
Política y sociedad
La ciudadanía ha perdido la confianza en sus dirigientes. Los excesos ideológicos son incompatibles con los consensos
ricardo echanove tuero
Lunes, 4 de julio 2022, 00:24
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ricardo echanove tuero
Lunes, 4 de julio 2022, 00:24
Veinte reconocidos sabios reunidos en Bilbao no es un acontecimiento que se vea a diario. Y sin embargo sucedió hace unos días entre nosotros: desde ... distintos países fueron llegando para recibir los premios anuales con los que la Fundación BBVA reconoce las más valiosas aportaciones al conocimiento y a la cultura, los Premios Fronteras del Conocimiento. Y fue sin duda un discreto pero brillante acontecimiento científico y cultural de enorme significado, auspiciado como es natural por los gobiernos central y autonómico.
Los ilustres visitantes, paseando por nuestras calles con su gesto sencillo y despistado y su privilegiado talento, parecían inesperados focos para iluminar los tiempos oscuros que atravesamos. Nuestros veinte sabios, sin pretenderlo, se convertían en el mejor testimonio de que más allá del asfixiante y enrarecido clima sociopolítico existe otro mundo, el que de verdad se ocupa de nosotros y está llamado a participar en la construcción del orden nuevo que se anuncia. Nuestros veinte sabios se transforman así, de algún modo, en portadores de esperanza para todos y muy especialmente para la ancha franja de ciudadanos y ciudadanas que peor lo están pasando y que mayor atención, afecto y ayuda necesitan no solo del Gobierno sino de todos nosotros.
Los sabios por sí solos no poseen poder taumatúrgico alguno para librarnos de todos nuestros males. Pero nos transmiten al menos credibilidad en lo que dicen y en lo que hacen. Y personifican además el valor del esfuerzo callado y sostenido, y la humildad y la generosidad, y otros valores de los que nuestra sociedad se ha desprendido quizás demasiado apresuradamente..
Por las mismas fechas nuestros dirigentes políticos dirimían su bronca lucha por el poder en Andalucía manifestando su alarma y extrañeza por el desafecto que muestra una gran parte de los ciudadanos hacia la política y hacia los políticos. Lo extraño es que se extrañen de ello. Los ciudadanos se dan perfecta cuenta de lo que está realmente ocurriendo en el ámbito de la política al margen de postureos y apariencias, de improvisaciones, contradicciones y continuas rectificaciones; de ocultaciones, mentiras y medias verdades. Y la percepción de una parte muy importante de la ciudadanía es que los políticos parecen haber perdido la noción de que la única razón de estar donde están es el servicio a la ciudadanía, pero actúan como si en vez de representantes de nuestra soberanía fueran los auténticos titulares de ella, y por tanto con derecho a perpetuarse en el poder y a hacer y deshacer a su antojo.
Sería estúpido, sin embargo, no reconocer que las pandemias y otras catástrofes naturales que nos han caído encima, y el espantoso añadido final de la brutal invasión rusa de Ucrania han agravado mucho nuestros problemas, y dificultado enormemente la acción de gobernar. Pero sería también un error echar ahora la culpa de todos los males y carencias que España padece a los incontrolables acontecimientos sobrevenidos. Muchos problemas ya existían antes de las catástrofes. Y no estamos solos, nos protege nada menos que la Unión Europea, donde por cierto ingresamos gracias al impulso de los grandes políticos de la Transición hace ya más de cuarenta años. Acabamos de acoger en Madrid la cumbre de la OTAN, que reforzará nuestros vínculos con Europa y con el mundo occidental.
Volviendo a la política interna, debo añadir que el estilo de gobernanza de nuestro Gobierno se apoya en los votos de partidos nacionalistas y otras pequeñas formaciones políticas de extrema izquierda y hasta de turbio pasado. Lo cual, pese a todo, puede ser legal aunque dudosamente ético sobre todo cuando se rasgan teatralmente las vestiduras ante la presencia del grupo de ultraderecha. Distintas varas de medir a la hora de juzgar a las distintas formaciones. Y lo que ya no es admisible es que con ese estilo de gobernanza esté el presidente del Ejecutivo ninguneando y tratando de sacar del escenario político al bloque ideológico que no le es afín pero que es el que puede de verdad apartarle legítimamente del poder. Y no solo no cuenta para nada con él sino que pretende, como un consumado autócrata, que se adhiera incondicionalmente a las decisiones que él tome en solitario. Ese lado falso de la política no gusta a nadie.
Es increíble que, en la situación tan extremadamente delicada en la que se encuentra nuestro país, el Gobierno que debiera ser de todos, en vez de dedicarse a hacer algo serio para unir y arrastrar a la sociedad entera hacia la solución de los grandes problemas, se dedique a ahondar en la brecha de una ciudadanía partida por la mitad. Y no faltarán quienes lleguen a sospechar que a más de un grupo en el poder le va muy bien que sea así.
Por supuesto que la ciudadanía, o gran parte de ella, ha perdido la confianza en sus dirigentes. Y tardará en recuperarla porque los atentados continuos contra las leyes de la democracia, y sobre todo contra el sentido común, acaban pasando una factura muy elevada. Los excesos ideológicos se han demostrado incompatibles con los imprescindibles consensos a los que habrá que llegar para encauzar nuestro futuro. Y esos consensos serían maravillosamente recibidos por la inmensa mayoría de los ciudadanos.
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