La música que esconde el baúl de un genio
La Clasijazz Orchestra almeriense se atreve esta noche en Mendizorroza con la monumental 'Epitaph', el secreto mejor guardado de Charles Mingus
El Festival de Jazz de Vitoria inaugura su cartel de conciertos en el polideportivo de Mendizorroza con una pieza monstruosa. Poco más de dos horas ... de música repartida en veinte pasajes e interpretada por una orquesta de 31 instrumentistas. Música multitudinaria, febril y poliédrica firmada por Charles Mingus, el maestro airado del jazz, el bajista y compositor que era capaz de insultar e incluso despedir a sus músicos en plena escena, pero también dotado de una sensibilidad única para mezclar la vanguardia con la esencia más arcaica de la música negra.
La criatura musical en cuestión que promete encender Mendizorroza responde al título de 'Epitaph'. «Es música para mi lápida», afirmó Mingus respecto a una especie de suite que compendia su obra. La interpretación correrá a cargo de la Clasijazz Orchestra almeriense, una veterana formación que conjuga la sólida raíz clásica con el espíritu explorador del jazz desde su fundación en 1998.
Pablo Mazuecos es el corazón y el motor de la orquesta andaluza. Después de un puñado de interpretaciones de 'Epitaph', ha perdido el miedo a su perfil colosal y un tanto desmesurado. «Tiene de todo. Hay pasajes de locura y otros muy líricos. Se nutre de jazz, gospel y blues; pero también puedes encontrar sonoridades que te recuerdan a Stravinsky», apunta. Puestos a rebuscar en las comparaciones, el director de Clasijazz cita a 'La Consagración de la Primavera' del compositor ruso como familiar lejano de 'Epitaph'. «Tiene ese mismo espíritu de agitar al público. Trasladado al jazz, también damos una protagonismo muy importante a los solistas. Hay una partitura, pero la improvisación sigue siendo clave», desgrana Mazuecos.
Dada su extensión y su complejidad armónica, 'Epitaph' es una obra poco interpretada. La Clasijazz Orchestra la llevó a las tablas por última vez hace un par de años en el Palau de la Música barcelonés con un éxito rotundo a pesar de haber tenido que abordar una versión un tanto más reducida debido a la limitación de horarios que imponía la sala. En Vitoria, sonará en toda su extensión. Eso sí, con un pequeño receso a modo de descanso. «Es una obra que guarda sorpresas. Hay que escucharla sin complejos y con la mente muy abierta», recomienda Mazuecos.
La talla gigante de 'Epithaph' va de la mano con un aura de partitura póstuma reconstruida tras la muerte de Charles Mingus el 5 de enero de 1979 víctima de la esclerosis lateral amiotrófica (ELA) a los 56 años. La obra contiene piezas compuestas tanto en plena juventud como en la época de madurez del contrabajista.
Mingus trató de estrenarla en vida durante un concierto en el Town Hall neoyorquino el 12 de octubre de 1962. La experiencia resultó frustrante para el artista, rabioso ante la evidencia de que la magnitud de la obra superaba al grupo de músicos elegido para la ocasión, sin ensayos suficientes para sostener el peso de la partitura.
Mingus enterró su obra más ambiciosa tras un simulacro de estreno que terminó en fiasco
Tras aquel fiasco, 'Epitaph' queda olvidada en el catálogo de obras fallidas. El autor de 'Goodbye Porky Pie Hat' acumula grabaciones magistrales y asienta su leyenda de maestro rupturista y hombre de genio insoportable para morir en Cuernavaca (México) acompañado de su esposa Sue y su hijo Eugene tras haber buscado una solución milagrosa a su enfermedad en una curandera llamada Pachita.
El arqueólogo musical
Ya en 1987, el musicólogo Andrew Homzy acude a la llamada de Sue Mingus para catalogar la ingente cantidad de documentación y legajos de su difunto marido en su apartamento de Manhattan. En un baúl rebosan las partituras de algunos de sus temas más conocidos. Entre el papel pautado destinado a grupos pequeños, surgen las páginas de una pieza para gran orquesta. Todas ellas con el título de 'Epitaph' en el encabezamiento afloran del fondo de un arcón en que Mingus las había enterrado tras aquella velada maldita en el Town Hall. La numeración de los compases cuadraba en su casi totalidad. Homzy recuerda aquel momento «como si hubiera descubierto la décima sinfonía de Beethoven».
«Tiene el espíritu de agitar al público. Hay una partitura, pero siguen siendo claves los solistas y la improvisación»
Pablo Mazuecos
Director de Clasijazz
No era para menos. El hallazgo de una obra póstuma firmada por Mingus fue un gran acontecimiento en el mundo del jazz. Una primera versión se estrenó en el Lincoln Center de Nueva York en 1989, con la dirección de Gunter Schuller, la presencia de figuras de la talla de Wynton Marsalis o Randy Brecker y la aportación de antiguos compañeros de escena de Mingus como George Adams o Jack Walrath. El éxito fue rotundo.
Pero a la partitura reconstruida le faltaba esa pieza final del puzzle que el azar siempre ayuda a encontrar. Homzy completó su labor de arqueología musical en una visita a la Biblioteca de Artes Escénicas del Lincoln Center. Buscaba documentación para un estudio sobre el clarinetista Benny Goodman, pero el bibliotecario le guió hacia un catálogo que incluía partituras sueltas de Charles Mingus. Los compases pendientes de 'Epitaph' salían a la luz. Aquellas páginas habían salido del baúl de Charles Mingus hacía tres décadas, cuando decidió venderlas para alimentar su maltrecha economía.
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