Tonos de morado
Las manifestaciones del 25-N cargan contra la violencia institucional contra las mujeres
Las instituciones están tristes. Como cada año, el martes respondieron a la llamada del 25-N, día internacional contra la violencia hacia las mujeres, ... y celebraron actos, realizaron concentraciones y lanzaron mensajes a la sociedad. Lo que pasó por la tarde fue que las instituciones vieron cómo el movimiento feminista cargaba en las manifestaciones contra una de las violencias «más invisibilizada y normalizada»: la institucional.
Se dio en Bilbao el momento mágico: el Ayuntamiento recibiendo a la manifestación con su fachada iluminada en morado y las portavoces de la marcha leyendo un manifiesto que acusaba al propio Ayuntamiento -y a las «diputaciones y gobiernos»- de cosas como ejercer la «violencia institucional», impulsar «políticas públicas de mierda», legitimar «discursos machistas, racistas y tránsfobos» y lanzar «mensajes institucionales de condena que luego se traducen en falta de atención, humillación o desprotección».
Puede entenderse la tristeza institucional. Tampoco será agradable que te condene así un juez severo al que tú mismo has ayudado a encumbrar. Si esa tristeza presenta una vertiente política que incita a la comedia, soporta otra que solo es desoladora. Afecta a quienes trabajan a diario con víctimas de violencia machista y temen que mensajes desorbitados como los emitidos entre nosotros el martes consigan que para algunas mujeres sea aún más difícil pedir ayuda en un servicio municipal, un juzgado o una comisaría. Nadie duda de que los sistemas de apoyo y protección que deben ponerse en marcha a partir de ese encuentro inicial sean perfectibles, reformables o superables, pero situar el nivel de la discusión en el sótano adolescente de 'El violador eres tú' hace pensar en que se maneja una agenda distinta a la de la lucha contra la violencia de género. Parece que este 25-N ha sido el menos movilizador de los últimos tiempos. También es verdad que hizo mucho frío. Aun así, las marchas sirvieron para confirmar que en el País Vasco se da un fenómeno que supera por el lado prodigioso lo de los superhéroes con identidades secretas: funcionario estudioso de la tabla salarial durante el día; antisistema que invoca el fuego revolucionario por la tarde, a la hora de la manifestación.
Mazón
Dos menús
La jueza de Catarroja ya dispone de la factura de la comida de Mazón y su acompañante en El Ventorro y de la foto y el plano del reservado en el que comieron juntos. Hay que recordar que esta jueza sí es una instructora de criterio insobornable, no como los otros magistrados con casos mediáticos. Y, bueno, el reservado parece una oficina. El menú fue de ochenta euros por cabeza. Pagó el PP. No se conocen los detalles gastronómicos del encuentro, pero se conocerán, sobre todo si incluyen marisco y vino. El mismo criterio de suculencia se aplicará en lo tocante al tiempo que transcurrió entre la salida del político y la periodista del restaurante y la salida de la periodista del parking en el que tenía el coche. Sabemos que Mazón ha mentido como un bellaco, sin descanso. Y sabemos, sobre todo, que no estuvo donde tenía que estar al comienzo de una tragedia histórica. Eso le ha costado el puesto, aunque haya dimitido tarde y mal. Para llegar a saber dónde estaba el expresident, y qué hacía exactamente, vamos a ver cómo se pasa ahora por encima de lo de no culpabilizar y acosar a las mujeres. Si algo hemos aprendido últimamente en términos de moralidad política, es que no importa el qué, sino el quién. Siempre es el quién.
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