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Fabada, para templar cuerpo y espíritu

Es uno de los platos icónicos de nuestra gastronomía y, gracias a las fabes que le dan su popular nombre, aporta fibra y proteínas

Jesús Lens

Lunes, 23 de diciembre 2024, 11:59

La fabada es un plato tan conocido, reconocido y reconocible en la cocina española que lo único que le falta es un emoticono en nuestros móviles, como el de la paella, para hacerse universal. Aunque se disfruta todo el año, que no hay altas temperaturas que mitiguen las ganas de comerse un buen plato de fabada, es en estos meses de frío, lluvia y humedad cuando más apetece, se disfruta y reconforta. Hablamos de un plato de cuchara que templa cuerpo, alma y espíritu, de elaboración lenta y pausada y que invita a disfrutarlo en compañía y buena conversación.

Como su propio nombre indica, el ingrediente principal de la fabada es la fabe, esa especie de judía blanca grande y arriñonada de sabor y textura mantecosa tan característicos. La faba asturiana, por cierto, tiene su propia IGP desde 1996, lo que la diferencia de otro clásico como es el judión de la Granja.

Hablamos de una legumbre exquisita con varias propiedades para nuestro organismo. La principal y más importante, la fibra, que aporta de manera extraordinaria, por lo que resulta muy adecuada para el tracto intestinal y para combatir el estreñimiento. Tiene poder saciante y, desde luego, después de una fabada no quedarán muchas ganas de picar entre horas. Porque ligera, lo que se dice ligera, la fabada no es.

El compango

Además, las judías son una gran fuente de proteínas y suman antioxidantes que ayudan a minimizar los estragos del envejecimiento. También combaten el colesterol –ahora hablamos del compango– y son aliadas del sistema cardiovascular. Por cuanto a minerales, destaca el hierro.

La fabada también se caracteriza por llevar carnes ahumadas, principalmente morcilla, chorizo y tocino (que debe ser de la zona de la papada del cerdo). Hay quienes incluso le añaden la costilla, oreja o rabo del puerco. En su caso, estos ingredientes aportan proteínas de alto valor biológico y mucho hierro, pero también bastante grasa, por lo que conviene no abusar. De hecho, hay comensales que no se echan la carne en el plato, disfrutando sólo de las fabes, ya suficientemente impregnadas del aroma y el sabor de las carnes cocinadas junto a ellas.

¿Plato del siglo XIX en peligro de extición?

Aunque la fabada sea como el dinosaurio de Monterroso, que nos da la sensación de que siempre ha estado ahí, no tiene una larga tradición documentada. Plato de origen humilde y de aprovechamiento, que permite combinar una legumbre con sabrosas partes del cerdo menos nobles que otras más afamadas, no fue hasta bien entrado el siglo XIX que comenzó a aparecer referenciado, negro sobre blanco, en la prensa de la época. ¡Es que ni en 'La Regenta' sale nombrada, oigan! Su gran aporte calórico y el tiempo que lleva cocinarla ponen a la fabada en el ojo del huracán: ni hacemos actividades que justifiquen tanta caloría ni tenemos tiempo para elaborar artesanalmente según qué platos. ¡Peligro!

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