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Ilustración Ana Vega

¿De dónde salió el jariguay?

Trago infantil, cubata barato o mezcla heterodoxa: la palabra «jariguay» ha tenido varios significados pero surgió gracias a un refresco bilbaíno

Viernes, 10 de octubre 2025, 18:11

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Estoy encantada de la vida. He descubierto por qué el jariguay se llama «jariguay». No es moco de pavo, créanme: en internet existen un montón de artículos, páginas y foros que hablan del término y a la vez insisten en que su origen es totalmente desconocido, así que puedo sentirme legítimamente orgullosa de haber dado con el quid de la cuestión. Con un poco de suerte la etimología jariguayesca dejará de ser un misterio a partir de ahora y se recordará para siempre, al menos en los rincones más friquis de la red, el nombre de quien inventó esta palabra.

¿Qué es para ustedes un jariguay? O un jeriguay, jarigüey o jarigai, que lo mismo da y de todas esas maneras se suele decir. Para mí era hasta hace nada un concepto indeterminado, una voz que dependiendo del hablante podía significar A, B o C y que probablemente (eso pensaba yo) había surgido espontáneamente del habla infantil o juvenil. Igual que «guay», «chachi» o «chupi», «jariguay» suena un poco pueril y un mucho viejuno, a puros años 80 destilados. En mi cabeza estaba relacionado con algún tipo de trago de aquellos tiempos, aunque no sabía si se refería a una receta concreta o era un mero sinónimo de cubata, bebida o similar. Por eso me quedé sorprendida cuando la semana pasada, buscando información sobre Kas y en concreto sobre su desaparecido refresco de cola Kaskol, me topé en un grupo de Facebook (el interesantísimo «Gasteiz Atzo») con el siguiente comentario: «[...] Aprovecho para soltar un palabro muy utilizado en Vitoria por los años 50-60, se trata de «jariguai», y no diré a qué se refería por darle un poco de juego, además, quizá cada cual podría tener su propia teoría acerca de ello. Yo recuerdo haber tomado mi primer jariguai en el bar Río Janeiro, sería el año 1959 aproximadamente». Si eso era cierto, el jariguay era mucho más antiguo de lo que yo pensaba y quizás valía la pena rastrear su origen.

En Aste Nagusia

En la hemeroteca la referencia más antigua es de 1982, año en que este mismo periódico describió las txosnas de la bilbaína Aste Nagusia indicando que en Tintigorri se serviría todos los días «jariguay a tope». A veces se escribía con «i» latina al final o cambiando alguna otra letra, pero está claro que para la prensa de la época equivalía a un trago festivo, casi seguro embolingante e íntimamente asociado a la juventud ochentera. Aparecían menciones aquí y allá, en las tres provincias vascas y en el área circundante compuesta por Navarra, La Rioja, Burgos... y también más lejos, desde Palencia hasta Soria, Valladolid, Ávila, Salamanca e incluso Cáceres. ¿Podía haber sido un antecesor o rival del kalimotxo? En 1983 'Tribuna Vasca' equiparaba ambas combinaciones diciendo que en fiestas de Bilbao era habitual «tomar un kalimotxo o un jariguai, bebida consistente en una mezcla de no sé qué servida por un aguerrido konparsero», mientras que en 2011 el pamplonés 'Diario de Noticias de Navarra' mencionaba que antiguamente «la mezcla de vino y cola daba como resultado el jariguai, la bebida estrella de antaño durante los Sanfermines».

Registro botella Jariguay Boletín Oficial de la Propiedad Industrial 1 julio 1966

Dos años después nuestro famoso paisano Mikel López Iturriaga recordaba en un artículo de El Comidista («Tartar de atún con remolacha y fresas») que «en el lenguaje de mi familia, e imagino que en el de otras, en los setenta y los ochenta un jariguay era cualquier bebida que juntara refrescos baratos y alcoholes de manera poco ortodoxa». Sería entonces similar a lo que en coctelería se llama highball (un trago largo que combina licor y refresco), aunque lo más curioso es que a partir de cierto momento de la investigación comencé a encontrarme menciones jariguayiles mucho más inocentes y abstemias. En un sitio contaban que el enigmático jariguay era la bebida preferida de los niños de los 70, en otro que la palabra debía aplicarse estrictamente a las gaseosas con sabor a naranja y más allá vinculaban «aquel invento burbujeante llamado jeriguay» con los kioscos o tiendas de chucherías.

En un ultramarinos

Atención aquí, porque la pista infantil es clave: en 2012 la página de Facebook «Yo fui a EGB» preguntó a sus cientos de miles de seguidores si alguien había visto alguna vez lavar el vaso del jariguay. De los 161 comentarios que suscitó la cuestión, la mayoría eran de gente que no tenía ni pajolera idea de a qué demonios se estaban refiriendo. Quienes sí sabían qué era habían crecido en Euskadi, la cornisa cantábrica o Castilla y León, y recordaban nítidamente que en los años 60 y 70 se llamaba «jariguay» al refresco con gas de limón, naranja o cola que por un precio ínfimo se podía pedir en las tiendas de chuches. La kiosquera de turno llenaba con una botella grande medio o un vaso entero de refresco, según precio estipulado, y se podía hasta solicitar un revoltijo de los tres sabores a la vez. La gracia, o más bien la prueba de que las cosas entonces eran muy diferentes, estaba en que solía haber un único vaso y todos los niños bebían del mismo uno tras otro. Ejem.

Todo esto igual lo sabían ustedes perfectamente. Mi pequeña primicia consiste en haber averiguado que Jariguay fue una marca comercial solicitada en abril de 1957 –y concedida el 21 de julio del 58– por el dueño de un ultramarinos de Bilbao. Miguel Gómez Regúlez (Villasante 1917 - Bilbao 2010) regentó durante muchos años una tienda de comestibles y vinos conocida como «La Pajarita» en la calle José María Escuza nº 21. Como tantos otros colegas de gremio don Miguel tuvo maquinaria para elaborar bebidas gaseosas y quiso registrar una marca propia: su Jariguay debió de popularizarse tanto a finales de los 50 que acabó dando nombre a todos los refrescos baratos y luego sus primeros clientes, al crecer, extendieron sus dominios léxicos a los cubatas hechos con esos mismos refrescos. No me digan que no es entrañable.

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