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Peña Vieja y Peña Olvidada, desde la estación superior de El Cable, en los Picos de Europa, Cantabria. Wikimedia

Un gran viaje de montaña

El 'Espolón de los franceses' exige conocimiento del terreno, destreza escaladora y buena forma física para superar sus 1.000 metros de ascensión

óscar gogorza

Viernes, 31 de julio 2020, 17:15

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Existen viajes de escalada en alta montaña sumamente codiciados, por estéticos, clásicos y asumibles cuando uno se dedica a escalar en terreno de aventura. El Espolón sureste de Peña Vieja, mucho más conocido como 'Espolón de los franceses', es un claro ejemplo y fue abierto en 1967 por dos escaladores galos: P.Forn y B.Trouvé, que bien podrían decir en su lengua que su ascensión es 'incontournable' (es decir, de obligada visita). Con todo, enfrentarse a esta ruta es una aventura puesto que transita por terreno serio de alta montaña y exige diferentes técnicas de progresión para no perderse en horarios exagerados o en vivacs no deseados. Conviene recordar que su cumbre se encuentra a 2.614 metros sobre el nivel del mar y que la escalada de la ruta observa 1.000 metros de desnivel, de los cuales los primeros 700 exigen escalar si bien el grado máximo de dificultad rara vez supera el Vº grado. El primer tramo de la ruta deriva hacia la izquierda de la pared, superando unos primeros 250 metros de IV y IV+, bellos, sobre buena roca y que nos acerca hasta un punto conocido como 'El dado' donde empieza propiamente el espolón, más aéreo y algo más difícil y mantenido en los siguientes 350 metros. Puede que sea el tramo más estético y con mejores panorámicas de la ruta, un tramo que se sigue con más facilidad que el tramo inicial. Varios clavos y puentes de roca instalados en la ruta ayudan a seguir el itinerario, protecciones fijas que siempre hay que completar con seguros flotantes. Caerse aquí nunca es una posibilidad acertada.

En realidad, son dos vías en una: cuando el recorrido se tumba tras sus primeros 700 metros de desnivel, empieza un terreno de montaña, técnicamente sencillo pero que exige saber orientarse para evitar zonas de mala roca, pasos expuestos y, sobre todo, para leer correctamente el terreno más sencillo sobre el que progresar. Es un terreno de arista que se hace largo, y más cuando la condición física del escalador no es óptima. Relajarse aquí es un grave error y conviene aplicar técnicas adecuadas de progresión con cuerda, tanto por seguridad como por lograr el más óptimo de los avances. La calidad de la roca del tramo inicial se degrada progresivamente, obligando al escalador a vigilar siempre sus pasos. Suele ser en estos tramos donde se dan los accidentes. Ciertos escaladores prescinden de la cuerda, otros se encuerdan, pero lo cierto es que la técnica de progresión en aristas que tanto emplean los guías de montaña es compleja y exige años de dedicación para dominarla. La arista es espectacular, a ratos afilada, larga, con un par de rápeles que hay que saber encontrar antes de dar con el descenso de su ruta normal, donde acaban las dificultades. La ruta suele ser visitada en invierno y en ella se han dado numerosos y graves accidentes.

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