro permanente del Consejo de Seguridad, tal privilegio facilita el impulso de iniciativas propias. Es el caso de la «comunidad de futuro compartido para la Humanidad», que busca alinear la agenda global con su visión, y la Iniciativa de la Franja y la Ruta, que quiere integrar con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. Asimismo, es un actor crucial en las operaciones de paz, se sitúa como el mayor contribuyente de tropas entre los miembros permanentes del Consejo y el segundo mayor contribuyente financiero al presupuesto regular de la ONU y a sus fondos para operaciones de paz.
China utiliza los foros de Naciones Unidas para defender que no existe un modelo único de gobierno o desarrollo, argumentando en contra de lo que considera la imposición de valores occidentales (democracia liberal o derechos humanos). Pero, sobre todo, prioriza la agenda de desarrollo sobre la agenda de derechos civiles y políticos, al sostener que la estabilidad y la prosperidad económica son los derechos más fundamentales.
La ONU es un foro donde China puede construir alianzas y encontrar apoyo entre los países en desarrollo del Sur Global. A través de su poder de veto, asistencia financiera y proyectos de infraestructura, gana influencia y mitiga las críticas de los países occidentales.
Cierto que la relación con la ONU no está exenta de tensiones. Desde la conciliación de su sistema político con los principios defendidos en la Declaración Universal, o las presiones y bloqueos en función de sus intereses nacionales, particularmente en el caso de Taiwán. Pero, para China, la ONU es indispensable. No es un foro diplomático más, sino la plataforma central desde la que legitima su estatus como superpotencia, promueve su visión de un orden mundial alternativo y multipolar, protege sus intereses nacionales clave (soberanía, integridad territorial) e implementa un liderazgo global tangible, especialmente en materia de desarrollo y paz. Su importancia es máxima y su compromiso con la estructura onusina es profundo, aunque, como otros también hacen, a menudo busca moldearla para que se adapte mejor a sus intereses y valores.
La posición de China, favorable a defender la autoridad de la ONU, salvaguardar los propósitos de su Carta, apoyar la mejora de su eficiencia y promover una mayor representación de los países en desarrollo, ha escenificado un cambio de guion que podría profundizarse en próximos años ante el vacío dejado por otros. Frente al avance sostenido de la ley del más fuerte, su apelación a que las reglas internacionales se elaboren sobre la base de consensos extensivos seduce de forma creciente. También aquí, es su momento.
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