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Russell Mael se movió sin parar por el escenario. Maika Salguero

Los setentones Sparks enamoran con un show feliz

Los antagónicos hermanos angelinos Ron y Russell Mael animaron a bailar ajenos a edades y procedencias

Domingo, 13 de julio 2025, 03:13

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Ah, qué éxito en todos los sentidos el del dúo Sparks (Los Ángeles, 1971), o sea Chispas, formado in illo tempore por los hermanos Ron y Russell Mael, el primero el teclista de 79 años, de bigotillo a lo John Waters / Antonio Garisa, sentado a la derecha ante su piano, inmóvilizado, mirando con gesto seco, agrio, enfadado, como si no quisiera estar en el BBK Live, y el segundo el cantante de 76 años, vestido con un impagable traje de flores, con una pinta de dandy émulo del Bryan Ferry de Roxy Music, el pelo teñido de negro (si era suyo), y una agilidad suficiente para moverse sin parar por el escenario Repsol y para saltar y dar palmas a la vez cada dos por tres.

Actuaron en sexteto, con cuatro jóvenes músicos acompañantes detrás, elevados sobre una plataforma, y ellos dos delante, el hierático hermano mayor Ron y el dinámico Russell, que fue el foco de las miradas durante un concierto que arrancó muy bien y que encima cursó creciente durante 11 canciones (tres de su último disco, 'Mad', cuyo logo iba en el bombo de la batería) en 53 minutos seguidos con tanta expectación como demostraba lo prietas que estaban las filas en la parte delantera del escenario del césped artificial.

Txapela y kimono japonés

Fue un show feliz de la vida, ajeno a edades y procedencias (una señora japonesa apoyada en la valla delantera), y sin atisbo de amaneramiento o afectación, un repertorio que encadenó glam con guiños a Queen ('So May We Start'), la obsesión tendente al baile de Suicide ('Do Things My Own Way', el muy mecánico 'Running Up a Tab at the Hotel for the Fab') o de los Talking Heads ('Beat the Clock', 'Music That You Can Dance To'), aire trágico con la sombra de Bowie en el estribillo ('Drowned in a Sea of Tears'), un temazo que fue puro Pet Shop Boys ('When Do I Get to Sing «My Way»'), pop ochentero pintado de glam ('The Number One Song in Heaven', con el único alarde gestual de Ron: abandonó su teclado tocado una txapela y una especie de kimono japonés negro, bailó espasmódico tres segundos, y se volvió a sentar con su cara de palo), progresividad de ópera rock ('This Town Ain't Big Enough for Both of Us') y la despedida con una canción acorde con los tiempos que corren, 'Please Don't Fuck Up My World' (por favor no te cargues mi mundo).

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