La foralidad pervertida
La figura histórica de Xabier Arzalluz llena por sí sola todo el periodo que podemos denominar de la Transición vasca, que iría desde la instauración ... de la democracia en España hasta el principio del fin de ETA. Con sus más de veinte años de presidencia del PNV –hasta 2004–, s el político vasco más importante de nuestra historia reciente y forma ya, junto con Sabino Arana y José Antonio Aguirre, la trinidad histórica del PNV.
Arzalluz recurrió a los fueros vascos como clave de bóveda de su ideario político desde el principio de su trayectoria: baste recordar la defensa a ultranza que hizo de los mismos en el debate constituyente de 1978. Y por su interpretación de los Fueros vascos vino también la famosa escisión del PNV y el surgimiento de EA en 1986. Unos Fueros que él conocía de primera mano por su vinculación con la universidad y los estudios de Derecho y de Historia, lo cual le proporcionó una ventaja insuperable para la mayoría de sus adversarios políticos, tanto de dentro como de fuera del País Vasco, en particular para los tres presidentes de gobierno con los que negoció muy ventajosamente para Euskadi: Suárez, González y Aznar. Pero se trataba de unos Fueros que, pasados por el tamiz de la interpretación nacionalista, perdían su esencia histórica, la de su españolidad irrenunciable: los Fueros forman parte del meollo mismo de la historia de Castilla primero y de España después. Pero el nacionalismo los pervertía sin remedio y de ahí el título de resonancias barojianas que hemos elegido, de un Baroja de permanente actualidad y que representa lo vasco de un modo más integral e inclusivo, desconocido en Arzalluz, salvo por aquel fugaz destello del llamado 'espíritu del Arriaga'.
Los nacionalistas vascos, en particular el PNV, convirtieron los Fueros en la base misma de su identidad. Porque los fueros vascos, interpretados por ellos, pasaban a ser la representación de lo que un pueblo vasco perfectamente delimitado en sus perfiles identitarios había sido a lo largo de toda su historia: recordemos el uso constante que Arzalluz hacía de términos como Rh, ADN o ese pueblo vasco cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos, la nación más auténtica de Europa.
Podríamos decir que Arzalluz rearmó al nacionalismo, desde su carismática figura, con una utilización profusa y sistemática de un concepto de Fueros elaborado por el PNV a partir del principio, ya dejado por el propio fundador sobre la mesa y seguido a machamartillo por todos sus seguidores: que con la pérdida de los Fueros en 1839, con la famosa ley del 25 de octubre de aquel año, Euskadi había perdido su independencia secular.
Que ese mensaje ha calado en la sociedad vasca y española durante los más de veinte años de ascendiente político y mediático del ahora fallecido expresidente del EBB es algo fuera de toda duda. Hasta el punto de que hoy en España apenas queda nadie que sepa que los Fueros vascos son patrimonio histórico de la política española desde mucho antes de que apareciera el nacionalismo vasco o que conciba el Concierto Económico como un producto genuino del liberalismo español, sin que el PNV tuviera nada que ver en su primera gestación. Y estos rasgos clave de la política española, junto con el de convertir al PNV en interlocutor prácticamente exclusivo de los vascos con Madrid, se los debemos, fundamentalmente, al líder histórico del nacionalismo vasco que se nos acaba de ir: Xabier Arzalluz.
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