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Desde que, en 2009, Rachel Crandall, mujer activista transgénero, impulsó el Día de la Visibilidad Trans, cada 31 de marzo encendemos una luz en mitad ... de la niebla. Una luz para ver, para reconocer y poner en valor. Ayer no solo recordamos a los y las referentes en la lucha por el reconocimiento de las identidades trans. También recordamos que, como sociedad, tenemos una deuda pendiente y una responsabilidad compartida.
Vivimos tiempos complejos. En un momento en que Europa observa cómo crecen discursos que atacan los derechos más básicos, Euskadi tiene que mirar hacia delante. Y hacerlo con claridad: aquí no hay espacio para el retroceso. Ni para la duda. Ni para la tibieza.
Trabajar en la Dirección de Diversidad nos ha dado la oportunidad de acercarnos a muchas realidades. Pero hay una que nos ha tocado especialmente: la de las personas trans, y en particular la de los niños y niñas trans. Acercarnos a esta realidad nos ha ayudado a entender el género como vivencia interna, como experiencia subjetiva que nada tiene que ver con un órgano sexual, y sí con el derecho a ser quienes sentimos que somos. Nos ha ayudado a empatizar con las familias que descubren que tienen un hijo o hija trans y que se abren a un proceso de aprendizaje, lleno de preguntas y lamentablemente en ocasiones con incomprensión social.
Cuánto nos cuesta desaprender y abrirnos a nuevas realidades y comprender lo importante de nuestras reacciones e interacciones en la construcción de la personalidad de niños y niñas que son nuestros vecinos y vecinas. Nos parece imprescindible destacar el trabajo de Naizen, la asociación de familias de menores trans, y de Errespetuz. Su trabajo ha sido clave para el avance de los derechos de todos y todas en condiciones de igualdad. Su trabajo ha sido, es y será muy importante para que Euskadi sea una sociedad más respetuosa, abierta e inclusiva. Porque escuchar y dialogar nos enseña a mirar el mundo con mayor apertura y riqueza.
Desde el Gobierno vasco hemos situado la diversidad en el centro de nuestra política. Porque no hablamos solo de identidades: hablamos de convivencia, de cohesión social, de democracia real. A nivel legislativo hemos dado pasos importantes. En 2015 aprobamos un decreto pionero que regula la documentación administrativa para personas trans, permitiendo así, por primera vez, el uso del sexo sentido en documentos emitidos por la Administración, sin necesidad de haber realizado el cambio registral.
Hace un año se aprobó la Ley 4/2024, de 15 de febrero, de no discriminación por motivos de identidad de género y de reconocimiento de los derechos de las personas trans, que suponía un importante avance respecto de la anterior de 2012, al recoger la libre autodeterminación de la identidad como principio rector y establecer medidas para garantizar derechos y la no discriminación.
Contamos con Berdindu, el Servicio vasco de atención a personas LGTBI, y la red Eraberean impulsada por el Gobierno vasco y catorce entidades sociales para luchar contra la discriminación por origen racial, étnico o nacional y por orientación o identidad sexual e identidad de género. Herramientas de atención y acompañamiento, protocolos contra delitos de odio, formación a profesionales y campañas educativas.
Pero esto no va solo de instituciones. Va de cómo miramos, de cómo hablamos y de cómo educamos. Porque no basta con no discriminar. Tenemos que proteger. No vale con no agredir. Tenemos que acompañar. No es suficiente con 'tolerar'. Necesitamos una sociedad que reconozca, que celebre, que abrace.
Las personas trans no necesitan compasión. Necesitan derechos. Necesitan saber que su existencia no es un tabú. Necesitan que cada insulto no quede impune, que cada duda institucional se convierta en una política clara. Necesitan que estemos. Que no miremos a otro lado.
Y sí, ser es resistir. Porque en una sociedad donde aún hay quien cuestiona tu existencia, simplemente ser ya es un acto revolucionario. Más que nunca, toca que las mayorías nos posicionemos. Que seamos puente. Que no dejemos ni un centímetro de espacio al odio disfrazado de libertad de expresión.
Lo que está en juego no es solo el bienestar de una parte de la ciudadanía. Está en juego el tipo de sociedad que queremos ser. O construimos una Euskadi inclusiva, valiente y justa para todas las personas, o abrimos la puerta a modelos de sociedad ultra, excluyentes, donde la diferencia se castiga y se silencia.
Y no lo vamos a permitir. Tenemos la certeza de que Euskadi será un lugar mejor si cada persona trans puede vivir en libertad, con dignidad y alegría.
Y para eso, estamos aquí.
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