Eunate, puerta abierta al misterio

El buen tiempo invita a salir y abre el apetito. En Navarra se come bien y en la zona de nuestra excusión podemos disfrutar de pimientos, verduras y carnes de primer nivel y, de paso, alimentamos el espíritu. Eunate es un misterio sobre el que se ha dicho casi de todo. Su origen, su emplazamiento, quién ordenó su construcción en medio de un páramo desolado. Y sobre todo, su forma. La iglesia situada en el término de Muruzabal (Navarra), a unos kilómetros de Puente La Reina, al borde del camino Jacobeo procedente de Somport y muy cercano al que desciende de Roncesvalles, es una construcción octogonal casi sin parangón en España, pues sólo hay una parecida, y también está en Navarra. Concretamente en Torres del Río, cerca de Estella, también al pie de la ruta de los peregrinos hacia Santiago.

Pero mientras que esta última tiene diversos elementos que camuflan su singular estructura (torre, ábside, linterna), la de Eunate es un octógono casi perfecto rodeado de un grácil e irregular octógono de arcos. Vendrían a ser sus puertas, las puertas que, según los historiadores, le dan nombre... aunque tampoco hay demasiado acuerdo sobre eso. Su nombre actual, Eunate, significa en euskera 100 Puertas, aunque los documentos mencionan que en el pasado se llamó Onat (y de ahí hasta Eunate hay un sólo paso), traducible como Buena Puerta.

Sea buena o sean cien, tampoco importa mucho a estas alturas en este panorama de incógnitas. Se dice que fue construida por orden de la orden del Temple, y basta con meter en danza a los templarios para que el interés de los amigos de la historia o los de ocultismo se dispare. Nada como un grupo de caballeros cruzados exterminados por ocultas razones tras cumplir la misión para la que fueron creados para desatar la curiosidad. Pero salvo el parecido del templo navarro con algunas construcciones del Temple, nada hay que acredite esta opinión.

Y a falta de caballeros gentiles o sanguinarios, corteses o pedófilos, según el punto de vista de cada cual, aparece una dama, o una reina (quién da más) detrás del proyecto. Una mujer sin nombre que ordenó construir un templo como no hay otro en un lugar peligroso, infestado de bandidos, decían, para poner un poquito de orden. Se estima que la iglesia fue erigida hacia 1170, aunque tampoco está claro con qué fin: si ermita, hospital o cementerio de peregrinos.

Aunque tampoco importa tanto. Para quienes se acercan a Eunate no deja de ser una aparición. Ahora, las aldeas vecinas de Óbanos, Muruzabal o Eneritz parecen algo, pero en la noche larga de la Edad Media serían poco más que un grupo de casas. Allí, en la carretera que atraviesa Valdizarbe, junto al río Robo (curioso nombre), se alza modesta pero sabiéndose única una iglesia que cada año reúne a miles de visitantes que buscan respuestas que no tiene.

Por eso, hay que entrar y mirar. El interior es sencillo, discreto, no hay alardes arquitectónicos, aunque los expertos detectan aportaciones del arte musulmán añadido a los detalles de un edificio crecido al calor de las ideas de los peregrinos que pasaban a su lado. Y si tienes la fortuna de estar solo o con un grupo de gente prudente, percibirás eso que algunos llaman espiritualidad y otros, la llamada del genio del ser humano, el ruido de los martillos y los cinceles, que parece tan prosaico y dejó para la eternidad una obra sublime. Hay algo allí dentro y cada cual lo llama como sabe. O como puede.