El profesor Jarvis da una lección de pop al frente de Pulp
La banda británica combinó canciones nuevas con los clásicos de su repertorio y cerró con una arrolladora 'Common People'
Esta es una de esas crónicas que a lo mejor conviene empezar por el final. A las doce y nueve minutos de la noche, Jarvis ... Cocker consultó las chuletas idiomáticas que tenía en el suelo y anunció que iban a tocar «gente común, jende arrunta». Es decir, 'Common People'. Y aquello fue el delirio, una especie de erupción emocional que sacudió a fans y no fans, porque al fin y al cabo se trata de una canción extraordinaria que ha quedado como una cumbre del pop británico de los 90, o incluso del pop de cualquier sitio y cualquier época. Además, su propia estructura, ese crescendo arrollador, es capaz de demoler las defensas de cualquiera y ponerlo a bailar: entre el público había ojos húmedos y amigos que se abrazaban emocionados, como si lo hubiesen estado esperando mucho tiempo. «Para esto hemos venido», le decía uno a otro. Fue un 'Common People' perfectamente interpretado que duró once minutos, porque Jarvis aprovechó para presentar a los ocho músicos, y después de eso ya no tenía sentido pedir bises que mitigaran el efecto.
Además, según habían anunciado las pantallas al principio del concierto, todo él era en realidad un bis: el retorno de Pulp tiene algo de eso, de vuelta a las tablas por aclamación popular. Pulp siempre fueron algo así como los Kinks del Britpop, una sabia manera de eludir la latosa disyuntiva entre Oasis y Blur, del mismo modo que Ray Davies y compañía eran la vía de escape ante la rivalidad Beatles-Stones. Y sus fans siempre se han mostrado como gente particularmente entregada, militante, capaz de memorizar letras que no son precisamente fáciles. El concierto 569 de la banda de Sheffield (las pantallas también informaron de la cifra) empezó con Jarvis emergiendo en modo silueta junto a los troqueles de sus compañeros: parecía también un cartel, pero era el Jarvis de verdad, de carne y hueso, y a partir de ahí se mantuvo como protagonista absoluto de la velada.
Arrancaron osadamente con tres temas de su nuevo álbum, dos que mantienen sin problema el tipo frente a sus clásicos ('Spike Island' y 'Grown Ups', con ese estribillo que dice «esforzándose en intentar actuar como un adulto») y otro que quizá no tanto ('Slow Jam'), pero parece claro que a Jarvis no le interesa enhebrar un setlist solo con esos clásicos infalibles que tiene en su repertorio y prefiere insertar pasajes un poco más áridos, combinar estribillos luminosos con dosis generosas de sus característicos recitados (siempre ha defendido que son preferibles a una melodía mala). Los fans se lo perdonan porque, aunque parezca raro decirlo, lo quieren mucho: es una estrella atípica y entrañable, con sus gafas, su americana y su aspecto de haberse quedado el último en la discoteca de barrio, o de intelectual remolón a la hora del cierre del bar, o de profesor que es el único desparejado en el baile de fin de curso. Las canciones de Blur son narraciones sobre peleas con la madurez, deseos insatisfechos y sueños frustrados, y el vocalista sirve como encarnación perfecta de ese universo a menudo decepcionante: canta como dando explicaciones, gesticulando con las manos y los brazos, y de pronto se sube a los monitores y se lanza a sus bailoteos de ensoñación disco.
La primera vez en Bilbao
Con una pantalla de fondo muy bien aprovechada, resultona pero sin apabullar, Jarvis nos fue contando sus historias. Tocaron 'Sorted for E's & Wizz', relato de una rave bien provista de drogas que remite al Bowie acústico, y la inapelable 'Disco 2000', que sonó a gloria (y no solo por ese eco de la canción de Umberto Tozzi) y desencadenó el baile colectivo: la gente se exaltaba en ese estribillo que habla de reencontrarse cuando llegue el año 2000, hace ya un cuarto de siglo. Fue la primera cumbre de la noche, a la que se sumarían después la dramática y torturada 'This Is Hardcore' (qué bien resonaban los golpes de batería), el atípico cierre instrumental a los Who de 'Sunrise' (mientras se alzaba un sol de focos que llegó a deslumbrar a la vez que la música se desvanecía) y el subidón glam de 'Do You Remember the First Time?'. «Aquí suelo hablar de la primera vez que fuimos a los sitios, pero es nuestra primera vez aquí», comentó Jarvis.
Pero hubo más momentos destacables: el final de la incómoda 'F.E.E.L.I.N.G.C.A.L.L.E.D.L.O.V.E.', por ejemplo, un grito con la silueta del vocalista perfilada mientras se combaba hacia atrás, o la impetuosa interpretación de 'Babies' con el cantante a la guitarra eléctrica. Y también repartió bombones (primero los lanzaba, pero después le pasó la caja a un vigilante de seguridad para que la entregase al público), cantó tumbado, hizo que el público admirase la luna llena, reivindicó la sonrisa y logró pronunciar con bastante acierto «txalo egin dezakezu?». Habrían podido tocar solo 'Common People' y mucha gente se habría ido contenta, sí, pero también habría sido un concierto estupendo si (como hicieron, por ejemplo, con 'Razzmatazz') en un rapto de locura se hubiesen marchado sin tocarla.
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