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Bildu y su integración democrática

Viernes, 5 de julio 2019, 00:26

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Decía en un artículo anterior que tanto Sortu como Bildu son formaciones que superaron el control de legalidad y que desde el punto de vista jurídico nada hay en el ordenamiento que les otorgue menos legitimidad que al resto de las formaciones legales. En este sentido, afirmaba que no existe una norma que prohíba el diálogo y los acuerdos con Bildu, ni tampoco hay ni puede haber un acuerdo o una resolución de un medio público que prohíba o impida la intervención de los responsables de este partido en dichos medios, pues inmediatamente sería corregido por los tribunales.

Decía también que tampoco existe entre los partidos políticos un acuerdo vinculante, a modo de norma ética, que prohíba dialogar y alcanzar acuerdos con Bildu hasta que ésta efectúe una condena expresa de la violencia de ETA, se autocritique por la posición mantenida y pida perdón. Lo más parecido a esta norma ética se dio en la época del Pacto de Ajuria Enea y no hace falta recordar cómo se aplicó y cómo terminó.

Existen formaciones, PP y Cs, que si hacemos caso a lo que dicen, al parecer tienen esta norma ética pero no sabemos su alcance. Existen otros partidos como el PNV y Podemos que tienen una exigencia clara a Bildu para que reconozca el carácter injusto de la violencia de ETA y la necesidad indiscutible de su condena, pero ello no constituye una condición 'sine qua non' para poder dialogar y hasta suscribir acuerdos. La posición de los socialistas es más difícil de entender y de compartir, pues al tiempo que proclaman que no es tiempo de vetos y se defiende el diálogo y los acuerdos con Bildu en Euskadi, sin embargo, el PSOE a nivel estatal y el PSN en Navarra mantienen el veto como si esa norma prohibitiva existiera y les impidiera reconocer a Bildu como interlocutor político.

Dialogar con Bildu, llegar a acuerdos, también de gobierno, como en la legislatura pasada en Navarra, a mi juicio, no significa necesariamente blanquear la trayectoria política de la izquierda abertzale respecto a la violencia etarra. Si eso fuese así a quien primero se debería dirigir el reproche político, moral y ético sería al sistema democrático español por haber acogido en su seno, con plena legitimidad, a una formación como Sortu y a una coalición como Bildu. Blanquear la trayectoria de la IA sería realizar acuerdos, del tipo que fueran, donde se asumiera por los partidos la posición de Sortu sobre ETA y su violencia, como violencia justificada. Eso sí sería un acto de blanqueamiento a cambio de unos votos. Creo que nadie que defiende hoy la interlocución con Bildu esté planteando eso. Es decir, olvidarse del pasado o contarlo a la manera de la izquierda abertzale.

Junto a todo lo anterior está la propia Bildu, que ve que su pasado lastra su presente y su futuro, que le limita en la política de alianzas y dificulta una mejor optimización de su representación institucional. La izquierda abertzale tiene esa asignatura pendiente con la sociedad y esa deuda con las víctimas, que se resolverá de forma definitiva con un ejercicio autocrítico sincero y no ritual. Hasta que eso suceda pueden hacer muchas cosas en esa dirección. Por ejemplo dos. Podrían abordar con seriedad una renovación de sus líderes, poniendo al frente a mujeres y hombres que no hayan estado vinculados al binomio ETA-IA. Segunda, abordar la autocrítica y la condena como una necesidad propia, interiorizada como tal, sin esperar a que otros agentes políticos realicen también la suya sobre otras violencias. Sería una manera de empezar a allanar el camino para su plena integración en el sistema democrático, como los demás.

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