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El ciervo

Creía que el Supremo no se iba a atrever, pero en el fondo sospechaba que sí podía

Martes, 25 de noviembre 2025, 00:07

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Dos mujeres hablando en el bus: Tengo el congelador lleno de ciervo y jabalí. Pero a mí el ciervo no me gusta, dice una. ¿Y ... el jabalí? El jabalí, solo un poco. A mí, el jabalí, me gusta estofado. Pues a mí, lo que me pasa con el ciervo es que me da pena. Una vez leí un poema titulado los ojos del ciervo. Y cuando como ciervo, me acuerdo del poema. Y me imagino los ojos del animal mirándome con inocencia. Y se me bloquea el píloro. Quiero decir que se me bloquea el estómago. Que no puedo tragar. Y así es la vida: tienes el congelador lleno de ciervo y no te lo puedes comer. Quien dice ciervo, dice cualquier otra cosa. Te regalan un saco de apio, pero a ti no te gusta el apio. A ti te gusta el chocolate. Pero nadie te regala chocolate, ¿verdad que no? Te regalan higos. Y resulta que los higos te caen mal, Lutxo, le digo. Y me dice que a él no le ha caído mal lo del Supremo. Que se lo esperaba.

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