Mis 'influencers'
Asombra que personajillos surgidos de la nada y sin historia ni trayectoria alardeen de tener millones de seguidores
Javier Galparsoro
Viernes, 5 de septiembre 2025, 00:03
Los jóvenes de antes solíamos empapelar nuestras habitaciones con pósters de nuestros ídolos, deportistas y músicos preferentemente.
En mi cuarto había tres: la foto del ... Che Guevara que le hizo Albert Korda en 1960 en el entierro de las víctimas de la explosión en el barco 'Le Coubre', en el puerto de La Habana, con esa mirada grave, severa y enigmática hacia el infinito.
La segunda era la de John Lennon y Yoko Ono tierna y dulcemente recostados en la cama de un hotel de Montreal en 1969 presentando su disco 'Give peace a chance' en protesta contra la guerra del Vietnam.
La última era la del inolvidable Mahatma Gandhi en 1948 hilando la rueca con la que confeccionaba sus vestidos durante una de sus huelgas de hambre en protesta pacífica contra la explotación británica sobre el sector textil indio, tras la impactante marcha de la sal.
Tres instantáneas que recogen tres instantes memorables. Soy consciente que muchos lectores las están viendo ahora en su retina mientras leen este artículo. Las tres están en blanco y negro, porque en aquellos años la vida no era todavía en color.
Imagino que éramos muchos los que teníamos aquellas fotos, aunque entonces no había redes -salvo las de pescar cangrejos en las playas- para compartir y difundir nuestros gustos y admiraciones.
Esos pósters acompañaron mi adolescencia. Arrugados, con sus chinchetas plateadas, se fueron rasgando y decolorando con el paso del tiempo. Pero allí siguieron imperturbables y aunque no los miraba diariamente, su mera presencia era suficiente.
Muchos años después puedo proclamar -con indisimulado orgullo- que aquellos personajes eran realmente extraordinarios; y por ello se convirtieron en verdaderos 'influencers' de mi vida. Se introdujeron en mi forma de pensar, de sentir, de actuar. Incluso en uno de mis viajes, pude visitar el museo y ver la rueca con la que hilaba Gandhi en Nueva Delhi, siendo difícil explicar la emoción que me invadió. Me convertí en seguidor ferviente de ellos; leí sus libros, sus memorias, y compraba y escuchaba todas sus canciones.
No sé cuáles son los méritos de muchos que se jactan ahora de ser influyentes. Asombra que personajillos surgidos de repente y de la nada; sin historia ni trayectoria; sin más mérito que jugar una partida de póker, mostrar unas cejas depiladas, o comprar bitcoins, alardeen de tener millones de seguidores.
No es posible, no creo que 40 millones de personas sigan a nadie y a cualquier precio. Me cuesta imaginar hasta dónde les siguen, y durante cuánto tiempo dura esa ficticia fidelidad. Es impensable que todos los días, a cualquier hora, estén pendientes de los dictados, modas, vídeos, o audios de sus ídolos. No hay tiempo, ni méritos, ni ganas, ni siquiera motivos bastantes.
Decía el cantante brasileño Roberto Carlos que quería tener «un millón de amigos». Yo me conformo a estas alturas de la vida apenas con cinco, pero a los que seguiré hasta el final, con total confianza y fidelidad y que además sé que será recíproca.
Influir sobre alguien al punto de seguirle apasionada e incondicionalmente requiere tiempo, ejemplo, madurez, constancia y hasta cierta dosis de leyenda. Nuestros hijos fueron nuestros primeros seguidores en su niñez. Nos admiraban hasta que con el paso de los años nos tildaban de pesados, de carcas, y se fueron distanciando.
No puedo imaginarme a los millones de seguidoras que dicen tener las Kardashian siguiéndolas -como a Moisés el pueblo elegido- blandiendo las tablets del nuevo orden telemático, virtual e internético, hacia la tierra prometida.
Bob Dylan tenía solo 21 años cuando interpeló al mundo preguntándole «cuántos caminos debe recorrer un hombre antes de que pueda ser llamado hombre». Varias décadas después, en el atardecer de mi vida, confieso sin rubor y con profunda humildad que sigo ignorando hacia dónde sopla el viento de la respuesta correcta.
'Youtubers', 'bloggers', 'whatsappers', 'streamers', 'tiktokers', 'twiters', 'instagramers', 'facebookers', 'followers', 'chatgpters', 'influencers', y demás tribus modernas, no sabéis el largo camino que os queda para que muchos de los que aún creemos que la inteligencia es natural os podamos dar un simple 'like'. Uno.
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