Comer carne nos hizo humanos
El consumo moderado nos pone en paz con nuestro diseño evolutivo
José Enrique Campillo
Médico, catedrático de Fisiología y experto en Nutrición y Alimentación
Viernes, 16 de mayo 2025, 17:19
Este artículo no va de si comer carne es bueno o es malo. Mi lema es comer de todo con moderación y rotando los diferentes tipos de alimentos. Esa es la única forma de que en nuestro organismo entren todos los nutrientes que necesitamos. Estas líneas van de demostrar algo que muy pocos saben: que si nuestros antepasados no se hubieran visto obligados a comer carne, ahora no existiríamos los seres humanos.
Hace más de diez millones de años andaba por África y Europa un simio llamado 'Dryopithecus', de unos 250 centímetros cúbicos de cerebro. A partir de este antecesor divergieron dos líneas evolutivas. Una de ellas condujo hacia los actuales simios, como los chimpancés. La otra condujo hacia los seres humanos. En estos diez millones de años de evolución el cerebro del chimpancé alcanzó el tamaño actual de unos 450 centímetros cúbicos; apenas 200 centímetros cúbicos más en diez millones de años. Pero el tamaño del cerebro del 'Homo sapiens' alcanzó en este mismo periodo de tiempo los 1.450 centímetros cúbicos, es decir mil doscientas centímetros cúbicos más.
¿A qué se debe esta enorme diferencia? Los antecesores de los chimpancés habitaron siempre entornos selváticos con abundantes vegetales y evolucionaron con un intestino grueso de enorme tamaño que precisaban para digerir tantas plantas. El intestino y el cerebro son los órganos que más energía consumen, así que la línea evolutiva del chimpancé optó por tener un intestino grande a pesar de que ello implicaba quedar con un cerebro pequeño. Pero nuestros antecesores sufrieron difíciles condiciones de supervivencia, clima seco, hábitat en sábanas arbustivas, pocas frutas, pocos vegetales tiernos. Durante millones de años tuvieron que recurrir a otras fuentes de alimentación: carne de animales terrestres o acuáticos.
El precio de un cerebro grande
El organismo de nuestros ancestros se fue adaptando a esa dieta. Perdimos los colmillos, adoptamos una postura erecta y, lo más importante, nuestro intestino grueso se redujo a un mínimo en comparación con el tamaño proporcional del colon de un chimpancé. Esta reducción del intestino permitió disponer de energía sobrante para poder desarrollar un órgano tan costoso, en términos energéticos, como un cerebro grande.
El precio fue nuestra incapacidad fisiológica actual para alimentarnos exclusivamente de vegetales crudos, lo que pueden hacer sin problemas un gorila o un chimpancé. Podríamos alimentarnos de carne o de pescado crudo sin ningún problema. Pero es muy difícil que una persona pueda sobrevivir alimentándose exclusivamente de vegetales crudos. Por esta razón yo soy de los que piensan, sobre la base de datos científicos, que el consumo moderado de algo de carne nos pone en paz con nuestro diseño evolutivo. Claro que no hay que olvidar que en muchas ocasiones nuestros ancestros recurrían a alimentarse de frutas, bayas y algunos otros vegetales que si podemos consumir sin cocinar.
Es en el Neolítico, hace unos diez mil años, cuando comenzamos a consumir vegetales en abundancia gracias al dominio del fuego y a la agricultura, que permitieron hacer digestibles y asimilables algunos vegetales como los cereales. Arroz, en Oriente, trigo, en Europa y maíz, en América, han constituido la base de la alimentación de la humanidad durante milenios. Claro que, casi siempre con algún trocito de carne o pescado añadido al guiso.
- Temas
- Cerebro
- Alimentación
- Carne
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.