El heredero de Sabino
ramón mur
Jueves, 28 de febrero 2019
Me ha impactado la muerte de Xabier Arzalluz Antía (Azkoitia, 1932). Me siento orgulloso de poder escribir que sentí una gran empatía por su ... persona y figura política. No es fácil ponerse en el lugar de una personalidad como la suya, pero yo lo supe hacer y me enorgullezco de reconocerlo. Viví cerca de él momentos inolvidables y también otros de no feliz memoria.
Arzalluz se licenció en Derecho, aquí, donde ahora escribo, en la Universidad de Zaragoza. En la capital de Aragón hizo también las prácticas jesuíticas de maestrillo en el Colegio de El Salvador. Era un conversador insuperable y de las anécdotas aragonesas que contaba recuerdo una: fue alumno en la facultad de don Miguel Sancho Izquierdo, alias 'El Cejas', ex rector magnífico de la Universidad. Don Miguel era asiduo a los partidos de fútbol del Zaragoza en el desaparecido estadio de Torrero y publicaba su particular crónica del partido en la Hoja de Lunes. A Arzalluz le gustaba recordar que un día que el árbitro no tuvo una feliz actuación, la crónica del catedrático de Derecho Natural se tituló en latín: «Quid custodes custodi?».
¿Hubo algún domingo en las décadas de los 80 y 90 en que Arzalluz no inaugurara algún batzoki o fuera a conmemorar la remodelación o el centenario de un centro del PNV, en cualquier rincón de Euskadi? Estas celebraciones litúrgicas de partido eran siempre en domingo, a la hora de la misa de doce. En algunas ocasiones asistíamos tantos o más periodistas que afiliados del partido. Él nos atendía después del mitin y sus declaraciones abrían los lunes los periódicos y los telediarios de toda España. Parecía como si el presidente del EBB hubiera asistido a un acto político de multitudes. Lo que ocurría era que allí donde iba Arzalluz le seguían todos los medios de comunicación, por lo que pudiera decir que siempre tenía enjundia, tanto para sus partidarios como a los ojos de sus detractores, que los tuvo incontables.
El jesuita laico
Arzalluz fue diputado por el Congreso en la primera legislatura de la transición de la dictadura a la democracia. Después ya no ostentó ningún cargo institucional. Nunca fue parlamentario vasco ni miembro de los consecutivos gobiernos encabezados por el PNV. El fue presidente del Euzkadi buru batzar, órgano colegiado que presidía el partido jeltzale. No le gustaba ser llamado presidente del PNV sino del EBB. «La fuerza está en el partido», decía un consejero del primer Gobierno Garaikoetxea, tras las elecciones vascas de 1984. Esa era la máxima de Arzalluz. «Vosotros sois los cien mil líderes del PNV», gritó un día de 'Alderdi Eguna', desde el púlpito de los oradores jeltzales, en las campas de Salburua, cerca de Vitoria. Todo el poder que tuvo Arzalluz, tan grande como fue, lo ejerció desde el partido. En una entrevista veraniega que le hice para EL CORREO, declaró sin rodeos que «me hubiera gustado seguir de jesuita laico». La fuerza de la Compañía de Jesús, su capacidad organizativa y disciplinaria, es la que Arzalluz quiso para el PNV. Arzalluz buscó transmitir a los afiliados jeltzales la misma ambición de saber de todo que San Ignacio quiso para sus primeros discípulos reunidos en París. El saber los reunía, no el organigrama militar. Arzalluz negaba que el soldado Iñigo de Loyola, herido en Pamplona, hubiera querido montar un ejército santo en la Compañía de Jesús.
Tras la escisión del PNV en 1986, al año siguiente la asamblea general del PNV («en nuestro partido no hay congresos, repetía Arzalluz) se reunió en el balneario de Zestoa para dibujar el futuro del partido «hacia el año 2000». Algunos burukides y alderdikides ya pensaban entonces que Arzalluz debía de dejar la presidencia del EBB. Pero Arzalluz se negó a pasar el testigo nadie, parafraseando a San Ignacio: «en tiempo de tribulación no conviene hacer mudanza». La tribulación, desde luego, en que vivía el partido no era pequeña. Y Arzalluz siguió muchos años más al frente de la nave jeltzale. Se modificaron los estatutos, la reforma no fue tímida, pero Arzalluz se mantuvo en el puesto de timonel.
Arzalluz fue protagonista principal y decisivo de la primera etapa del Pacto de Ajuria Enea, que comenzó a reunirse en diciembre de 1987 y terminó el 12 de enero de 1988. El lehendakari Ardanza presidía las sesiones interminables, pero los debates más encendidos se producían entre Txiki Benegas y Xabier Arzalluz. Eran disputas políticas porque luego con el socialista, ya fallecido, y con líderes de otras formaciones, el azkoitarra sabía mantener como nadie una excelente relación entre bambalinas. A Arzalluz le gustaba desbrozar la maleza política en tertulias de café, antes de que cualquier asunto llegara a una u otra institución de la que él nunca formó parte.
El auténtico lider
El jesuita vasco Ignacio Ellacuría, asesinado en la república de EL Salvador en 1989, cuestionaba un tanto la capacidad intelectual y la formación de Xabier Arzalluz al que conoció en sus años de aspirante a jesuita, aunque era unos años más joven que el presidente del EBB. «Cuando yo lo conocí, no destacaba tanto como ustedes dicen acá», afirmaba Ellacuría. Y es que Arzalluz tenía el don de recibir mensajes y mejorarlos. «Prefiero que mi documento lo exponga Xabier porque lo hace mejor que yo mismo, que soy su autor». La observación es de un burukide del EBB durante muchos años.
Xabier fue el heredero indiscutible de Sabino, que es como se llama con familiaridad al fundador del PNV, a la misma altura en importancia que sus antecesores José Antonio Aguirre, Juan de Ajuriaguerra o Jesús María de Leizaola. Arzalluz supo reforzar al PNV de tal manera que, aunque el que mandaba era él, los militantes jeltzales llegaban a pensar que todos ellos eran los auténticos lideres abertzales de Euskadi. Sabino Arana y Goiri, que fundó EAJ-PNV en 1895, hubiera colocado hoy una corona de flores sobre la tumba de Xabier, como todos los años lo hacía él sobre la del fundador, en Sukarrieta.
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