Los pioneros reconquistan el Urriellu
Cabrales acoge el reencuentro de escaladores que han abierto alguna vía en el Naranjo de Bulnes, cumbre decisiva en la historia del alpinismo vasco
LAURA FIDALGO | Fernando J. Pérez
Gijón/Bilbao
Sábado, 30 de octubre 2021, 01:53
Los aperturistas que a lo largo de la historia dieron vida y abrieron las vías que tanto tiempo después siguen permitiendo alcanzar la cima del mítico Picu Urriellu se reunirán este fin de semana, en Cabrales, en lo que ha sido bautizado como Encuentro de Escaladores Históricos del Picu Urriellu.
Se trata de un homenaje a todos ellos, coordinado por Bernabé Aguirre, presidente del comité organizador, que permitirá ver de nuevo las caras de un notable número de alpinistas que consiguieron hacer de su sueño una realidad al conquistar lo más alto de la cima más emblemática de la Península.
«Hay que hacer un reconocimiento a todas las personas que se atrevieron a ello», señaló ayer Aguirre, que adelantó que, de las noventa vías de escalada, se contará con la presencia de aproximadamente cincuenta aperturistas históricos. No va a haber muchas ausencias. «Los que van a faltar es porque la vida no perdona, así que uno de nuestros mayores intereses es rememorar y reunirnos por los que ya no están y tan importantes fueron en nuestras vidas», añadió.
Por ejemplo, el acto de homenaje a Luis Martínez. 'El Cuco', primer fallecido en el Picu Urriellu, se celebrará el sábado en Bulnes, mientras que las demás ceremonias tendrán lugar en el Pozo de la Oración, en Poo de Cabrales. Además de dichas citas conmemorativas, el encuentro contará con charlas, entre las que también se incluirá un taller informativo de escalada para los más pequeños.
Entre todas las actividades culturales organizadas habrá un acto que, en sus palabras, «va a poner nuestros pies de nuevo en el Picu Urriellu». Se trata de la creación del escultor Silfredo Torrado, que, emocionado, se definió a sí mismo como «un afortunado de haber sido el elegido por la varita para hacer esta escultura». Silfredo Torrado, conocedor del Picu Urriellu tras haberlo escalado e incluso haber volado alrededor de él en helicóptero, quiso conmemorar «este enorme acontecimiento» de una manera diferente y especial.
La pasión de Torrado por dicha montaña lo llevó a esculpir un libro hecho de roca caliza, con un peso de cuatro toneladas, que se ha convertido en el llamado 'Viario de una roca viva', «dedicado a los que con su espíritu aventurero conquistaron la cima de esta montaña abriendo nuevas vías». En él se pueden ver grabados los nombres de todos aquellos que abrieron vías a lo largo de la historia.
José Luis Villa, alpinista y aperturista del Picu Urriellu, agradeció la labor de organizadores y patrocinadores por conseguir llevar a cabo «este trabajo bestial», en el que va a poder «encontrar la felicidad de volver a ver a las personas que compartieron mis objetivos y que, al igual que yo, lo lograron».
Vascos en el Urriellu
La representación vasca en estas jornadas será importante, presencial o en el recuerdo. No puede ser de otra manera hablando del Picu Urriellu. Este emblemático monolito ha ejercido desde siempre una irresistible atracción para los alpinistas de Euskadi y Navarra hasta convertirlo en un destacado y extenso capítulo de la historia del alpinismo vasco que abarca desde Ángel Sopeña a los hermanos Pou.
Txutxi Ubieta y José María Regil serán los representantes vascos de una generación en la que escalar el Picu era aún una aventura. Ambos suman decenas de ascensiones y aperturas como la 'Hermanos Regil' de José María (1955) o la primera invernal a la 'Nani' de Ubieta (1974). «Para escalar, como Picos no hay» sentencia este último; y recuerda cómo el reductor del motor del Teleférico que el mismo instaló hace 35 años es la única pieza original que sigue funcionando.
Desde que Pedro Pidal, Marques de Villaviciosa, y el pastor Gregorio Pérez Demaría, apodado 'El Cainejo', lograran la histórica primera ascensión el 5 de agosto de 1904, el 'Picu' ha conocido numerosas gestas protagonizadas por alpinistas vascos, también alguna desgraciada tragedia, y cerca de una decena de las 90 vías de escalada abiertas en sus paredes en estos casi 120 años llevan la firma de alpinistas de Euskadi y Navarra.
Pero hablar del Urriellu sin citar a Pedro Udaondo es imposible. Este mítico escalador vizcaíno, auténtico pionero de la escalada vasca, unió su destino a esta montaña prácticamente desde sus primeros pasos en el mundo vertical. Realizó varias primeras, protagonizó históricos rescates y lo ascendió más de 150 veces hasta que un desgraciado accidente acabó con su vida a sus pies el 17 de marzo de 2007, cuando tenía 72 años.
La relación del Naranjo de Bulnes con los vascos se remonta a los albores mismos de la conquista de la montaña. El primer intento vasco no podía tener otro protagonista que Ángel Sopeña. El gran precursor del montañismo vasco descubre casi por casualidad en un pequeño puesto de periódicos el librito El Naranjo de Bulnes. Peña Santa, editado en 2019 y escrito por Pedro Pidal. Paga 20 céntimos por él y le falta tiempo para correr a su casa y devorarlo. El veneno del Picu prende inmediatamente y subirlo se convierte en una fijación para él.
No le cuesta mucho convencer a otro pionero, Enrique Echebarrieta, para que el verano de 1924 le acompañe a intentar escalarlo. En esa época, alcanzar la base de la montaña es una aventura por si sola, pero el 26 de julio por fin se plantan en la base de la montaña, pero la niebla y la falta de información sobre la ruta a seguir les obliga a renunciar. No se rinden y al día siguiente vuelven a intentarlo, esta vez con el local Manolín Mier como teórico guía.
Progresan con decisión bajo un sol de justicia y cuando todo parece indicar que esta vez sí lo van a conseguir, unos gritos de Echebarrieta alertan a Sopeña, que iba de primero. «¡Ángel, que éste se me pone malo!». Efectivamente, Mier sufre una indisposición, probablemente fruto de una insolación, y no tienen más remedio que descender. Su frustración es evidente. Sopeña escribiría más tarde «…silenciosos, resbalando por los neveros de la Canal de la Celada, cargados con nuestros morrales y… el peso de nuestra derrota, descendemos a las azuladas corrientes del Cares».
Pero Sopeña tiene ya el Picu entre ceja y ceja y al verano siguiente vuelve a intentarlo. Esta vez le acompaña el pastor local Víctor Martínez, considerado el primer 'guía' del Picu y presente en once de sus quince primeras ascensiones, en solitario o acompañando siempre a otros escaladores. El 27 de agosto de 1925, Sopeña se convertía en el primer vasco y la sexta persona en hollar el Naranjo de Bulnes tras ascenderlo por la cara sur y bajar por la norte. Su alegría es inmensa, pero se ve empañada por la ausencia de su compañero de cordada, como escribiría en la reseña de la hazaña publicada en Pyrenaica: «… al celebrar un triunfo tan señalado, se ven veladas mis alegrías por el sentimiento de no verme acompañado en tan memorable ocasión por mi noble amigo, compañero de tentativas del año anterior, Enrique Echebarrieta; su entusiasmo y su decisión bien merecían compartir el premio logrado por mí…».
No tardaría mucho en hacerlo. Un año después, el 3 de agosto de 1926, y también acompañado por Víctor Martínez, le llegaba el turno a Enrique Etxebarrieta. Suben por la cara Sur en apenas media hora. Unos días después, el 27 de agosto, el Urriellu conoce al tercer montañero vasco en su cima, una vez más con Víctor Martínez como guía: Alejandro Goicoechea Omar. En esos años es un joven y desconocido escalador ávido de emociones, pero años más tarde alcanzaría la fama como el inventor del tren Talgo.
De esta forma, y con tres vascos entre sus nueve primeros ascensionistas, el Picu muestra desde sus mismos inicios la querencia del alpinismo vasco hacia sus paredes.
Hay que esperar dos años para que más vascos en la cumbre del Picu Urriellu, cuya fama empezaba a adquirir dimensiones internacionales. El 24 de julio de 1928 Víctor Martínez, como no, guía a dos socios del Peñalara. Uno de ellos es el vizcaíno Ricardo Urgoiti, incipiente empresario de la comunicación (desde 1925, con solo 25 años, preside Unión Radio, precursora de la cadena Ser) y deportista nato (fue campeón de España de esquí y motonáutica).
Apenas una semana después, el 30 de julio, a los pies del Picu se planta uno de los personajes más singulares no ya del alpinismo vasco, sino mundial en esos años. Se trata del zornotzarra Andrés Espinosa, pionero de la escalada en solitario y el minimalismo en la montaña. Un verdadero adelantado a su época. Espinosa escala la cara Sur en solitario y sin cuerda y en hora y cuarto se planta en la cumbre. Se trata de la primera ascensión de estas características al Picu, ya que si bien es la segunda en solitario, el autor de la primera, el doctor en geología y experimentado alpinista alemán Gustav Schulze, protagonista de la segunda absoluta el 1 de octubre de 1906, utilizó clavijas para descender en rápel por la cara sur.
La guerra Civil y las penurias de la postguerra vacían la montaña y hay que esperar a los años cincuenta para asistir a la primera fiebre aperturista que vive el Urriellu. Hasta entonces, los escaladores solo han buscado la forma más sencilla y segura de llegar a la cima. A partir de los años cincuenta cómo alcanzarla comienza a adquirir tanta o más importancia que el mero logro de llegar a ella.
Años de aperturas
En esa década, cuando el material 'técnico' de escalada no pasaba de pantalones bombacho de pana, albarcas (o chirucas en el mejor de los casos), cuerdas de esparto, clavijas artesanales y calcetines de lana, se abren cuatro vías, dos de ellas protagonizadas por vascos, ambas en 1955.
El 14 de julio, los hermanos vizcaínos José María y Andres Régil, otros dos mitos del alpinismo vasco, se plantan muy de mañana en la base de la pared occidental. Inician la escalada por la parte izquierda para enlazar, después de unos trescientos metros, con la original de Pedro Pidal y El Cainejo. Este itinerario pasó a denominarse desde ese momento en la vía 'Hermanos Régil' y se convirtió en la novena abierta en el Naranjo, con un grado de dificultad máximo de V y 600 metros de longitud.
Durante el verano, un joven Pedro Udaondo había acudido a Picos para escalar esa mole de la que tanto se hablaba, acompañado por otros tres compañeros y casi en modo exploratorio. Hicieron cima, aunque tuvieron que bajar a la carrera por la tormenta que se desató nada más llegar a la cumbre. A finales de ese mismo verano, el 21 de septiembre y ya seducido por 'su' montaña, Udaondo vuelve al Urriellu. Lo hace con más experiencia en la roca de los Picos de Europa y con información más precisa.
No le puede acompañar su compañero de escalada en esos años, Ángel Landa, convaleciente de una lesión. Así que busca compañero de cordada entre sus compañeros del Juventus. La que se apunta es una mujer, María Jesús Aldecoa. «una chica del club que había escalado en los Atxas y había perfeccionado su técnica», cuentan las crónicas de la época. Pedro accede, pero surge un problema, la rígida moral de la época impide a un hombre y una mujer realizar un viaje solos sin estar casados. Así que Pedro convence a otro socio del club amigo suyo para que les acompañe, Jaime Cepeda, aunque sus conocimientos de escalada son más limitados.
El 21 de septiembre ascienden por la cara Este con Pedro siempre de primero salvando en libre dificultades nunca sorteadas hasta entonces. Con 350 metros de longitud y dificultades máximas de V+ se convierte en la primera vía abierto en la cara Este. Udaondo y Aldecoa se ponen de acuerdo y bautizan el itinerario con el nombre de 'Cepeda' en honor del tercer miembro de la cordada, artífice, al fin y al cabo, de la escalada. Además, María Jesús Aldecoa se convierte en la primera mujer que abre una vía en el Picu Urriellu. Habría que esperar 34 años para ver a la segunda...
Es época de nuevos desafíos alpinísticos y la escalada invernal es uno de los más sugerentes. En Pirineos y, sobre todo, Alpes las gestas y las tragedias se suceden en invierno. Y el Picu no queda al margen de ese reto. Ha vivido varios intentos sin éxito hasta que Udaondo y Landa se planta en la pared el 8 de marzo de 1956 para escalarla siguiendo la vía que los hermanos Régil habían abierto apenas ocho meses antes. Solo llegar hasta allí les ha costado tres días desde Espinama con tres mochilas cargadas hasta arriba. Además del material de escalada cargan con la comida necesaria para toda la 'expedición'. La base de su alimentación son dos kilos de callos, arroz y espaguetis...
El material utilizado da la justa medida de la hazaña. La cuerda que llevan es de cáñamo, solo llevan un piolet hecho por ellos mismos, como las clavijas, y dos crampones. Pedro lleva unas gruesas botas con suela de correa que le ha encargado al zapatero de la bilbaína calle Fica. Ángel no tiene tanta suerte y escala en chirucas. En un momento dado de la ascensión, Landa decide quitárselas y progresar descalzo un tramo de unos cinco metros. Como explicaría más tarde, los calcetines de lana que llevaba agarraban mejor que las chirucas en una zona de hielo negro. El cuatro horas de escalada estos dos jóvenes vizcaínos de 20 y 21 años culminan una de las mayores gestas de la historia del Picu Urriellu.
La segunda invernal también llevaría sello vasco, concretamente de los hermanos Régil, que el 12 de marzo escalan por la cara sur. Dos invernales en apenas cuatro días parecen desvirtuar las dificultades de la montaña pero solo ponen el relieve el méritos de ambas cordadas. En la década siguiente solo se lograrían dos invernales más.
Sin ser una primera, el 13 de octubre de 1963, Ángel Rosen, Julio Villar y José María Regil lograrían otro hito, la primera repetición de la 'Rabadá-Navarro', mítica vía de la cara Oeste y considerada durante muchos años la más difícil del Picu.
Hay que esperar casi tres décadas para asistir, en 1989, a nuevas aperturas vascas. Y como antaño, llegan de dos en dos. El 13 de febrero de 1989, Antxon Alonso, Juan Antonio Olarra y Aitor Fernández abren en la cara Oeste 'Zunbeltz', una línea de 320 metros con dificultades hasta A4. El itinerario es fundamentalmente en artificial y se convierte en la segunda vía de la historia del Picu abierta en pleno invierno (la primera en la cara Oeste). En 2003 Iker y Eneko Pou lograron completarla en libre.
A primeros de septiembre de ese mismo año, el guipuzcoano Jon Lazkano y el madrileño Ramón Portilla abren también en la cara Oeste 'Gizon berri bat naiz', de 550 metros de longitud y dificultad 7b+. Años más tarde, entre 1993 y 1994, los dos escaladores reequiparían la vía para escalarla en libre. De hecho, a día de hoy es uno de los itinerarios preferidos para hacer el Picu en libre.
La era de los hermanos Pou
Hasta el siglo XXI no hay nuevas aperturas vascas, una época en la que el Urriellu queda irremediablemente asociado a una cordada llamada a hacer historia. En Picos y en el resto del mundo: los hermanos Pou.
Su primer contacto con el Picu lo tienen en 1993. Dos jovencísimos Iker (16 años) y Eneko (19) escalan la 'Cepeda' y la 'Pidal/Cainejo' prácticamente seguidas y sus ímpetus juveniles les lleva a atreverse incluso con la 'Rabada/Navarro', que no consiguen. Pero el veneno lo tienen ya inoculado. Llevan pocos años escalando, pero progresan con rapidez. Regresan a Picos -su «segunda casa» como han dicho más de una vez- siempre que pueden y las vías recorridas se cuentan por decenas. Pero sus metas van mucho más allá de repetir itinerarios. Su calidad y el propio Urriellu merecen gestas para la historia. Y Eneko e Iker sumarían unas cuantas en los siguientes años.
En 1997 logran la primera en libre y en el día a 'El Pilar del Cantábrico' (8a+/500 m), abierta 16 años antes en artificial (A3) en la cara Oeste. En 2003 llega la siguiente liberación: 'Zunbeltz', (8b+/500 m, antiguo A4). Les lleva tres días suspendidos con hamacas en la pared y que hoy sigue sin ser repetida en libre. Tres años más tarde, en 2006, liberan otra vía, la tercera en su currículo y también en el día: 'Quinto Imperio' (8b/500 m), que había sido abierta por una cordada portuguesa en 1996, como no, en la cara Oeste.
Que los Pou firmaran una apertura absoluta el el Picu era solo cuestión de tiempo. Y llegó poco después. El 13 de agosto, tras tres semanas trabajando en la cara Oeste, abren y encadenan en libre una vía de 500 metros y dificultades de hasta 8c+ que bautizan 'Lurgorri'. Pero su obra maestra llegaría tres años más tarde con la apertura y primera escalada en libre y en el día de 'Orbayu', (8c+/500 m), considerada hoy en día una de las vías de pared más difíciles y más perseguidas del mundo.
La sexta, y de momento, última ruta de renombre de los hermanos vitorianos llega 2016. Acompañados esta vez de la escaladora mallorquina Neus Colom y después de más de tres meses de intenso trabajo completan, una vez más en la cara Oeste, la primera escalada en libre de la 'Marejada Fuerza 6' (500 m/A4), abierta hace nada menos que 31 años. La peligrosidad y el riesgo en las caídas, la exposición y los escasos y precarios seguros durante la ascensión y la dificultad de afrontar largos de hasta 8a+ convirtieron esta ascensión en un reto del máximo nivel tanto físico como psicológico, según explicaron los propios escaladores.
Tragedias vascas en el Picu Urriellu
Pero una actividad tan intensa como la desarrollada por el alpinismo vasco en una montaña como el Picu Urriellu implica también una cara B. Un precio a pagar por alcanzar el sueño de su cima. Y el de los alpinistas vascos ha sido muy caro. De la quincena larga de fallecidos que suma, más de un tercio (6) proceden de Euskadi.
La luctuosa lista la abre el 4 de septiembre de 1956 el portugalujo Isaías Sanz Martínez, que fallece en la cara Sur al precipitarse al suelo cuando estaba escalando de primero de cordada el segundo largo de la vía 'Sur directa'. la cuerda a la que estaba atado se rompió al no aguantar el tirón producido sobre un mosquetón y un pitón que él mismo había introducido. Fue la segunda víctima que se cobraba el Picu.
El 2 de febrero de 1969, la tragedía fue doble. Los escaladores guipuzcoanos Francisco Berrio y José Ramón Ortiz mueren en la cara Oeste al desprenderse un taco de madera en el último largo de cuerda de dificultad de la vía 'Rabadá-Navarro'. Al parecer, el primero de cuerda se precipitó al vacío y arrancó en su caída todos los seguros intermedios, así como los clavos de la reunión y con ellos a su compañero. Doscientos metros más abajo, las cuerdas que les unían se engancharon en un saliente de roca y los infortunados montañeros sufrieron un fuerte impacto contra la pared, lo que les provocaría la muerte. Su fallecimiento completaba una dramática estadística: 3 de los 4 primeros muertos en el Picu eran vascos.
Solo un año después, el 2 de agosto de 1970, el eibarrés José Hilario Lasa muere en la cara Norte al precipitarse al suelo cuando el cordino con el que rapelaba se rompe en medio de una fuerte tormenta.
Y en la primera semana de julio de 1996, concretamente el día 3, Xavier Ansa, experto escalador que contada en su curriculo con la 'Nose' a El Capitán, se precipita por la pared en uno de los largos de la parte superior de la vía Almirante. Aunque las cuerdas con las que le aseguran sus compañeros retienen su caída, los fuertes golpes que se da contra la roca le producen la muerte casi en el acto. Sus compañeros, impotentes, alcanzan la cima y descienden al refugio a dar aviso del suceso, y al día siguiente se procede al rescate del cadáver con la intervención de un helicóptero.
Y la lista la cierra otro portugalujo, Ricardo Sedano, que el 13 de agosto de 2001 quedó inmovilizado en un rápel al atascársele la cuerda, bajo una fuerte avalancha de agua y piedras que se precipitaron por el lugar por el que descendía en la cara Oeste. Sacado de la pared aún con vida por los grupos de rescate, falleció poco después en el hospital.