Juicios y prejuicios
El país asiste polarizado a un rozagante florecimiento del proceso mediático
De la justicia podrá decirse lo que se quiera excepto que llegado el viernes se instala en alguna clase de relajación. Ayer la Audiencia Nacional ... llamó a declarar como investigados a Koldo y Aldama, esa pareja, para interrogarles por el 'caso mascarillas' tras el informe de la UCO sobre el ministro Torres. Lo que hizo la Audiencia de Badajoz fue en cambio confirmar que el juicio contra David Sánchez, hermano del presidente del Gobierno, y, entre otros, Miguel Ángel Gallardo, número uno del PSOE en Extremadura, se celebrará en febrero, cuando hayan pasado las autonómicas. Por su parte, la Audiencia Provincial de Madrid confirmó el procesamiento de Alberto González Amador, novio de Ayuso, por dos delitos de fraude fiscal y uno de falsedad documental.
Respecto al primer caso, esta semana vimos a Ángel Víctor Torres celebrando como un gol por la escuadra de la inocencia un informe que aparentemente le mostraba apretando a funcionarios para satisfacer a alguien tan de fiar como Koldo. Respecto al segundo caso, ayer mismo Pedro Sánchez repitió desde Brasil su idea de que el tiempo pondrá las cosas «en su sitio». Lo hizo aprovechando para recordar que también cree en la inocencia de su mujer.
En cuanto a González Amador, ayer nadie pareció reivindicar su inocencia, pero ya lo hace él mismo, incluso con dramatismo, en el asombroso juicio que se celebra en el Supremo contra el fiscal general del Estado. Se dan ya en España más procesos mediáticos que corridas de toros. Sucede mientras los partidos y sus propagandistas alimentan ejemplarmente la certeza democrática de que los jueces constituyen un argumento de autoridad irrebatible si sus sentencias confirman los prejuicios adecuados. Si no lo hacen, lo que confirman los jueces es un prejuicio mayor que tiene que ver con lo fraudulento del sistema.
Lo siguiente es buscarle a algún magistrado el parentesco inculpatorio porque, como se sabe, en este país te agarra un juez facha o uno rojo en el juzgado de instrucción y no deja de hacerte el 'lawfare' hasta que te mete en la cárcel a patadas. Se lamenta con frecuencia entre nosotros la judicialización de la política. No es raro que lo haga, con mucho mérito, gente que apenas tiene tiempo libre, porque la justicia no se politiza sola.
Escorpiones en una botella
Dos escorpiones que están encerrados en una botella y son capaces de matarse el uno al otro a riesgo de perder la propia vida. Oppenheimer definió así la carrera nuclear entre Estados Unidos y Rusia antes de que la destrucción mutua entre los escorpiones no fuese un riesgo sino una certeza plena. Annie Jacobsen ha reconstruido en un ensayo pormenorizado y desolador titulado 'Guerra nuclear' lo que ocurriría hoy, de un modo prácticamente irremediable, a partir del instante en que Estados Unidos detectase el lanzamiento de un misil nuclear enemigo. En cuestión de minutos se desencadenaría una guerra en la que no sería posible ni la capitulación ni la victoria. Para nadie. Se supone que esa certeza explica por qué las dos grandes potencias nucleares llevan desde los noventa sin realizar ensayos con arsenal atómico. Todo cambió cuando hace una semana Donald Trump anunció en un tuit que Estados Unidos retoma los ensayos con armamento nuclear para mantener la «ventaja comparativa» con Rusia y China. Jacobsen contestó al instante a su presidente con otro tuit breve y tajante, como un 'post it' a colocar sobre el escritorio del Despacho Oval: «No hay ganadores. Solo cinco mil millones de muertos».
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