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El 13 de mayo de 1974 el montañismo vasco se quedó a trescientos metros de alcanzar la cima del mítico Everest. La expedición Tximist no logró besar el techo del mundo, pero sí hacer historia. Ha pasado medio siglo del gran hito fundacional del alpinismo vasco, el que explica el fuerte vínculo que se ha desarrollado desde entonces entre Euskadi y la alta montaña. Por eso es motivo de celebración, recuerdo y homenaje. La exposición 'Expedición Tximist al Everest 1974, 50 años después' recuerda el hito desde este jueves 27 de junio hasta el 30 de septiembre en la Sala Amárica, situada en la plaza homónima de Vitoria. El acceso a la misma es gratuito.
En el espacio son 21 paneles los que guían al visitante durante todo el proceso. Desde el complejísimo tramite de solicitar un permiso al mismo rey de Nepal para poder iniciar la ascensión hasta las dificultades que vivió el equipo de 16 expedicionarios durante la escalada. Entonces el Everest tenía poco que ver con la masificada cima que es hoy. «Cuando pedimos el permiso en 1971 habían subido en toda la historia cinco expediciones y llegado 24 alpinistas. Este año han subido 650 personas», explica uno de esos pioneros, Txomin Uriarte. «Estás abriendo la caja de los truenos», advierte al ser cuestionado sobre esa turistificación.
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Recuerda los números: «17 toneladas de material y un presupuesto de 13 millones de pesetas -fue financiada en su integridad por Juan Celaya-. 16 expedicionarios, 300 porteadores y 50 sherpas de altura», enumera. Suena a mucho en comparación con los medios actuales, pero matiza. «Algo pequeño con lo que se estilaba entonces». La inversión tampoco fue del todo bien en algunos aspectos. «La mayor parte del material era francés. El equipo de oxígeno era americano. Era lo mejor que había y a nosotros nos funcionó de pena», recuerda.
Pero la Tximist tenía una voluntad a prueba de bombas. Uriarte reconoce que no esperaba que se siguiera hablando de ellos medio siglo después. «En 2020 preparamos un plan para festejar los 50 años de la expedición del 1980, que consideramos una continuación de la Tximist. Pero nos cogió la pandemia y se fue todo al traste. Hasta entonces casi no había habido nada», expone.
El resultado es «la exposición más elegante» sobre el tema. Con un compendio de materiales originales de la época. Desde las rústicas vestimentas con las que lucharon contra el frío a equipamiento variado. Uriarte destaca tres elementos. El primero, una bandera de Nepal «bordada por Nima, hija del Sherpa Tenzin -el que culminó la primera ascensión de la historia con Hillary en 1953-». La había portado un año antes el suizo Raymond Lambert y luego cayó en manos de la Tximist. «Cuando le visitamos en Ginebra nos la regaló para que intentásemos subirla a la cumbre. Tiene un valor histórico especial», explica.
También destaca la presencia en la exposición de un rústico trozo de escalera que Petxu Olazagoitia «recuperó a golpes» en la peligrosa cascada de hielo y que resultó ser uno de los objetivos usados en el célebre intento de 1953. El último tesoro es un trozo de piedra que Felipe Uriarte, uno de los dos que se quedaron a poco metros de la cima, cogió a 8.530 metros unas horas antes de abortar el plan de ascensión por el fortísimo viento. Su acompañante fue el recientemente fallecido Ángel Rosen, para el que Txomin Uriarte ha querido tener un recuerdo. «Fue la persona que más implicada estuvo durante todo el proceso».
Txomin Uriarte
Miembro de la expedición Tximist
Ha pasado medio siglo desde entonces y el alpinismo ha cambiado mucho. «Hoy nadie llevaría un piolet de madera, que parece un intermedio entre un bastón y un paraguas. Pero es lo mejor que había entonces», ilustra. También el cambio en las comunicaciones ha sido radical. «Ahora la gente habla desde la misma cima. Nosotros escribíamos postales. Las llevaban dos sherpas al aeropuerto, de ahí iban a Katmandú y tardaban una semana en llegar a casa en avión. Y otra semana en recibir la respuesta», explica.
Conocer el tiempo era una quimera. «Todos los día Radio Delhi, de 17.05 a 17.10 nos citaba el parte meteorológico del día siguiente. Es lo único que sabíamos. Y eso los días que la radio funcionaba bien. Íbamos completamente a la aventura». Pese a todo, mereció la pena. «Es un hecho histórico del montañismo vasco. Que tengamos muchos ochomilistas es un parte gracias a ello. Fue el inicio de ese proceso», sentencia uno de los organizadores de la muestra, Patxi Cortázar.
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