Inundaciones y salud
Lo correcto, realista y riguroso sería disponer de planes de contingencia sanitaria para afrontar catástrofes naturales
Mikel Álvarez Yeregi
Médico
Martes, 24 de diciembre 2024, 00:02
Aunque el presidente Milei califique el cambio climático como «otra de las mentiras del socialismo», existen muchos indicadores de este cambio y de sus efectos. ... Entre otros, aumenta el riesgo de fenómenos meteorológicos extremos como huracanes, tormentas, olas de calor y sequías. Probablemente sean estas dos últimas las que mayor importancia tienen desde un punto de vista sanitario, pues son las que más mortalidad provocan.
Europa no se libra de la amenaza. Muchos recordarán la ola de calor del año 2003, que causó unas 70.000 muertes y golpeó especialmente a Francia. En los últimos tres años (2022-2024) han saltado todos los termómetros y las alarmas, pues se han superado todos los récords de temperatura e intensidad de días calurosos. La mortalidad por el efecto de las olas de calor para los años 2022-23 es casi tan importante como aquella de 20 años atrás. De hecho, el calor extremo ha causado la mayor mortalidad de todos los fenómenos meteorológicos extremos, al provocar medio millón de fallecimientos entre 2000 y 2019.
Por otro lado, el 'New England Journal of Medicine publicó recientemente un artículo sobre cambio climático, inundaciones y salud humana. Según afirma, las inundaciones son el riesgo climático más común y en las dos primeras décadas del siglo han afectado a 1.650 millones de personas, provocando unas 104.000 pérdidas humanas. En 2023, Europa recogió un 7% más de precipitaciones y los caudales de los ríos fueron excepcionalmente altos en bastantes zonas. Un tercio de los ríos superaron el umbral de inundación 'alta', y un 16% el de inundación 'grave'. Ese año las riadas afectaron a 1,6 millones de europeos y provocaron el 81% de las pérdidas económicas debidas a los efectos del clima en el continente.
Más calor, menos nieve y más precipitación, según un estudio del Estado del Clima en Europa. ¿Qué riesgos acarrean las inundaciones para la salud humana? En primer lugar, las muertes por ahogamientos, hipotermia, lesiones y traumatismos en el momento del desastre. En el terrible caso de Valencia, 222 fallecimientos. Pero, además, varios estudios han documentado que posteriormente hay un aumento del riesgo de muertes por causas naturales. En un estudio multipaís se estimó un incremento del 2,1% en los decesos por cualquier causa en los meses posteriores a una catástrofe así, debido a una multitud de factores: desde problemas con el abastecimiento de agua y saneamiento, hasta deficiencias en el control de las enfermedades crónicas y agudas, sin olvidar las incidencias relacionadas con la seguridad alimentaria o la muy olvidada angustia psicológica. Un aspecto muy importante es la afectación a las infraestructuras sanitarias y la accesibilidad a las existentes en el momento de la catástrofe.
Los problemas de salud pública son múltiples y algunos, aun siendo relevantes, como los asociados a tóxicos generados por los movimientos de tierras, edificios y maquinarias, no son fácilmente analizables. Otros muy importantes son los asociados a enfermedades transmisibles por el agua, las infecciones transmitidas por mosquitos y las zoonóticas como la leptospirosis.
En situaciones de este tipo, dada la magnitud de la tragedia, los infradiagnósticos son frecuentes, especialmente en las enfermedades psíquicas. Se calcula que en las inundaciones de Japón en 2018 el riesgo de deterioro cognitivo entre las personas mayores que vivían en sus hogares fue un 20% mayor entre los que estuvieron expuestos a las inundaciones respecto a las que no. Las inundaciones generan además entre la población inseguridad física y económica con una pérdida personal del patrimonio acumulado difícilmente reparable. Es como 'volver a la casilla de salida' de los recursos personales. Existen muchos estudios sobre los problemas de depresión y de estrés postraumático. Y, aunque el cielo es ciego cuando envía la lluvia, el agua cae con inequidad y afecta más a los núcleos de población más desfavorecidos, ahondando en las desigualdades en salud.
En los últimos decenios se ha invertido mucho en los sistemas de alerta temprana (SAT), que tienen cuatro componentes: conocimiento de los riesgos; vigilancia y alerta; difusión y comunicación de las alertas; y capacidad de respuesta. Las mayores deficiencias se hallan en los dos últimos. En las inundaciones en 2021 en Alemania las predicciones eran bien conocidas pero la difusión y comunicación fue mala, resultando en unas pérdidas humanas y materiales muy importantes. Lo sucedido en Valencia requiere un análisis también en los aspectos de salud pública. Cada desastre por inundación es una oportunidad para mejorar la preparación de la siguiente, pues salvo que una guerra nuclear mande al planeta a la mierda, habrá una próxima inundación a la cual hacer frente.
Lo correcto, realista y riguroso sería disponer de planes de contingencia sanitaria para afrontar catástrofes naturales.
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