Transformación real o maquillaje
¿De qué sirve invertir 750 millones en ladrillo si el alumnado vasco no remonta en comprensión lectora, ciencias y resiliencia educativa?
Muriel Larrea Laso
Presidenta del PP de Gipuzkoa y Parlamentaria vasca
Jueves, 3 de julio 2025, 00:08
El llamado Plan Estratégico para la Transformación de la Escuela Pública Vasca 2025-2028 no es, en mi opinión, más que un ejercicio de maquillaje ... institucional para tapar una realidad educativa cada vez más preocupante y difícil de ocultar. La retórica grandilocuente, el despliegue presupuestario y la promesa de modernización no pueden esconder el hecho de que el sistema educativo vasco atraviesa una crisis profunda, como demuestran de forma contundente los datos de PISA y las evaluaciones diagnósticas autonómicas.
Resulta casi insultante que, en medio del peor ciclo de resultados de la historia reciente de la educación vasca, la Administración pretenda vender como transformación lo que no es más que una suma de medidas dispersas, sin foco ni valentía. Los datos hablan por sí solos: en la última edición del informe PISA, Euskadi ha cosechado las peores notas de su historia. En lectura, sus estudiantes obtuvieron 466 puntos, por debajo de la media de España (474), situándose en el puesto 14 de 17 comunidades autónomas. En ciencias, con 480 puntos, Euskadi cae a la duodécima posición nacional y se queda por debajo de todas las medias de referencia.
Lo más alarmante es que esta caída no es coyuntural ni atribuible únicamente a la pandemia, como se ha querido justificar desde el Gobierno Vasco. La tendencia descendente viene de lejos y es más acusada que la del conjunto de España y la OCDE en los últimos 15 ó 20 años. De hecho, si comparamos la foto actual con la de los años posteriores a la Gran Recesión, la pérdida acumulada en competencias básicas equivale a un curso escolar completo.
Las evaluaciones diagnósticas autonómicas, tanto las de mitad como las de final de ciclo, confirman este deterioro. En Primaria, la caída en matemáticas y ciencias en 2022 fue especialmente significativa y, aunque ciencias ha recuperado parcialmente en 2024, el balance general es plano o negativo. En la ESO, tras una leve recuperación en matemáticas, el nivel sigue lejos de los mejores años. Pero lo más preocupante es que la caída de resultados en Euskadi es superior a la registrada en la media de España y la OCDE, y que la brecha con los mejores sistemas educativos no deja de crecer.
El plan, lejos de abordar con honestidad y profundidad el declive, opta por el escapismo: más dinero para infraestructuras, más tecnología, más acciones dispersas y un discurso participativo que no se traduce en reformas estructurales. ¿De qué sirve invertir 750 millones en ladrillo cuando el alumnado no logra remontar en comprensión lectora, ni en ciencias, ni en resiliencia educativa? Solo el 25% de los alumnos vascos en situación socioeconómica desfavorecida supera sus expectativas académicas, situando a Euskadi a la cola de España en resiliencia.
La gestión del modelo lingüístico es otro ejemplo de autocomplacencia y falta de autocrítica. El plan promete reforzar la inmersión en euskera y flexibilizar la lengua de las pruebas internacionales, pero evita analizar por qué, tras décadas de aplicación, los resultados son tan pobres. El 94% del alumnado vasco se forma únicamente en euskera, pero la comprensión lectora cae en picado y el Gobierno, en vez de revisar el modelo, opta por permitir que los estudiantes realicen la prueba PISA en la lengua en la que «previsiblemente mejor puedan demostrar sus competencias». Es decir, se adapta el examen al alumno, no el sistema al reto real.
La segregación escolar y la dualidad entre la red pública y la concertada, que perpetúan la desigualdad y la guetización de la escuela pública, apenas reciben atención en el plan. La equidad se convierte así en un eslogan vacío, mientras los datos muestran que el sistema vasco es cada vez menos capaz de compensar el origen socioeconómico del alumnado.
El Plan Estratégico para la Transformación de la Escuela Pública Vasca es un ejercicio de cosmética política que pretende tapar el fracaso de un modelo agotado. La dispersión de objetivos, la ausencia de autocrítica, la falta de reformas estructurales y el énfasis en la modernización superficial no atacan los problemas de fondo. La educación vasca, que fue referente, hoy se desliza por la pendiente del estancamiento y la desigualdad, y ni el mayor presupuesto ni el proceso más participativo lograrán revertir la situación si no se afrontan los retos con honestidad y valentía. Mientras tanto, el maquillaje institucional solo servirá para ocultar, durante un tiempo, una realidad que los datos y las evaluaciones internacionales ya han dejado al desnudo.
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