La historia más exitosa del negocio en el deporte: la familia que se hizo multimillonaria con un billete de 50 euros
Phil Knight, que acaba de donar 1.700 millones a la investigación contra el cáncer, puso en pie Nike gracias a un pequeño préstamo de su padre
Iratxe Bernal
Sábado, 6 de septiembre 2025
Phil Knight, uno de los fundadores de Nike, y su esposa, Penny Knight, son noticia estos días por la donación de 2.000 millones de dólares (1.700 millones de euros) a la investigación contra el cáncer en la Universidad de Ciencias y Salud de Oregón, la mayor aportación individual realizada hasta ahora a una institución académica de Estados Unidos. Supone aproximadamente un 5% de los cuarenta mil millones de dólares en los que la revista 'Forbes' calcula su fortuna personal, un patrimonio que empezaron a reunir hace ya sesenta años con apenas cincuenta dólares. Hoy, la empresa creada a partir de un préstamo familiar, tiene una facturación de 51.362 millones de dólares anuales y es una de las líderes del sector deportivo.
Knight estudió periodismo en la Universidad de Oregón, en cuyo equipo de atletismo conoció a William Bowerman, el cofundador de la firma. Tras graduarse se matriculó en la Stanford, centro en el que se tituló en Administración de Empresas y donde conoció a Penny, su esposa desde 1964. Al finalizar su formación académica se planteó crear su propia empresa y, tirando de su experiencia deportiva, pensó en poner a la venta en Estados Unidos sus zapatillas favoritas, las de la empresa nipona Onitsuka Tiger (hoy Asics). Lo hizo convencido además de que, gracias a la mano de obra barata, si se lo proponía Japón podía hacer frente a Adidas y Puma, las grandes marcas europeas que dominaban el mercado. De modo que se propuso ser él quien abriera esa puerta.
Ni corto ni perezoso, en 1964 viajó a la sede de Onitsuka Tiger para firmar un convenio que le permitiera vender sus zapatillas al otro lado del Pacífico. Se presentó como director general de Blue Ribbon Sports, nombre improvisado que hacía referencia a los lazos azules de sus medallas de atletismo y disimulaba que él era el único enrolado en aquella aventura empresarial. Tuvo éxito y, automáticamente, llamó a su padre para pedirle algo de crédito con el que comprar las primeras Onitsuka que importaría y vendería en casa. Aquel cheque por valor de 50 dólares (equivalentes a unos 500 de hoy) marcaría el inicio de una impresionante trayectoria.
Durante los primeros años mantuvo su trabajo como contable dedicando los fines de semana para acercarse con el maletero lleno de zapatillas a competiciones deportivas amateurs y escolares. Pero enseguida vio que si de verdad quería triunfar debía crear un modelo específico pensado para los profesionales y, como primer paso, adaptar las zapatillas a las necesidades de los atletas estadounidenses, más altos y corpulentos que los nipones. Ahí es cuando, con el permiso de la firma japonesa, recurre al que había sido su entrenador de la Universidad, quien ya había hecho sus pinitos como diseñador de calzado deportivo. Juntos crean los primeros modelos propios, hechos en México aunque después la producción se subcontrató a empresas de Vietnam, China e Indonesia, lo que ha motivado más de una denuncia por las condiciones laborales de quienes fabrican las zapatillas.
Ya desde esos primeros pasos, Knight y Bowerman vieron el potencial de la publicidad si ésta venía de la mano de los deportistas de élite, una de las claves del éxito de la compañía. «Un anuncio de página completa en 'Sports Illustrated' cuesta alrededor de 50.000 dólares. Pero, ¿qué tal si sales en su portada? Eso no puedes comprarlo», explicaba Knight en 1981 resumiendo su estrategia de marketing. Si consigues que Rafael Nadal, Tiger Woods, Carl Lewis, John McEnroe, Lebron James o Serena Williams, por citar algunos, compitan calzando tus deportivas, el resto del mercado cae por goteo. Los amateurs se creerán capaces de todo si también ellos las usan mientras los jóvenes y los niños querrán imitar a sus ídolos, y, una vez convertidas en moda, las zapatillas llegarán incluso al público que nada tiene que ver con el deporte.
El mejor ejemplo lo dio sin querer Farrah Fawcett en 1976. En un episodio de 'Los ángeles de Charlie' su personaje escapaba del villano en monopatín mostrando en todos los planos la versión femenina de las Nike Cortez. Los productores ni se imaginaron la notoriedad que darían con esa escena a una firma con la que ni siquiera tenían un acuerdo publicitario. Las ventas de las Cortez (llamadas así en honor a Hernán Cortés, conquistador de los aztecas que, a su vez, daban nombre a un modelo de Adidas), se dispararon hasta convertir las deportivas en un clásico que después hemos visto, por ejemplo, a Whitney Houston en la Super Bowl o a Forrest Gump en la gran pantalla. Las Cortez fueron además protagonistas de la gran disputa en que acabó la colaboración de Blue Ribbon Sports con Onitsuka Tiger; ambas firmas fabricaron y vendieron el modelo hasta que, en 1974, los tribunales dieron la exclusividad a Nike, constituida apenas tres años antes.
La nueva marca además de sonar muy parecido a Knight hacía honor a la diosa griega de la victoria, cuyas alas aparecen desde entonces representadas en el logo de la firma. Una curiosidad; la estudiante de diseño que lo ideó sólo cobró 34 dólares (dos por hora) por él, aunque años después le regalaron 500 acciones en agradecimiento al valor que el logo daba a la marca… y eso que al principio no convenció demasiado a sus fundadores. A partir de ahí todo fue vertiginoso. Los 29 millones de dólares ingresados en 1976 pasaron a ser 458 en 1980, cuando la empresa salió a Bolsa y empezó a diseñar también ropa, siguiendo nuevamente la estela de las marcas europeas, aunque aún faltaban cuatro años para alcanzar su gran hito.
El culmen de aquella estrategia de marketing lo protagonizó Michael Jordan en 1984 con la aparición de las Air Jordan. Costaban 65 dólares y Nike, que esperaba vender 100.000 pares durante su primer año, se vio apurado para llevar al mercado el millón y medio que el público demandó en las seis primeras semanas. Según 'Forbes', el año pasado las ventas anuales de los productos de esta gama superaron por primera vez los 5.000 millones de dólares (4.583 millones de euros), lo que ha permitido que Jordan, retirado desde 2003, perciba de Nike 330 millones de dólares al año, más del triple de lo que ganó en toda su carrera en la NBA.