Álvaro Torres, las alargadas formas del inconformismo y la maestría
El pianista madrileño, cada vez más reconocido en la escena de Nueva York, firmó un recital memorable en el segundo compromiso del Palacio Europa
Ramón Albertus
Martes, 15 de julio 2025
Se repite en las presentaciones de sus conciertos que a los ocho años empezó a estudiar clásico en el conservatorio de su pueblo y ocho ... años más tarde descubrió el jazz. Esa posibilidad de escaparse de la lectura del pentagrama fue una auténtica revelación. Hoy, a sus treinta y pocos, Álvaro Torres (1993, San Lorenzo de El Escorial) está considerado uno de los pianistas más a tener en cuenta de su generación y una cara cada vez más visible de la escena neoyorquina.
El concierto de ayer en el auditorio María de Maeztu del Palacio Europa tenía ese aura de las propuestas interesantes, esas que aseguran al espectador del Festival de Jazz de Vitoria la sensación de estar ante alguien que en unos años será imprescindible. De pianistas nacionales que han deslumbrado en el certamen se pueden contar unos cuantos a lo largo de los años: desde Tete Montoliu y Chano Domínguez, pasando por Moisés Sánchez, Mezquida o Clara Peya –con una propuesta más pop y la electrónica–. El auditorio coronó a Torres, acompañado del japonés Masa Kamaguchi al contrabajo y el danés Kresten Osgood a la batería, escuderos habituales en sus giras europeas.
A las ocho y treinta y cinco salieron a escena, con un público que ya se ha adaptado a unas butacas más cómodas que las del Principal. No tardó en verse a un teclista poseído pr las ganas de probar, de no repetirse en cada recital, de dar con la nota que exprese su estado de ánimo en el instante. Con 'King Korn' como apertura se elevaba sobre el asiento y mostraba su técnica solo con la mano derecha. Ya quedó claro su enfoque libre e instintivo. Luego, desde el piano, se llevó la mano a la frente con la palma hacia abajo para ver el gesto del público tras las luces. «Gracias por estar un miércoles aquí», dijo. Se le perdonó la confusión: parece ir siempre varios pasos por delante en el terreno musical. Tanto, que la hora y cuarto de concierto pasó en un suspiro.
La confusión es lógica en alguien que tiene la maleta siempre a medio hacer. Desde 2017 lleva recorriendo escenarios sin pausa. Esos viajes geográficos se acompañan de paseos estilísticos: del flamenco ('Calabosito', inspirado en Camarón) y sobre todo, el eco de la música clásica ('Palindrome' o 'Lullaby').
El directo resultó «intenso e inspirador», como lo definió el propio Torres. A Kamaguchi ya lo vimos el año pasado junto al guitarrista Eddie Mejía en el Principal, y volvió a demostrar su talento. En un par de ocasiones, Osgood, con esa simpática camiseta de las 'Tortugas Ninja' y pantalón corto de deporte, se llevó el aplauso por eso mismo y su humor cuando simuló tocar en varias ocasiones. La firma de discos posterior al concierto dio fe de la buena acogida. «Solo tengo estos discos, los que me cabían en el coche», comentó Torres cuando estaban a punto de agotarse. «He traído los que me cabían en la mochila», resolvía con una sencillez que contrastaba con la figura que pone sus manos sobre las teclas.
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