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mercedes gallego
Miércoles, 14 de julio 2021, 02:42
Es difícil saber con certeza lo que ocurre en Cuba. La intoxicación lo enturbia todo por ambos lados. Los medios internacionales perdieron interés tras la muerte de Fidel Castro y la jubilación de su hermano Raúl, delegando la información en periodistas locales medio activistas que son detenidos periódicamente. Internet está cortado, no se otorgan visados para cubrir protestas y cualquier visitante tendrá que cumplir con cinco días de cuarentena.
Este miércoles las autoridades de la isla confirmaron el primer fallecido. Se produjo el lunes durante las protestas y disturbios que tuvieron lugar en el barrio Arroyo de Naranjo, en La Habana. Allí, durante un enfrentamiento entre policías y manifestantes perdió la vida un hombre de 36 años.
Lo que sí es constatable es que cientos de mujeres buscan desesperadamente estos días información sobre sus hijos y maridos, desaparecidos el domingo durante la represión policial de las mayores protestas que hayan ocurrido en la isla desde el 'maleconazo' de 1994, durante el periodo especial. Ese sería el único precedente, aunque en realidad nadie recuerda haber visto a miles de personas en las calles de Cuba pidiendo la libertad al grito de «abajo la dictadura».
La organización Human Rights Watch publicó ayer una lista con nombres y apellidos de las denuncias de detenciones arbitrarias que ha recibido, muchos de los cuales debieron llegar a los calabozos con la cabeza ensangrentada por los palos recibidos durante la carga policial.
«Si el régimen cubano no recapacita, o el mundo los obliga a recapacitar, la sangre correrá, porque el pueblo cubano ha gritado bien alto que perdió el miedo. Es momento de presionarlos para que abandonen el poder. Si queremos ahora, tendremos muchos más años de dictadura». Ese fue el último tuit de Camila Acosta, la periodista cubana que ejerce de corresponsal para el diario 'ABC', antes de ser detenida.
Joe Biden - Presidente de EE UU
José Miguel Vivanco - Human Rights Watch
Su pareja, el escritor y bloguero Ángel Santiesteban, la situaba en la cuarta unidad de policía de Infanta, en el municipio de Cerro. Eso ya era mucho más de lo que sabían los familiares de algunos desaparecidos. Según esta fuente, los agentes registraron su casa y confiscaron su equipo. Una veintena de periodistas independientes, desde Camaguey hasta Matanzas, recibieron visitas similares al día siguiente de las protestas. El presidente, Miguel Díaz-Canel, había prometido la víspera que todos «los que llamaron a la intervención internacional» tendrían que «responder de ello».
Era la primera vez que la ausencia de los Castro dejaba al descubierto la debilidad de un Gobierno que ha defendido una tímida apertura, truncada por la presencia de Donald Trump en la Casa Blanca y la pandemia del siglo. Con el recrudecimiento del bloqueo, el frenazo del turismo y la sequía del crudo venezolano, el desabastecimiento en la isla y los apagones han colmado la paciencia.
Era necesario traer de vuelta de su retiro a Raúl Castro, de 90 años, como destacó ayer la portada del periódico oficial 'Granma' al contar su participación en la reunión del Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, donde se analizaron «las provocaciones orquestadas por elementos contrarrevolucionarios organizados y financiados desde EE UU con propósitos desestabilizadores».
Serguéi Riabkov - Ministro de Exteriores ruso
Según el rotativo, los catorce miembros del órgano, corazón del poder en la isla, «abordaron además la ejemplar respuesta del pueblo al llamamiento del compañero Díaz-Canel a defender la Revolución en las calles lo que permitió derrotar las acciones subversivas».
Así interpretaba el Gobierno cubano lo sucedido, aún rastreando las redes sociales en busca del origen de las etiquetas #SOSCuba que habría desatado las manifestaciones. La situaba entre los sospechosos habituales de Florida, donde la celebración entre vítores y lágrimas alcanzó tal dimensión que parecía que Fidel Castro había muerto otra vez. El entusiasmo era tal que algunos siguieron el anónimo llamamiento de Facebook para embarcarse en una flotilla en dirección a Cuba para apoyar las revueltas, al grito de «¡no al comunismo!» y «tenemos que apoyar al pueblo de Cuba». Para la travesía de diez horas llevaban agua, latas de comida y, por supuesto, armas. «¡No nos vamos a ir sin armas!», dijo al diario 'Miami Herald' Santiago Rivero, uno de los que luego se quedaron varados en el muelle Pelican, donde la tormenta y los relámpagos contuvieron la euforia.
También el Gobierno cubano buscaba apoyo de los «revolucionarios» para demostrar su poderío en las calles y sofocar en número a los revoltosos. Era el momento de reforzar el poder de los Comités de Defensa de la Revolución en los barrios y en las empresas estatales, donde a muchos se les recuerda estos días que la próxima vez que el Ejecutivo les llame para defenderlo en las calles se juegan el empleo.
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