Mi agente 86
Hay que estar muy atentos al lenguaje, humanizar un robot se me antoja improbable
Leo con avidez científica lo que el mundo tecnológico ofrece en el Mobile World Congress de Barcelona. Me maravillo de que el coche volador de ... los dibujos de mi infancia sea ya una realidad y que la tecnología de mi amado agente 86 y de su, inseparable y sexi, agente 99 haya sido requetesuperada. Yo soñaba con tener un 'zapatófono' como el que él manejaba, pero mi móvil supera con creces la fantasía de aquel inepto Maxwell Smart que trabajaba en una agencia de contrainteligencia americana, con tal grado de ineptitud, que incluso vencía a los enemigos de la organización criminal Kaos.
De momento, lejos de la majestuosidad milagrosa de la tecnología, y viendo lo que se nos viene encima, dudo entre comprarme un cámping gas y media tonelada de velas, o gastarme los ahorros en una docena de patas de jamón de cerdo ibérico del bueno, y otro tanto de una reserva narcotizante. En Barcelona se han podido ver esta semana gran cantidad de juguetes para seguir enganchados. No he visto entre las punteras empresas que ocupaban los expositores ninguna iniciativa que pueda quitarnos el canguelo con el que nos enfrentamos a las nuevas realidades. Ninguna aplicación que nos mienta, como la IA sabe hacerlo, para convencernos de que los líderes mundiales amagan, pero no rematan.
Lo que sí he visto es que una empresa europea ha presentado una serie de robots asistenciales, capaces de reconocer rostros y analizar lo que sucede alrededor, para tener una conexión 'natural' con las personas. Son estos artefactos una especie de empleados a jornada completa, sin peligro de que la Generalitat los mande de vuelta a su país porque bastará una factura para comprobar su legalidad. Una ejecutiva de Google en España ha reivindicado una inteligencia artificial «centrada en el ser humano» y ha llamado a no temerla sino a «abrazarla» para «cambiar el mundo». Yo no tengo tan claro lo del abrazo, pero me mosquea este lenguaje inclusivo de la tecnología que llama a este asunto 'robótica social', lo digo porque las empresas tecnológicas saben que las palabras son importantes. La inteligencia artificial ha puesto cerebro a esos robots que ya han hecho prácticas en el Hospital Sant Joan de Deu de Barcelona, demostrando su capacidad de facilitar la interacción entre pacientes, familias y personal médico, aunque dibujen una metarrealidad. El robot en cuestión se llama Jana y dicen que (no sé si es chica o chico) ha sido creada para humanizar la tecnología. Lo que digo, hay que estar muy atentos al lenguaje, porque humanizar un robot se me antoja algo improbable.
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