En mi caminata matutina de ayer fui 'testiga' involuntaria de una escena bastante tensa, y paso a relatarla tal como ocurrió porque, como bien dijo ... Chus Lampreave, las 'testigas' no podemos mentir... «¿Pero quién le ha dado a usted autorización para ir por la calle de esa manera?», preguntó a gritos una señora de edad a otra de más edad que circulaba a cara descubierta y con la mascarilla quirúrgica a modo de collar. La aludida se volvió sobresaltada y comenzó a replicar: «¿Que quién me ha dado a mí...?». Pero antes de terminar la frase (y de que aquello se convirtiera en el plató donde Kiko Rivera le asestó más puñaladas a su madre que Bruto a César), giró sobre sus talones y continuó su camino con la cabeza muy alta y la mascarilla demasiado baja.
Estuve a punto de juzgar severamente tanto a la demandante como a la interpelada hasta que recordé que hace poco coincidí en el ascensor con una vecina que no llevaba mascarilla y yo también le pregunté (en tono amable, eso sí) si se le había olvidado ponérsela. A lo que ella, con un mando en plaza que ya lo quisiera para sí Fernando Simón, respondió: «Estoy exenta por enfermedad».
Confiando en que dicha enfermedad no fuera la Covid-19, bajé con ella tres pisos. Supongo que la 'gendarme enmascarada' de ayer le echará una bronca monumental a mi vecina si se la llega a cruzar por la calle. Pero luego, quién sabe, lo mismo ella tiene un nieto que hace botellón...
Creo que la pandemia remitirá cuando dejemos de señalar a los demás y asumamos que la exigencia bien entendida empieza por uno mismo. La ciclista Sheyla Gutiérrez lo ha hecho. Ha renunciado a una beca olímpica porque opina que «con una crisis sanitaria hay personas que lo necesitan más». Si todos fuéramos Sheyla, no haría falta vacuna.
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