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La decepcionante puesta en escena del AMR25 ha provocado que las aguas bajen turbulentas por Silverstone al cumplirse tres meses desde que Adrian Newey se ... instalara en su nuevo despacho de Aston Martin. Huelga decir que todos los ojos de la escudería convergen en él, cual clavo ardiente al que se aferra el último intento de Lawrence Stroll y sus inversores antes de dedicar su atención y su fortuna a otros sectores alejados del Gran Circo.
Aunque no lo tiene por costumbre el gurú de la aerodinámica ha hecho balance de estas semanas de aclimatación antes de retomar el pulso a las carreras el próximo fin de semana en Mónaco. Newey es un tipo discreto que trabaja alejado del glamour de la Fórmula 1. Se siente cómodo enfrascado en la dinámica de su grupo de trabajo, compartiendo en el comedor de la fábrica la decepción que supone el coche que tantos quebraderos de cabeza está dando a Alonso y Stroll; un proyecto condenado a convertirse en banco de pruebas para el que se pondrá en pista el año próximo. Leyéndole entre líneas se concluye que Aston Martin Racing padece los desajustes que afectarían a cualquier tipo de organización que crece aceleradamente, aunque en su caso al replanteamiento de objetivos se suma la aclimatación que exige un cambio de ubicación.
Por más que Newey esté volcado en el desarrollo del nuevo coche es obvio que le preocupa la falta de coordinación que afecta tanto a los departamentos de la fábrica como al equipo de carreras, porque las nuevas instalaciones de Aston no tienen paragón pero exigen meses de puesta a punto para alcanzar un uso óptimo. Si algo enorgullece a la escuadra de donde procedía Adrian Newey –Red Bull Racing– es el soberbio palmarés alcanzado por un grupo que trabaja disperso en varios edificios de un polígono industrial y desarrolla sus coches en uno de los peores túneles del viento del Gran Circo; eso sí, habiendo aprovechado al máximo el talento que aportan todos sus miembros.
A falta de cubrir alguna carencia muy notoria el futuro inmediato de Aston Martin pasa por optimizar los magníficos recursos técnicos existentes y lograr una correlación perfecta entre el túnel del viento, el simulador y el coche que finalmente disputa las carreras; lo que supone la piedra filosofal del automovilismo. Después de tantos sinsabores cabe preguntarse si Lawrence Stroll y sus socios serán pacientes para seguir aportando cantidades ingentes de dinero a este proyecto ahora que circulan por la fábrica los primeros bocetos trazados por Newey sobre el icónico tablero de dibujo que lleva décadas acompañándole. Será un bólido quince centímetros más corto que el actual y diez centímetros más estrecho, con alerones activos tanto en el morro como en la parte trasera. La aportación de Honda resultará determinante porque los nuevos motores precisan tanta potencia extraída de la combustión como de la parte eléctrica y es más que previsible que en un primer momento convivan en la parrilla diferentes interpretaciones del nuevo reglamento.
En estas circunstancias y si como afirma Newey dicha normativa no es tan restrictiva como cabía esperar ¿Será el próximo proyecto de Aston Martin el que marque la pauta? Las buenas sensaciones de Imola ¿supondrán un adelanto de lo que está por llegar?
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