Veinticinco años sin Félix Iñurrategi
El alpinista atxabaltarra falleció el 28 de julio de 2000 en el descenso del Gasherbrum II, su duodécimo ochomil
Iñaki Izquierdo
Lunes, 28 de julio 2025, 11:27
El 28 de julio de 2000, Félix Iñurrategi no pudo completar el descenso de su duodécimo ochomil. Tras conquistar junto Alberto, su hermano inseparable, el ... Gasherbrum II (8.035 metros) en el Himalaya pakistaní, una caída de 400 metros acababa con la vida de uno de los deportistas vascos más inspiradores de la época. En el camino del campo dos al campo uno, un poco por encima de los 6.000 metros, un accidente a una cota relativamente baja, alejada de la amenaza extrema de la barrera de los ocho mil metros, iba a resultar fatal para un hombre que había hecho del cuidado obsesivo de los detalles, la medición milimétrica de los riesgos y la organización metódica de cada paso, el medio para perseguir su sueño, un alpinismo puro, fiel a una visión ética de la montaña, innegociable. Sin oxígeno artificial, sin porteadores de altura.
El Gasherbrum II fue el duodécimo ochomil de los hermanos de Aretxabaleta. Félix, el mayor, tenía 33 años. La montaña, símbolo máximo de la lucha del hombre contra la naturaleza, se cobraba la vida de alguien que la respetaba, que conocía perfectamente su peligro y lo asumía adoptando todas las precauciones que le permitía su lectura rigurosa de lo que debe ser el alpinismo. Esa visión es lo que mantiene vivo su recuerdo. Dos años después de la muerte de su hermano, Alberto completó su carrera de los 14 ochomiles tras hollar el Gasherbrum I (8.068) y el Annapurna (8.091).
El accidente sobrevino en el camino del campo dos al campo uno, poco por encima de los seis mil metros; tenía 33 años
Los Iñurrategi eran dos celebridades en una sociedad vasca muy distinta a la actual. Su purismo era apreciado por una mayoría, cómplice de su afán de perfección como reflejo de un país industrioso que siempre tuvo a gala hacer bien las cosas. El alpinismo era una fuente de orgullo y de sentido de pertenencia desde la mítica ascensión al Everest de Martin Zabaleta en 1980. La foto de aquella hazaña no es la del hernaniarra en la cumbre de la montaña más alta del mundo, sino la que él le hizo a su sherpa, Pasang Temba, mostrando una ikurriña. Un gesto incomprensible en el siglo XXI de las redes sociales y el culto al ego. Zabaleta no quiso fotografiarse en la cima del mundo, igual que Edmund Hillary en 1953. Esa personalidad severa, el rigor que se les intuía a los Iñurrategi, formaba parte del atractivo de su trayectoria, que se seguía en la prensa con el mismo interés que las tribulaciones de la Real o el Athletic.
Su alpinismo tenía aire revolucionario, ligero, solo con el material imprescindible, aunque no buscaban la mística, que era algo sobrevenido. Después de ascender en 1991 su primer ochomil, el Makalu, en 1992 hicieron cumbre en el Everest en su primer intento. Lo consiguieron sin oxígeno artificial. Aunque Reinhold Messner y Peter Habeler ya lo habían logrado en 1978, se consideró una hazaña. Lo era. El tiempo avanzaba más despacio entonces. Dos años después, en 1994, conquistaron el K2 al segundo intento, tras el fallido de 1993. Su carrera por los 14 ochomiles estaba lanzaba y a partir de entones ascendieron uno o dos al año, con lo que en el cambio de siglo ya tenían en su currículum once. Siempre con su estilo alpino, poca cuerda y mínimos campos de altura.
El accidente y la fundación
En abril de 2000 hollaron el Manaslu (8.163) en Nepal, antes de acometer el verano. Su intención era encadenar, en Pakistán, las cumbres del Gasherbrum I y el Gasherbrum II. Los hermanos Iñurrategi desistieron de atacar el primero de ellos debido a las malas condiciones meteorológicas. El 28 de julio, sobre las 5.00 horas, hicieron cumbre en el Gasherbrum II y en el descenso la cuerda por la que bajaba Félix se desancló y el atxabaltarra se precipitó al vacío desde una altura de unos 400 metros. Cayó por un precipicio hasta un glaciar fuera de la ruta de la montaña, por donde no pasa nadie.
Los Iñurrategi eran dos celebridades; su purismo era apreciado por una mayoría, cómplice de su afán de perfección
Tras la muerte de su hermano, Alberto no quiso que se organizase una expedición para recuperar el cadáver porque no quería arriesgar la vida de otros. Tampoco ha querido intentarlo él mismo las veces que ha pasado por ahí posteriormente. En 2001 creó una fundación para ayudar a los vecinos del Valle de Hushé, en Pakistán, gracias a la que se han construido un hospital, escuelas, sistemas de regadío y planes de formación para los porteadores de altura locales que facilitan que puedan acceder a condiciones de trabajo dignas, mejoras de la producción agrícola, programas de alfabetización de las mujeres adultas y educación de las niñas...
Alberto Iñurrategi consiguió retomar su carrera y hoy, a los 56 años, sigue ligado a la montaña. La figura de su hermano Félix se mantiene en el recuerdo de los aficionados a la montaña y al deporte en general 25 años después de aquella fatídica mañana en el Gasherbrum II.
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