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Una nueva pareja acude a 'El Hormiguero'. Esta vez fueron dos actores, Quim Gutiérrez y Ernesto Alterio, los que visitaban a Pablo Motos para presentarle la película 'Un funeral de locos'', una comedia que sigue las vicisitudes de una familia que acude a despedir al patriarca, recién fallecido. Pero lo que debería ser un sentido velatorio se convierte en una reunión enloquecida cuando uno de los asistentes saca a la luz el secreto mejor guardado del difunto. «Lo que tenía que ser una fiesta para compartir el duelo entre los allegados, familiares y amigos, se convierte en una fiesta para compartir los conflictos enconados entre hermanos, problemas económicos… Mierda, comida, locura y amor», definía Gutiérrez. El dúo ha compartido ya cartel en cinco largometrajes. «Tiene coña porque hemos participado juntos en cinco películas, pero esta es la primera en la que compartimos líneas. No habíamos coincidido en ninguna escena, salvo en una en la que le tiraba de la oreja», afirmaba Ernesto.
En la cinta, una de las tramas tiene que ver con el pedal que se coge un protagonista al tomar ciertas sustancias. Alterio aprovechaba para recordar una jarana intensa. «Fue hace mucho tiempo. Un amigo trajo algo que dijo que eran setas y yo comí más de las debidas. Era muy jovencito o tenía mucha hambre. Y eso se nos fue de las manos, empecé a ver a mi amigo con cara de cabra. Mi novia, que no había comido eso, se asustó y me llevó al ambulatorio. Imagínate, en el centro de Madrid. Había habido tres peleas multitudinarias y yo tenía al lado sentada a una mujer que se había tragado una bola de coca. O eso, a lo mejor, me lo inventé. Lo que sí es cierto es que un policía me paró en la puerta. Y al médico le decía que yo la realidad no la veía como es», rememoraba el intérprete al que el doctor acabó enviando a su casa para que le vigilara su novia.
Quim Gutiérrez también recordó una de sus melopeas. «Yo es que soy goloso. Y al acabar una función, el padre de uno de los actores, al que no voy a mencionar para protegerle, había traído una tarta de chocolate que llevaba 'algo' de maría. Muy poquito, en apariencia. Yo comí un poco y no noté nada extraño, sabía a chocolate. Y comí más. Y me subí a la moto con mi chica y empecé a sentir que, o la ciudad iba muy deprisa, o yo muy despacio. No le daba al acelerador. Y soltaba las manos. Ahí me di cuenta de que algo no iba bien. Y le dije a mi chica que no me encontraba bien. Creía que me iba a morir. Las pulsaciones iban a mil. Vino el Samur y llamaron a una UVI móvil. Me entubaron porque el corazón estaba a punto de reventar. Me llevaron al Gregorio Marañon y ahí me metieron valium en vena. Y eso me calmó», evocaba.
La historia de 'Un funeral de locos' transcurre en el País Vasco, aunque procuraron moderar el acento. «Era como de vasco para adentro», bromeaba Gutiérrez. Y se explicaba: «Me daba como mucho pudor hacer el chiste del acento e intentamos moderarlo». Alterio recordaba que las cosas eran muy diferentes cuando él llegó a España desde Argentina. «Cuando nos trajo mi padre, en 1974, tuvo que aprender a hablar castellano puro porque no se admitía otro acento. Esto se ha diversificado muchísimo. Ahora aceptamos mucho más los acentos y lo vemos como una riqueza», explicaba.
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